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El aislamiento de Albania permitió el desarrollo de un singular bosque de hayas

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EFE

El aislamiento de Albania durante las décadas del comunismo ha hecho posible que en la frontera con Macedonia del Norte haya podido proliferar un bosque virgen de hayas, un tesoro de la naturaleza que desde 2017 goza del privilegio de ser Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

Con una extensión de 2.200 hectáreas, el bosque de Rrajce se integra en las 34.000 hectáreas que conforman el parque nacional Shebenik Jabllanice.

Durante la larga dictadura de Enver Hoxha nadie podía entrar en esta zona fronteriza protegida con alambre espino.

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En los años de la transición democrática, continuó de facto aislada por la falta de carreteras y su lejanía de los centros poblados.

Eso ha permitido que el bosque se regenere por si mismo siguiendo las leyes de la naturaleza, y sin la interferencia del ser humano, convirtiéndose así en hábitat de muchos animales en peligro de extinción como el lince balcánico.

“Este área, esta reserva natural que es muy especial, es un laboratorio biológico natural donde todo los ciclos se desarrollan sin la injerencia del ser humano”, explica a Efe, Xhek Nezha, director local de la Agencia Nacional de Zonas Protegidas.

Como en un museo se pueden contemplar árboles de todas las edades, desde los más pequeños que acaban de despuntar del suelo, hasta los más longevos de unos 300 años de edad de troncos rectos y copas que llegan a 50 metros de altura.

Los árboles caídos no se retiran y sus troncos yacen en el suelo cubiertos de musgo, setas, telarañas y con huecos que han dejado los pájaros carpinteros.

Mientras se pisa sobre hojas que con el tiempo han formado un suelo esponjado, el visitante se sumerge en el relax que proporcionan la frescura de los árboles, el verdor de las hojas y el canto de los pájaros.

El bosque recibe el nombre de un conjunto de pueblos de 11.000 habitantes llamado Rrajce. Algunos estaban completamente aislados hasta hace una década y aún hoy solo tienen caminos sin asfalto, donde el caballo sigue siendo el principal medio de transporte.

“Estos bosques nos los creó Dios. Son maravillosos. Los tenemos aquí y debemos protegerlos como la niña de nuestros ojos”, afirma a Efe, Demir Gura, habitante del pueblo Skenderbej.

En toda la zona, conocida por sus bellos trajes tradicionales y bailes populares, faltan albergues, pero si llamas a la puerta de un campesino te invitará a comer y te ofrecerá lo mejor de su casa, respetando así las costumbres ancestrales de hospitalidad.

Los enemigos principales del bosque son los incendios, las talas ilegales y el cambio climático.

Para el experimentado técnico forestal Shyqyri Pali, el mayor problema no son los vecinos, sino los individuos que vienen en coches y talan leña con motosierra para venderla en el mercado negro.

Se ven animados a seguir esta actividad ilegal porque las condenas previstas por la ley son mínimas y muchos incluso las esquivan sobornando a los jueces a cambio de libertad.

Los 8 guardias forestales, mal pagados, son insuficientes para controlar el amplio territorio de este parque natural, rodeado del monte Shebenik de 2.253 metros y numerosos lagos y ríos alpinos.

De todas formas, el personal del parque reconoce que la situación ha mejorado debido a la labor de la Agencia Nacional de las Zonas Protegidas y que ahora no es como antes cuando los bosques eran tierra de nadie y sin dueños.

Además, la moratoria que prohíbe la caza aplicada desde 2016 ha aumentado en el parque las poblaciones de animales en peligro de extinción como el lince, el oso pardo, la cabra salvaje, el lobo.

La entrada a esta reserva natural está prohibida sin un permiso especial y los que disfrutan actualmente de esta belleza de la naturaleza son los habitantes de la zona que organizan picnics en el parque nacional que la rodea, que alberga el 80 % de la flora albanesa.

Por Mimoza Dhima

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