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Producto de México III: Como en las tiendas de raya

Lorenzo Gastelum, izquierda, y su papa, Israel, trabajan en la caja de la tienda de la compañía en el Campo Isabeles, cerca de Culiacán, Sinaloa.
(Don Bartletti / Los Angeles Times)
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Los trabajadores agrícolas se forman en línea después del trabajo, con sus billetes arrugados en la mano. Los anaqueles frente a ellos estaban apilados con productos básicos: harina de maíz, frijoles, pañales y pan dulce.

Sin embargo, la mayoría de los trabajadores no estaban comprando.

La temporada de la cosecha estaba por terminar y casi era hora de volver a casa. Pero no antes de que pagaran sus deudas.

Dionisia Bustamante le entregó 1,000 pesos, alrededor de $70 dólares, a Israel Gastelum, dueño de la tienda de la compañía en el Campo Isabeles.

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A Bustamante le faltaban 2,000 pesos por pagar, pero no podía hacer nada. “Nos estamos quedando sin verduras para recolectar”, explicó.

Un hombre delgado entregó 400 pesos. “Todavía debes 500”, dijo Gastelum.

“¿Cómo voy a pagar?”, preguntó el trabajador. “No estamos ganando lo suficiente”.

Otros jornaleros del Campo Isabeles, parte de un complejo de granjas cerca de Culiacán, en Sinaloa, se quedaron lejos de la tienda para no agregar más a sus deudas.

Catarino Martínez dijo que se había quedado sin comer ese día. Esteban Rodríguez dijo que el dependiente de la tienda lo había amenazado con llamar a la policía si no pagaba los 2,000 pesos que debía.

Pedro Castillo también estaba temeroso. “Los dueños de la tienda dijeron que se llevarían a mi hijo o a mi hija si no pagaba mi cuenta”, dijo.

Gastelum dijo que la amenaza fue hecha en broma, pero parecía que Castillo se la había tomado en serio.

Inclinándose sobre el mostrador, Gastelum dijo que las quejas de los trabajadores sobre no tener dinero eran exageradas. “Todos los trabajadores se van a casa con dinero”, dijo. “Estas personas son grandes ahorradores”.

Marcelino Gálvez, sentado cerca sobre una cubeta volteada, no estaba de acuerdo. Gálvez dijo que le debía 200 pesos a Gastelum y se iría a su casa en una semana. “No he ahorrado nada”, dijo.

Pedro Castillo, y su esposa en su cuarto. El trabajador agrícola dijo que fue amenazado luego de que se endeudo en la tienda del campo. El dueño de la tienda dice que trabajador entendió mal sus palabras.

Las tiendas de la compañía, llamadas tiendas de raya, son un vestigio de un pasado opresivo. Durante la época de las haciendas de principios del siglo XX, estas tiendas mantuvieron a los campesinos enterrados en deudas, alimentando el resentimiento que ayudó a iniciar la revolución mexicana.

Las granjas de exportación del país se han modernizado rápidamente durante los últimos años para cumplir con las normas de seguridad alimentaria de los Estados Unidos y satisfacer, durante todo el año, el apetito estadounidense por las frutas y verduras frescas.

Pero las tiendas de las compañías operan de la misma manera en que lo han hecho durante generaciones: como monopolios caseros que venden a una clientela cautiva, no ponen precios y le dan seguimiento a las compras en libros de contabilidad.

Las tiendas juegan un papel clave en un sistema de trabajo agrícola que mantiene a los trabajadores en una especie de servidumbre por contrato. La combinación de salarios bajos y precios altos de los productos en las tiendas, lleva a muchos de los trabajadores a estar profundamente endeudados con las tiendas. Los trabajadores se pasan la temporada de cosecha tratando de liquidar su deuda. Los guardias y las cercas de alambre de púas desaniman a los trabajadores de huir de los campamentos y de sus cuentas no pagadas.

