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Que no caiga todo en oidos sordos, dicen los indigenas en San Cristobal, tras la visita del Papa

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El Papa Francisco hizo un llamado en favor de la justicia, la igualdad y el medio ambiente durante su visita a San Cristóbal de las Casas, donde miles de tzotziles, zoques, tojolabales, mayas y de otros grupos étnicos llegaron para participar en la gran fiesta religiosa.

La explanada principal de la ciudad se empezó a llenar desde las primeras horas de este lunes. Miles de personas llegadas de todo el país acamparon en las diferentes partes de la ciudad ante la incapacidad de los hoteles para albergar al torrente de visitantes.

El papa habló del desprecio que han sufrido los grupos indígenas de México y consideró que es tiempo que la sociedad y las autoridades eliminen las condiciones de rezago en el que han vivido estos grupos indígenas, que durante generaciones y más generaciones, han sido explotados y condenados al olvido.

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El discurso es intenso. El Papa Francisco se ve serio, demasiado serio, como si sintiera en su propia piel las paupérrimas condiciones de vida de estas mismas personas que hoy lo aplauden y lo alaban.

Pero también, algunas partes del discurso parecen huecas, y es que cuando el Papa habla del medio ambiente y la importancia de protegerlo, los indígenas saben que no tienen otra opción que deforestar algunas zonas de la selva chiapaneca, para poder sobrevivir, ya que tienen otras opciones.

La marimba, instrumento tradicional chiapaneco, se escucha por todos lados. La música lo inunda todo, es un ritmo suave, dulce y ancestral. En las calles, la gente se agrupa cerca de las pantallas o de las bocinas.

En las calles, los hombres y las mujeres están aquí, vistiendo sus atuendos, trayendo sus tradiciones y costumbres. Todos son indígenas, pero a pesar de que viven en pueblos cercanos unos a otros, las diferencias entre ellos son notables, no solo porque hablan idiomas distintos, sinotambien por el diseño de sus vestuarios. Algunos son cuadrados simétricos, otros son negros, otros más llevan listones.

El indígena es serio y habla en voz baja, muy baja, tanto que apenas es audible. Por eso cuando cantan en las calles, se escucha apenas como un murmullo, como un lamento que esta ahí, a pesar de la alegría que esta fiesta representa.

A diferencia de las vallas humanas de la Ciudad de México, o Ecatepec, aquí las multitudes no gritan, ni echan porras. Están serios, como metidos en su mundo interior.

La misa avanza. En algunos momentos deja de escucharse el español, y se empieza a escuchar el tzeltal. Los coletos -que son los originarios de San Cristóbal- no lo entienden. Pero entre los indígenas, que si entienden lo que están diciendo desde la misa central, saben que son verdad, el problema, es que caen en oídos sordos.

Juan González, de San Juan Chamula, lo tiene muy claro: “Que el Papa venga y nos diga que le importamos es muy bueno para nosotros, el problema es que en cuanto el se vaya, las cosas volverán a ser igual”.

En algunos momentos la misa se vuelve monótona. El Papa habla de Israel y de la tierra prometida, pero muchos de estos indígenas, apenas han escuchado hablar de Tuxtla Gutiérrez. Es como si los invitados a la fiesta, simplemente no entienden lo que se está diciendo.

La misa se habla en los diferentes idiomas indígenas, pero muchas veces el mensaje suena hueco, lejano. Es como si los invitados a la fiesta, no estuvieran presentes, es como si el mensaje de la Iglesia estuviera demasiado alejado de su realidad.

Por eso, entre los objetivos del Papa de venir a San Cristóbal se encuentra oficializar el uso de idiomas indígenas en liturgia religiosa, pero también, pidió que los sacerdotes, los obispos y todo el clero se acerque a los pobres, que entienda su realidad y que no se haga del lado de los poderosos, que a lo largo de la historia han contribuido a mantener en el rezago a estos grupos indígenas.

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