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Refugios, zonas restringidas, expropiación: los incendios en California desatan una reflexión sobre cómo prevenirlos

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A lo largo de los años, California ha pedido a los propietarios de viviendas que quiten la maleza alrededor de sus casas, exigió a los constructores el empleo de materiales resistentes al fuego y ordenó proporcionar acceso fácil a nuevos desarrollos.

Pero todo eso no impidió la muerte de 43 personas en la zona del incendio vinícola, en 2017. Tampoco impidió la destrucción de más de 1,400 estructuras en el incendio de Woolsey, ni que el incendio de Camp borrara del mapa a la ciudad de Paradise en el peor desastre forestal en la historia del estado.

Es hora, dirán algunos, de que California vaya más allá de lo comprobado. “Tenemos que comenzar realmente a pensar en nuevas medidas y nuevos enfoques que sean más drásticos”, aseveró Bruce Cain, director del Bill Lane Center for the American West, de la Universidad de Stanford.

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Entre ellos, consideró, “una retirada estratégica de comunidades que nunca van a estar a salvo”.

Los vientos de Santa Ana hacen galopar las llamas a través de las montañas de Santa Mónica y hasta el mar cada dos décadas. El incendio de Woolsey, que se cobró tres vidas, fue apenas el último en obstruir la carretera Pacific Coast Highway (PCH) con evacuados y llevar a los bomberos a decir que nunca habían visto algo así.

Sobre una cresta ventosa en las laderas de Sierra Nevada, Paradise, la antigua ciudad minera del oro, floreció en las últimas décadas y se convirtió en una comunidad mayormente de trabajadores jubilados, con 27,000 habitantes. Las cuadrillas de búsqueda que escudriñan sus ruinas cenicientas han encontrado 77 muertos. Más de 14,000 estructuras han desaparecido.

Las llamas en la zona vitivinícola arrasaron el año pasado partes de ocho condados e incineraron casi 9,000 edificios.

Según los expertos, tales pérdidas asombrosas representan un problema de seguridad pública, que exige más que los requisitos estándar de seguridad contra incendios.

“Todo eso es importante, pero hay que pensar en otras cosas”, consideró Tom Jacobson, un abogado especialista en uso del terreno y profesor de geografía, medio ambiente y planificación de Sonoma State.

El experto reconoció que hay tensión entre el comprensible deseo de una comunidad asolada por el fuego, de recrear rápidamente lo que se ha perdido, y la necesidad de reconstruir de una manera diferente, o tal vez no. “Pero esto es, literalmente, de vida y muerte”, dijo, y el estado debe asumir un papel más importante en la ubicación y el diseño de nuevos desarrollos en zonas de alto riesgo de incendios.

“Tenemos mucha más capacidad para predecir el comportamiento y la vulnerabilidad de los incendios y mapear esas cosas”, afirmó. “Sabemos cosas que no sabíamos antes. ¿Qué hacemos al respecto?”

Max Moritz, un especialista en incendios forestales de extensión cooperativa en la Escuela Bren de la Universidad de California en Santa Bárbara, ha dedicado gran parte de su carrera a indagar cómo el estado más poblado de la nación puede coexistir con el fuego, un producto inevitable de sus espectaculares bosques. “No se trata de un problema de manejo de tierras y de incendios forestales. Es un problema de planificación urbana”, dijo. “Es una cuestión de dónde y cómo construimos, y cómo se puede sacar a la gente a tiempo”.

Moritz sugirió que el gobernador electo Gavin Newsom debería crear una comisión estatal permanente para revisar el desarrollo en zonas con peligro inflamable, al igual que la Comisión Costera de California examina los proyectos sobre la costa.

“El desafío para el gobernador entrante es realmente hacer algo real al respecto, de manera integral y a largo plazo. Necesitamos algo nuevo”, argumentó.

Cain, al notar los celos con los que los funcionarios locales protegen su autoridad de planificación del uso de la tierra, pronosticó una feroz resistencia a cualquier movimiento para fortalecer la supervisión estatal del desarrollo en zonas con peligro de incendios. “No es algo que podamos dictar a nivel estatal”, expresó. Más bien “tenemos que inducir a las personas” a que dejen de construir —y de reconstruir— en áreas que están destinadas a arder una y otra vez.

El seguro contra incendios del gobierno podría ser retirado de aquellos cuyas casas se incendien más de una vez, sugirió Cain. Otro enfoque sería expropiar a los dueños de viviendas en áreas quemadas a menudo, al igual que algunas regiones del país han comprado de esa forma propiedades que se inundan repetidamente.

Los auxilios financieros en serie por parte del gobierno a los propietarios de viviendas que toman decisiones arriesgadas “no son económicamente sostenibles”, expuso Cain.

El fuego de Camp y del área vinícola fueron azotados por el viento, hicieron llover brasas y llamas en las casas antes de que muchos tuvieran la oportunidad de evacuar. Las víctimas perecieron en sus hogares o mientras huían, a pie o en vehículos.

En situaciones tan extremas, explicó Moritz, se salvarían vidas si las personas pudieran acudir rápidamente a refugios comunitarios de bomberos, establecidos en sus vecindarios.

“La idea es que, si no puedes salir a tiempo, no deberías estar corriendo por la calle con tus hijos”, dijo. “No debes tratar de evacuar en un atasco de tráfico mientras todo se quema. Tenemos que empezar a pensar con más originalidad, porque claramente no estamos preparados”.

Dichos refugios serían una variación de los albergues locales de bomberos que Australia creó después de que 173 personas murieran en más de 400 incendios forestales que ocurrieron en todo el estado de Victoria, en 2009.

El sur de Australia tiene 98 “refugios de último recurso”; edificios a prueba de incendios o áreas abiertas a las que las personas pueden acudir si las llamas los amenazan. Aún no se ha utilizado ninguno, por lo cual hay poca información sobre su efectividad.

Los expertos en seguridad también temen que su existencia desaliente a las personas a evacuar antes de un incendio.

Viviendo en una zona calurosa y seca, propensa a los incendios forestales, muchos australianos se han propuesto construir sus propios refugios contra incendios o búnkers. Internet rebosa de videos instructivos sobre cómo construirlos, y las compañías ofrecen kits de suministros, unidades y servicios de instalación.

“Los búnkers son posibles, pero desanimamos su construcción, excepto en hogares de alto riesgo, ubicados en sitios de difícil acceso”, destacó Alan March, profesor de planificación urbana en la Universidad de Melbourne. “Llegar a un pequeño búnker y confiar en latas de aire en condiciones muy desagradables, sin poder ver y monitorear lo que ocurre, serían unas horas muy desagradables”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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