Al final de la cosecha, muchos de los trabajadores regresan a sus pueblos debiendo dinero a las tiendas. Las deudas los están esperando cuando regresen la próxima temporada y el ciclo continúa.

“Se llevan tu último peso antes de que te vayas”, dijo Fidel Tapia, un jornalero que había llegado al Campo Isabeles desde Guerrero.

Las tiendas sobreviven porque no hay ninguna presión significativa sobre las agroindustrias para ofrecer algo mejor para los trabajadores del campo. En la forma en que los vendedores minoristas de Estados Unidos examinan las condiciones de las granjas mexicanas, la atención solo se enfoca sobre la seguridad alimentaria, no en el bienestar de los trabajadores.

Las normas de responsabilidad social de la mayoría de las grandes compañías no mencionan a las tiendas de la compañía.

Los trabajadores dependen de la tienda del Campo Isabeles, ya que la tienda de abarrotes más cercana se encuentra muy lejos del campo como para ir caminando.

Los trabajadores que viven en el Campo Isabeles y compran productos en la tienda de Gastelum, recogen cosechas para Rene Produce, uno de los complejos agroindustriales más reconocidos de México.

Rene Produce cultiva tomates, pepinos, pimientos y berenjenas en invernaderos y campos abiertos al sur de Culiacán.

La granja envió 200 millones de libras de tomates a los Estados Unidos en el año 2014 y fue nombrada uno de los exportadores agrícolas de México del año. En el mes de septiembre, el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, le entregó el premio al fundador de la compañía, Rene Carrillo, en una ceremonia de gala en la ciudad de Mazatlán.

Wal-Mart, Whole Foods, Target y otras tiendas minoristas de Estados Unidos han vendido productos agrícolas de esta granja.

Rene opera el Campo Isabeles, una colección de edificios en mal estado y con techos de lámina, que es hogar de varios cientos de trabajadores agrícolas. La tienda de abarrotes más cercana se encuentra a media hora de caminata por un camino de tierra, demasiado lejos para la mayoría de los trabajadores después de un largo día en los campos.

La tienda de Gastelum se encuentra justo cerca de la puerta principal del campamento. Es un negocio independiente que le paga una renta a Rene, un arreglo típico en las granjas mexicanas.

La ajustada tienda de ladrillos se asemeja a un mini mercado al costado de la carretera. Gastelum y los miembros de su familia trabajan en el mostrador. La fórmula de bebé, el desodorante, el jabón de baño y los productos enlatados se alinean en los anaqueles detrás de ellos.

Los dulces cuelgan en tiras desde el techo de lámina corrugada. Las carteras de huevos, las papas fritas y más dulces se encuentran en alteros sobre el mostrador. Las jarras de cinco galones de agua se encuentran apiladas afuera.

“Todo lo que deseas, que Dios te lo de en abundancia”, dice en español un letrero escrito a mano.

Nadie entra detrás del mostrador excepto la familia de Gastelum. Los clientes piden lo que quieren y uno de los propietarios lo trae. Los productos más vendidos son los frijoles, el arroz, los huevos, la harina y el papel higiénico.

Sin las etiquetas de los precios, es difícil precisar cuánto cuestan los artículos.

Gastelum dijo que cobraba 2 pesos por cada huevo; tres clientes dijeron que habían pagado 2.50 pesos.

Un kilo de frijol costaba 20 pesos o alrededor de $1.40 dólares, de acuerdo a la información proporcionada por un miembro de la familia Gastelum. Los clientes dijeron que habían pagado entre 28 y 30 pesos, cerca de $2 dólares.

Al igual que muchas otras tiendas, ésta es un centro social, con conversaciones a todas horas.

Lorenzo, el hijo de Gastelum, da la bienvenida a la tienda, mientras cuida el pollo que está colocado sobre una parrilla del asador. “Estamos aquí para servir a las personas”, dijo Lorenzo. “Todo lo que necesitan, se los ofrecemos”.

