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‘Capernaum’ cuenta un conmovedor drama infantil de alcance internacional

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A semejanza de “Roma”, la celebrada película en español que se encuentra ya disponible en Netflix, “Capernaum” -que se estrena hoy de manera limitada en Los Ángeles y Nueva York- es una cinta extranjera que nos ubica con impresionante realismo en un entorno cultural específico.

Y del mismo modo que la aventura mexicana de Cuarón, esta producción libanesa, que recibió una ovación de pie de 15 minutos en el Festival de Cannes (donde se llevó el Premio del Jurado), ha sido voceada desde hace algún tiempo por distintas fuentes como una de las producciones internacionales con mayores posibilidades de figurar entre los títulos de esta clase dentro de las categorías correspondientes en las grandes ceremonias de premios cinematográficos que se avecinan.

Uno de los aspectos más interesantes de “Capernaum” es que el protagonista es un niño (Zain) que, lejos de ser una persona privilegiada, vive en una situación extremadamente precaria debido a que nació en un entorno pobre y como parte de una familia a la que no le importa literalmente vender a uno de sus integrantes al mejor postor con el fin de obtener comida.

Más allá de sus inevitables coqueteos con el miserabilismo, que para algunos críticos desembocan en una descarada manipulación sentimental pero que a nosotros nos parecen completamente verosímiles, “Capernaum” ofrece un giro inesperado y novedoso al mostrar el proceso legal en el que se involucra el menor al demandar a sus padres por haberlo traído a un mundo que solo le ha dado sufrimientos.

Aunque esta circunstancia se plantea desde el inicio, el film de Nadine Labaki (“Caramel”) se enmarca inmediatamente después en un largo ‘flashback’ en el que se nos cuentan los antecedentes del caso, incluyendo los problemas a los que se enfrenta Zain al tener que hacerse cargo de un bebé con el que no tiene lazos de sangre, lo que le da una oportunidad única de lucimiento al actor Zain al Rafeea, quien tenía solo 12 años cuando rodó la película.

Al momento de ser contratado, el mismo al Rafeea era muy pobre -no sabía ni siquiera leer ni escribir- y no contaba en ese momento con ningún entrenamiento como actor (al igual que Yalitza Aparicio, la protagonista de la citada “Roma”).

Además, en medio de detalles pintorescos como la presencia de un trabajador callejero que afirma ser el Hombre Cucaracha en vez del Hombre Araña, se hace alusión a complicaciones migratorias que son similares a los que atraviesan muchas minorías alrededor del mundo, en este caso a través de la presencia de una madre soltera e indocumentada procedente de Etiopía (Rahil, interpretada por Yordanos Shiferaw) y de una niña que sobrevive en la calle y que viene de Siria.

Se trata en suma de un trabajo que busca tocar las fibras más sensibles del espectador, sí, pero que no deja nunca de sentirse realista y en el que no faltan cuotas de humor para aligerar la intensa carga dramática. Habrá que ver cómo le va en las próximas contiendas.

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