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El Día de los Muertos en Hollywood Forever trajo de regreso a Jenni, presentó a Julieta y deslumbró con sus altares

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La celebración número 17 del Día de los Muertos en el cementerio Hollywood Forever se llevó a cabo el sábado pasado, y en este caso, nuestras predicciones no fueron del todo acertadas, ya que esperábamos que este evento se encontrara lleno de referencias al recientemente desaparecido Juan Gabriel; pero la realidad nos demostró que, para los organizadores del evento, la prioridad se encontraba en una figura musical mucho más cercana.

Para terminar con lo del ‘Divo de Juárez’, debemos decir que su presencia indirecta en el escenario principal no fue demasiado evidente, hasta el punto de que la artista principal de la velada, Julieta Venegas, dejó de interpretar su ‘cover’ de “Siempre en mi mente”; y si bien el capitalino afincado en L.A. Mitre nos contó hace varios días que su propio acto iba a incluir un homenaje al aludido, no tuvimos oportunidad de verlo (salió cerca de las 4 de la tarde), por lo que, en realidad, lo único que observamos en relación al creador de “Querida” fue un altar bien intencionado pero modesto, ya que también se le extrañó por el lado de esas representaciones.

Después de señalar lo que faltó, habría que mencionar lo que sí se vio, empezando por el holograma de Jenni Rivera, la ‘Diva de la Banda’, que siguió el ‘trend’ generado por la representación semejante del rapero Tupac Shakur en el Festival de Coachella del 2012, para mostrar ahora una llamativa figura tridimensional y de tamaño natural de la desaparecida cantante que brindó la ilusión de tenerla de regreso en los escenarios mientras interpretaba “Cuando muere una dama” y conversaba con la audiencia.

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Esta parte del espectáculo, que se mantuvo en el más celoso de los secretos hasta el momento mismo de su presentación, fue lo más promocionado del show entero, hasta el punto de que, después de que se finalizara, hubo una conferencia de prensa en una zona privada del cementerio con la asistencia de muchos miembros de la familia Rivera, incluyendo a los padres de Jenni, a su hermano Juan (organizador principal de la presentación) y, por supuesto, a ‘Chiquis’, hija mayor de la homenajeada, quien lucía de modo irreconocible debido al maquillaje y el atuendo de Catrina que llevaba.

No cabe duda de que, para bien o para mal, este clan sigue llamando la atención, por lo que la prensa latina se aglomeró en el lugar con el fin de observar las reacciones de sus integrantes, que mostraron a veces mucha emoción, sobre todo en el caso de Juan; pero, para nosotros, es evidente que el legado de Jenni se sigue explotando de modo desproporcionado y que hay personas dispuestas a hacer todo lo posible para arrancarle hasta agua a las piedras, como la reportera que le exigió a la madre de la desaparecida que le dijera de manera textual lo que su hija habría opinado de Donald Trump, “porque Ud. la conocía tan bien que sabe las palabras exactas que ella hubiera dicho”. ¿En serio?

Sin embargo, para fines de este artículo, lo más importante es que, pese a todos estos esfuerzos de producción, el holograma de Jenni no fue recibido por los asistentes con el entusiasmo que se esperaba. En vista de los enredos en los que han estado siempre metidos los Rivera, no han faltado en las redes sociales comentarios que aseguran que la recreación digital se hizo en realidad con la ‘Chiquis’ o incluso con una modelo desconocida, generando con ello acusaciones que para nosotros no tienen demasiado sentido, sobre todo porque el proceso digital en estos casos es complicado y no refleja necesariamente de modo fidedigno las facciones del artista representado.