En muchas granjas de exportación, los trabajadores agrícolas caen en deuda desde el momento en que se bajan del autobús. La mayoría de los trabajadores son de regiones indígenas de México. Típicamente no tienen nada de dinero y no se les pagará durante un semana o más. Necesitan crédito inmediato y las tiendas se lo dan.

A diferencia de los trabajadores, los gerentes de las granjas y los ingenieros agrícolas pueden conducir hasta las grandes tiendas de descuento para realizar sus compras. Para los trabajadores agrícolas, la tienda es generalmente la única opción en varios kilómetros a la redonda. Por la falta de espacio o refrigeradores, los trabajadores a menudo tienen que comprar sólo un rollo de papel higiénico, una barra de jabón o un huevo o dos a la vez.

Después de un día de trabajo en los campos, a los jornaleros se les puede cobrar la mitad de su salario por la compra de un refresco y un plato de pollo y ni siquiera saben cuánto ha sido agregado a sus deudas.

Muchas tiendas no dan recibos. Los precios varían de tienda en tienda, incluso de cliente en cliente.

“Depende de cómo observan a alguien… Si no puede leer o escribir, el precio puede ser más caro”, dijo Crescencio Ramírez, director general de la Red de Indígenas de Sinaloa.

El gobierno federal, sensible a la tensa historia de las tiendas de las compañías, opera sus propias tiendas de descuento en algunos campamentos y envía tiendas móviles a otros. Algunos complejos agroindustriales han formado cooperativas para vender productos básicos con precios bajos a los trabajadores agrícolas. Pero tales esfuerzos han sido muy limitados.

Habiendo estado dentro del negocio por 40 años, Israel Gastelum se apega a la tradición. Realiza el recuento de las compras a mano sobre un libro desgastado de contabilidad.

Gastelum dijo que eleva los precios lo suficiente como para cubrir su pago de renta para Rene Produce y recibir una pequeña ganancia. Dijo que se puede permitir unas ocasionales vacaciones en el sur de California, donde hace años trabajó en un mercado de carne y en la construcción, pero que vive modestamente.

Gastelum cobra 8 pesos por rollo de papel higiénico. Un paquete de cuatro rollos cuesta casi la mitad menos en las tiendas de descuento de Culiacán.

Cobra 102 pesos, alrededor de $7 dólares por un paquete de 40 pañales, 30 pesos más que en las tiendas de descuento.

La soda y otros artículos solamente estaban ligeramente más caros que en las tiendas de abarrotes.

Para los trabajadores agrícolas, incluso los pequeños incrementos en los precios duelen. Después de manejar su deuda durante la mayor parte de la temporada, muchos se desesperan cuando se acerca el final de la cosecha y hay menos cantidad de tomates, pimientos y pepinos para recolectar.

Los salarios bajan, de $14 dólares por día al inicio de la cosecha a sólo $4 dólares por día hacia el final de la cosecha, pero los precios en las tienda no bajan.

Marta Gastelum, la nuera del dueño de la tienda, dijo que los trabajadores salían adelante comprando menos artículos. La caída en compras es evidente hacia el final de cada temporada, dijo.

“Necesitan ahorrar dinero para pagar la cuenta”, dijo Marta. “Así que las personas comen menos”.

En el 2013, Peña Nieto fue a Rene Produce para poner en marcha una campaña para eliminar el hambre y la desnutrición en México. Rene parecía ser un lugar lógico para el anuncio del presidente, dado su éxito como productor de altos volúmenes de alimentos.

Pero cuando un reportero y un fotógrafo del Times visitaron la granja en marzo, cerca del final de la cosecha del 2014, la comida era escasa para muchos de los trabajadores agrícolas.

Después de recoger verduras todo el día, los hombres buscaban mazorcas de maíz en un campo cercano. Otros lanzaban líneas de pesca en un canal de irrigación. Las personas llenaban los contenedores con agua del canal, en lugar de pagar por el agua embotellada.

