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Papa bromista; derrochó buen humor en su viaje, habló de futbol, tequila y vodka

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Una jornada de 23 horas. Un viaje trasatlántico con escala en Cuba para un encuentro que esperó casi mil años.

Aun así, el Papa Francisco se mostró siempre alegre y de buen humor durante el viaje.

Apareció por primera vez en la parte trasera del avión Airbus A330 del vuelo AZ4000 de Alitalia, cuando estaba sobrevolando España.

En ese entonces, el desayuno -frutas, yogur, quesos, café y té- ya había sido servido y habían pasado algunas turbulencias atmosféricas.

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“Buon giorno (buenos días)”, arrancó durante su primer encuentro con el grupo de periodistas que viajó con él.

“Está muy contento, se le ve muy eufórico. Otras veces estaba más preocupado y serio”, comentaron los habituales en los vuelos de Francisco.

Tuvo palabras de aliento para Alberto Gasparri, el delegado para la organización de los viajes papales que será remplazado a partir del próximo viaje por el colombiano Mauricio Rueda.

“Quiero agradecer todo tu trabajo de estos años”, le dijo.

Durante el breve encuentro, Francisco enfatizó: “Un deseo que tengo es pararme delante de la Virgen de Guadalupe”.

“Voy a México a apoyar la misión de la Iglesia local y (a) llevar un mensaje de esperanza”, había dicho antes de su salida de Italia.

En medio de la gran expectación por su viaje, el Papa usó incluso su sentido del humor y bromeó.

“No todos los mexicanos son ateos, solo algunos, eh”, ironizó, hablando de la especial devoción que hay por la Virgen.

Asimismo, recalcó que tanto él como las autoridades mexicanas han querido que se llevará a cabo su desplazamiento a México.

Después, en el avión, saludó a cada uno de los 76 comunicadores que lo acompañan durante su décimo segundo viaje.

En el avión papal no hay distinciones a la hora de comer. El menú es igual para todos.

El almuerzo incluyó salmón, verduras a la plancha, papas, vino, agua, té y café. En la tarde, al salir de La Habana, se sirvió un pequeño refresco con pan, queso y mozzarella.

Antes y después de Cuba, el Papa no ahorró en sonrisas y bromas, prestándose incluso a vestir el tradicional sombrero mexicano y dejándose lustrar los zapatos por un periodista que así quiso recordar sus orígenes humildes.

Como es habitual, recibió cartas y regalos de todo tipo: libros, imágenes sagradas, mantas.

Habló de futbol, de tequila y de vodka.

El encuentro con el jerarca ortodoxo en La Habana, con el Presidente cubano Raúl Castro como testigo, lo revigorizó.

“Lo quiero destacar. Si Cuba sigue así, se convertirá en la capital de la unidad”, afirmó. Y abrazó con emoción a Antonio Spadaro, el director de la revista Civiltá Cattolica, jesuita como él.

Pese a que se trata de una de sus giras más complejas, el Papa Francisco se mostró sereno.

“Ahora me esperan 23 kilómetros de Papamóvil”, dijo riéndose al salir de La Habana en referencia al recorrido que haría del Aeropuerto Internacional Benito Juárez a la Nunciatura Apostólica, en la Ciudad de México.

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