Más allá de Jenni

El hecho de que el holograma no haya causado una ovación descomunal se debió probablemente a que el cartel del escenario principal no estaba orientado precisamente a la ‘banda’, sino al pop y al rock alternativo, como lo probó la presencia de los ya nombrados Venegas y Mitre, así como la del dúo peruano Alejandro y María Laura, cuyo sonido parecía emular las facetas más comerciales de Lafourcade, Sariñana y la misma Venegas. Y como Venegas dio también un concierto de lo más ligero y alejado de los tonos oscuros que tenía en los inicios de su carrera, el asunto entero dejó un sabor un tanto intrascendente (como nos lo dijo un colega de manera tan acertada como irónica, “esto parece música para niños”).

Pero hay que dejar en claro que este Día de los Muertos no se limita a un solo concierto, ya que, en esta ocasión, hubo hasta cinco estrados, en los que se pudo escuchar estilos musicales de diferentes orígenes y calidades, entre los que nos faltaron las necesarias cuotas de folklore mexicano (El Fandango en su Esplendor Stage estaba específicamente dedicado a un género), el rock local alternativo y bilingüe (representado por The Paranoias) y hasta la salsa afrocaribeña (a cargo de la Orquesta Son Caché, que se encargó de cerrar las puertas del local, ya a la medianoche). Cada uno de los escenarios, desde el más grande hasta el más chico, se encontraba magníficamente decorado con esculturas coloridas e iluminadas de modo tal que el resultado visual era de lo más inspirado.

Esa clase de esfuerzos daban ya cuenta de un gran nivel artístico, el mismo que, en todo caso, alcanzaba niveles más contemplativos en la Catedral, un mausoleo en el que, al igual que en años anteriores, se presentó una vasta muestra de pinturas de caballete y otras expresiones plásticas que merecían ciertamente una visita, y en la que destacamos la participación de Mario Sibaja, un inmigrante de Oaxaca que se ha especializado en obras talladas en madera donde se recuerdan diferentes aspectos de las tradiciones mayas.

El Día de los Muertos en el Hollywood Forever es una actividad familiar en la que vimos a varios niños y familias, pero en realidad, a estas alturas, se ha convertido en una enorme fiesta orientada principalmente a los jóvenes, lo que puede tener que ver con el hecho de que, pese a ser muy accesible, el precio de sus entradas ($20 la general) le complica las cosas a quienes quieran pagar por otros, del mismo modo en que lo hace el costo de la comida en los puestos disponibles y, lo peor de todo, las enormes filas que hay que soportar para comerse un burrito de $10, porque se calcula que este año asistieron hasta 60,000 personas al cementerio. Curiosamente, y para suerte de quienes solo querían ‘pistear’, tanto la disponibilidad del alcohol como los precios del mismo (una cerveza a $5 no es demasiado para un evento de esta clase) eran sumamente razonables.

Otro detalle interesante es que, el sábado pasado, vimos a muchos asistentes anglosajones en la celebración, incluyendo a esculturales muchachas que lucían atuendos de lo más elaborados y que aprovechaban las locaciones disponibles para retratarse, incluso con la asistencia de fotógrafos al parecer profesionales. En ese sentido, no faltarán quienes se quejen de que esto se ha convertido en un asunto corporativo semejante al ya mencionado Coachella; pero no hay que olvidar que se realiza en la Meca del Cine y en un ambiente en el que se encuentran sepultadas varias estrellas del entretenimiento.

Para terminar, no podemos dejar de lado la generosa muestra de altares, que sigue siendo la más espectacular que hemos visto en este país y que es siempre motivo de asombro por su nivel de sofisticación y su diversidad, además de desarrollarse en medio de tumbas verdaderas. De ese modo, encontramos por ahí creativos homenajes a los indocumentados; a una víctima latina de la masacre de San Bernardino; a los muchos ‘trans’ que fueron asesinados únicamente este año; a los fallecidos en la masacre de la discoteca ‘gay’ de Orlando, Florida; y hasta al escritor peruano José María Arguedas, honrado no solo con objetos físicos y música, sino también con la presencia de personas vestidas con trajes andinos típicos, porque en diversas ocasiones, los altares mismos se veían realzados por ‘performances’ humanas.

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