Catarino Martínez dijo que para comer dependía de los pepinos o pimientos que le daban sus amigos. “Me gustaría comer una galleta o unas papas fritas, pero no tengo nada de dinero”, dijo.

Luis Samuel Hernández, un hombre joven y delgado, dijo que una tortilla era todo lo que había comido ese día porque la tienda de la compañía había cortado su crédito.

Algunos recolectores que estaban en la misma situación que Hernández, trazaban planes de escape.

“Soy un hombre honesto”, dijo Hernández. “Quiero salir por la puerta principal”.

Un ejecutivo de Rene Produce se mostró sorprendido cuando el Times describió las deudas y las dificultades a las que se enfrentan los trabajadores en la granja.

“Tenemos que escuchar lo que han dicho y hacer algo”, dijo José Humberto García, el jefe de operaciones.

García dijo que Rene había estado en contacto con la organización sin fines de lucro, Fair Trade USA, la cual aboga por la agricultura sustentable y el tratamiento equitativo de los trabajadores, sobre las formas de mejorar el bienestar de los trabajadores.

“No somos el tipo de compañía que encuentra formas de mejorar y que no hace nada al respecto”, dijo García.

Los estándares de Fair Trade USA requieren que los productos básicos de todos los días sean vendidos al costo en los campos de trabajo agrícola. García dijo que Rene consideraría tal política.

En cuanto a los reclamos de los trabajadores, de que habían sido amenazados debido a sus deudas, García dijo, “No tiene sentido asustar a las personas… Vamos a hacer algo al respecto”.

García dijo que no todos los trabajadores agrícolas de Rene Produce tienen dificultades financieras y mucho dependía de su habilidad para administrar el dinero. Algunos de los trabajadores dijeron que eran capaces de ahorrar, sobre todo los mayordomos y los hombres y mujeres jóvenes sin familias.

Whole Foods, que ha abastecido productos de Rene, dijo que estaban investigando a la tienda de la compañía y otros problemas que el Times encontró en el Campo Isabeles.

“Estamos iniciando el debido proceso que seguimos con los proveedores cuando temas como estos son traídos a nuestra atención”, dijo Edmund LaMacchia, vicepresidente global de compras para Whole Foods. LaMacchia describió a Rene como un proveedor menor.

Target dijo que a principios de este año, había recibido “una cantidad muy pequeña del producto agrícola” de Rene, pero que actualmente no estaba vendiendo frutas o verduras del proveedor y no tenía planes para hacerlo.

Una portavoz de Wal-Mart dijo que Rene “provee productos agrícolas para las operación de venta al por menor de Wal-Mart en los Estados Unidos”. La compañía minorista dijo que el año pasado puso a Rene en un “plan de acción correctiva”, después de descubrir las deficiencias de seguridad contra incendios y otros problemas no especificados en sus instalaciones.

Wal-Mart y Target no ofrecieron ningún comentario sobre las condiciones de trabajo en la granja mexicana.

Para Luis Hernández, el vigilante nocturno del Campo Isabeles, el final de la cosecha del 2014 significó una mayor vigilancia. Cada vez que veía que alguien se iba, confirmaba con Gastelum para asegurarse que el jornalero hubiera pagado sus deudas, dijo Hernández.

Algunas personas tuvieron que entregar sus pertenencias para saldar sus deudas. “Tienen que entregar sus televisiones, sus ventiladores o cualquier cosa de valor”, dijo Hernández. Otros trabajadores se brincaban la cerca de alambre de púas cuando no había vigilancia, dijo.

Pero Israel Gastelum no se preocupó mucho por quedarse con las cuentas no pagadas. La mayoría de los trabajadores agrícolas regresan para la próxima cosecha y sus empleos y sus deudas los estarán esperando, dijo.

“Si no me pagan ahora”, dijo Gastelum, “siempre estará la próxima temporada”.

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