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Un recorrido por El Cairo islámico de Naguib Mahfuz de la mano del escritor

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EFE

En los callejones de El Cairo islámico todavía se puede encontrar una parte de ese mundo que el escritor Naguib Mahfuz plasmó en sus novelas, con las que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1988, que lo convirtió en el vecino más popular de este barrio.

Ahora, en uno de esos callejones, cerca de la antigua residencia del literato, se puede visitar el nuevo Museo de Naguib Mahfuz, donde está conservado su Premio Nobel en una vitrina de cristal así como muchos otros objetos originales que le pertenecieron.

“Este lugar fue elegido para albergar el museo porque está vinculado con su infancia, además está cerca de las calles que formaban parte de todas sus obras y que reflejan también El Cairo histórico”, explica a Efe el director del Fondo de Desarrollo Cultural Egipcio, Fathy Abdelwahab.

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Esta institución gubernamental se hace cargo del museo, cuyas paredes están decoradas con imágenes de las portadas de las novelas de Naguib Mahfuz, fotografías y reflexiones del escritor.

También recoge todas sus obras en inglés y en árabe, y Abdelwahab asegura que se ha puesto en contacto con editoriales de diferentes países para que donen las copias del autor en otros idiomas para completar la colección.

El proyecto comenzó a andar tras el fallecimiento del escritor en el año 2006, pero hasta el pasado julio el museo no fue inaugurado y abierto al público.

Aldelwahab señala que su apertura “da valor cultural” a la zona de Al Gamaliya, en el corazón de El Cairo fatimí, donde egipcios y extranjeros acuden sobre todo para visitar monumentos islámicos y el conocido zoco de Jan Jalili.

A poca distancia del Museo de Naguib Mahfuz, en las entrañas de ese zoco, está la cafetería Fishaui, también conocido como el café de los espejos, donde el escritor tenía una sala reservada para él y con el gentío y la actividad del mercado se inspiraba para escribir sus historias, como las recogidas en la trilogía de El Cairo (“Entre dos palacios”, “La azucarera” y “Palacio del deseo”).

Abu Mohamed Abuljeir, camarero del establecimiento desde los años 60, recuerda como servía té verde o café sin azúcar al autor, que solía acudir solo y a veces acompañado de un librero amigo suyo con el que intercambiaba impresiones.

El camarero asegura a Efe que Mahfuz siempre se mostraba amable con los que se acercaban a saludarle, cuando empezó a ser conocido más allá de los círculos de intelectuales cairotas.

Gracias al nombre del escritor, la cafetería fundada en 1710 todavía recibe a muchos clientes, que a día de hoy pueden tomar un té y fumar una pipa de agua en el local que poco ha cambiado, aunque sus precios han aumentado conforme a su fama entre turistas y curiosos.

Otro de los locales que frecuentaba para buscar inspiración es la cafetería Qúshtumar, en el barrio de Bab al Shaareyah, ahora cerrado pero que en el siglo XX era un lugar de encuentro de literatos, entre los que destacaba el premio nobel egipcio.

Mahfuz escribió un libro ambientado en este lugar, “El café de Qúshtumar”, que relata la historia del Egipto del siglo XX a través de la vida de cuatro amigos que se reúnen en este lugar a lo largo de 70 años.

Al preguntar en el barrio por la cafetería, todos los vecinos indican donde se encontraba el establecimiento, que fue clausurado hace años al parecer por problemas de herencia de los propietarios, según se rumorea en el barrio.

Hassan, un vecino de la zona que aún recuerda a Mahfuz, cuenta a Efe que el escritor, a pesar del éxito que logró, era “un hombre muy humilde” y frecuentaba esta zona popular de El Cairo y “hablaba con todo el mundo”.

Sin embargo, el autor tuvo que retirarse de la vida pública después de ser víctima de un intento de asesinato en 1994, cuando tenía 83 años, a manos de un islamista radical.

Una de sus novelas, “Hijos de nuestro barrio”, fue especialmente polémica porque en ella retrata a tres personajes que representan a Moisés, Jesús y Mahoma -considerados profetas por el islam-, a través de los cuales Mahfuz relata la historia de la humanidad.

Pero la polémica no ensombreció el legado del autor, el primer escritor árabe que recibió el Premio Nobel de Literatura y gracias al cual los laberínticos callejones de El Cairo islámico y los secretos de sus gentes forman parte del imaginario colectivo y del patrimonio cultural universal.

Por Esther Alaejos

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