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Siempre seré José Alejandro, dice otro marchista que da lustre a los Barrondo

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EFE

Hoy cree que, por fin, ha puesto un dique entre él y su primo famoso, aunque garantiza que a pesar de la visibilidad que da una medalla de bronce en los Juegos Panamericanos nunca dejará de ser José Alejandro, el marchador guatemalteco José Alejandro Barrondo.

Así el joven de 22 años ha añadido lustre en Lima al apellido que ya obtuvo visibilidad desde que su primo Érick obtuvo en Londres la medalla olímpica de plata.

José Alejandro tenía 15 años, se dedicaba a lustrar zapatos en su natal Cobán para ayudar a sus padres al sostenimiento de la familia Barrondo Xuc que componen siete hermanos más.

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Uno de ellos, Rolando, le desafió a que si quería cambiar su vida tendría que practicar en serio la marcha como ya lo hacía Érick Barrondo García.

“La mayoría de las personas me conocen como el primo de Érick, pero creo que he luchado para hacer mi propia historia. He trabajado bastante, fuerte para querer salir adelante, para marcar diferencia, no por querer ser superior a nadie”, declaró a Efe Barrondo Xuc.

“Yo admiro mucho a Érick y lo respeto bastante, he aprendido de él que el trabajo fuerte es lo único que nos va a llevar a un buen resultado, pero siempre voy a ser José Alejandro”, manifestó poco después de cruzar la meta en tercer lugar tras el ecuatoriano Brian Pintado y el brasileño Caio Bonfim, quien le dedicó cariñosos elogios por su estilo, futuro y su inquebrantable espíritu de lucha.

“La perseverancia nos lleva a alcanzar las metas que nos trazamos. Me han desclasificado varias veces, hubo momentos en que me quise rendir por falta de apoyo pero estamos en el podio panamericano. Eso representa mucho. Sé que muchos no se lo esperaban pero yo si lo soñaba”, declaró emocionado.

Razones para renunciar al sueño además de las difíciles posibilidades para obtener apoyo económico, ya tuvo. Durante el Mundial Juvenil de Donetsk fue descalificado cuando iba segundo, a solo cien metros de la meta.

“No debemos desmayar cuando tenemos un sueño y una meta que alcanzar, así haya un montón de adversidades en el camino”, reflexionó al recordar, ya como anécdotas, esos malos momentos.

También pareció volver a sentir en la piel el rigor de la preparación del equipo guatemalteco que orienta Julio Urías al llegar a Lima.

“Nos entrenamos a 3.800 metros de altitud, nevaba, caía hielo, el frío era horrible. Y aquí fue como estar en el cielo”, dijo al admitir que las condiciones del clima, mucho menos frío y amenizado por una fina lluvia, favorecieron su desempeño en la capital peruana.

“Creo que el cierre estuvo bastante duro, bastante complicado, porque lo inicié mucho antes y eso me fue disminuyendo fuerzas. Son aspectos que voy a ir corrigiendo pero el resto de la competencia la disfruté al máximo”, aseguró.

De la estrategia de carrera para él y su compatriota José María Raymundo, que no terminó el recorrido, admitió que el entrenador Urías apeló más al orgullo y el sentimiento.

“Nos dijo: echen ganas, no se queden con nada en el cuerpo y, sobre todo: ustedes pueden”.

Y él pudo. Tanto que ganó la admiración del brasileño Caio Bonfim, medalla de plata en la prueba y respetado en Lima por haber sido medallista de bronce Mundial en 2017.

Una cariñosa conversación sostuvieron en privado tras la prueba.

“Me dijo que me admira mucho y que tengo mucho futuro. Me pidió que no desmayara, que siguiera luchando y entrenando pero con Dios en el primer lugar porque Él nos da la salud y todo lo necesario para seguir viviendo”, puntualizó el joven que de niño trabajó con una caja de lustrar y hoy se subió en una muchísimo más grande de tres escalones.

El sueño de muchos que como él ahora viven para marchar.

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