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‘Self/less’: Reynolds y Kingsley en un intercambio entretenido, pero insuficiente

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Cuando el personaje de Ryan Reynolds en “Self/less” empieza a llevarse a la cama a cuanta mujer se le pone por delante, no podemos extrañarnos; a fin de cuentas, se trata del mismo actor que estuvo casado con la despampanante Scarlett Johansson, por lo que su atractivo con las féminas es probablemente indiscutible.

Pero el giro de este nuevo ‘thriller’, que se estrena hoy, es que su personaje -supuestamente llamado Edward-, pese a tener el cuerpo y el rostro de un galán joven y comprobado, posee el ‘alma’ de un hombre mucho mayor, Damien Hale, un multimillonario que es interpretado originalmente por el veterano Ben Kingsley (“Gandhi”, “Schindler’s List”, “Iron Man 3”) y que, ante las puertas de la muerte debido a un cáncer fulminante, decide someterse a un experimento secreto y sumamente costoso que le permite trasladar su conciencia a otro cuerpo antes de fallecer.

Sin embargo, una vez que se encuentra en su nuevo y privilegiado empaque, y luego de disfrutar de los placeres ya descritos, el hombre empieza a tener alucinaciones que su doctor de cabecera (es decir, el encargado de la operación) describe como desvaríos propios del radical proceso, pero que parecen en realidad recuerdos de una conciencia ajena, lo que podría ser un ‘spoiler’ de nuestra parte si es que el tráiler de la cinta no lo hubiera mostrado claramente desde hace varias semanas.

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De ese modo, se nos empieza a insinuar que el cuerpo que se le ha proporcionado no fue creado en un laboratorio, como se le dijo inicialmente, y Damien/Edward/Mark/Como Quieran Llamarlo empieza una carrera desesperada para tratar de descubrir la verdad. El problema es que, tras este inicio prometedor, las cosas se van haciendo más y más predecibles y la historia entra en terrenos demasiado convencionales, desaprovechando las posibilidades de una premisa que le abría potencialmente las puertas a una producción mucho más intrigante.

De hecho, la historia presente recuerda de algún modo a la de “Abre los ojos”, el fascinante drama dirigido por el chileno-español Alejandro Amenábar en 1997; y la comparación no es gratuita, cuando se toma en cuenta que los autores de este guión son Álex y David Pastor, dos hermanos que proceden también de la Madre Patria y que dirigieron juntos la muy apreciable cinta post-apocalíptica “Los últimos días” (2014), actualmente disponible en Netflix.

El problema principal aquí es que, a diferencia del filme de Amenábar y de la obra anterior de los mismos Pastor, éste se encuentra mucho más clavado en una realidad puntual y contemporánea, lo que demandaba una profundización mayor en las instancias relacionadas a la ciencia-ficción, que son más bien superadas con una facilidad y una superficialidad ciertamente insatisfactoria, como ocurre también con los demás obstáculos a los que se enfrenta el protagonista.

En el plano histriónico, el más perjudicado es Kingsley, quien no tiene mucho que hacer en la primera parte y sólo aparece brevemente en el resto del metraje; por otro lado, Reynolds, que nunca ha sido excepcional pero se ha esmerado últimamente en demostrar su talento a través de producciones ajenas al molde romántico de sus inicios, resulta bastante convincente y expresivo en los numerosos momentos emocionales, aunque el texto entre sus manos no le da mucha oportunidad de lucimiento intelectual.

No todo es un desperdicio, empezando por la dirección de Tarsem Singh, el polémico creador de títulos tan ornamentados como “The Cell”, “The Fall” e “Inmortals”, y que sin lograr en este caso una puesta en escena deslumbrante, se muestra efectivo para la creación de una atmósfera mínimamente sugestiva; y los fans del género fantástico encontrarán todavía detalles interesantes, como el tratamiento del tema de la transferencia de conciencia, que estaba también presente en la igualmente fallida “Trascendence” de Johnny Depp. Pero esperábamos mucho más de los involucrados.

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