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Bubriski fotografía la Siria prebélica para recordar y “seguir adelante”

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EFE

El fotógrafo estadounidense Kevin Bubriski, que acaba de publicar un libro de instantáneas captadas en la Siria anterior al estallido de la guerra civil, cuenta en una entrevista a Efe que desearía que la belleza de sus monumentos imprimiera fuerza a los sirios “para seguir adelante”.

Las ruinas de la legendaria Palmira todavía en pie, los mercaderes de jabón y especias de los laberínticos zocos de Alepo, cuando en 2003 nadie podía imaginar que los bombardeos los reducirían a escombros, o los restos de la Iglesia de San Simeón quedaron grabados para siempre en el objetivo de Bubriski, un amante de la fotografía en blanco y negro.

“Espero que la gente, especialmente los sirios, se sientan orgullosos de su cultura histórica, que les dé fuerza recordar la belleza de su país para seguir adelante”, dice Bubriski, que explica sentirse “afortunado” y “agradecido” por haber podido fotografiar la magia de Siria, donde el comienzo de la guerra cumplió este viernes su trágico octavo aniversario.

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El libro, titulado “Legacy in Stone. Syria Before War” (Legado en piedra. Siria antes de la guerra), ha sido editado por PowerHouse Books y reúne 100 fotografías en blanco y negro que no vieron la luz hasta el año pasado por distintas razones, según explica su autor.

Era el mes de noviembre de 2003, cuando el frío del otoño empieza a dejarse notar en Siria, y poco después del comienzo de la invasión estadounidense de la vecina Irak, cuando el fotógrafo afincado en el pequeño pueblo de Shaftsbury, en el estado de Vermont, tuvo la “suerte” de “vivir la aventura” de recorrer el país para fotografiarlo.

Con su cámara Hasselblad, su flema y su empeño en afrontar la vida con “una actitud saludable” y en captar la belleza, Bubriski (1954) viajó a las Ciudades Muertas bizantinas del norte de Siria, a los palacios omeyas del desierto central y a la magnífica Apamea.

Entre todos los monumentos que visitó, destaca las ruinas de la Iglesia de San Simeón, y se pregunta cómo un “monumento arquitectónico mundial como este no es conocido por mucha gente”.

También Palmira, la capital donde gobernó en el siglo III la mítica Zenobia y cuyas ruinas destrozaron con saña las huestes del fanático Abu Bakr el Bagdadi, tras conquistarla dos veces, en mayo de 2015 y en diciembre de 2016.

En las nostálgicas imágenes formato 1x1 de Bubriski todavía sigue en pie el templo de Bel, dinamitado por el grupo terrorista Estado Islámico, el arco del triunfo o el tetrapilo de la ciudad, que un día brilló con luz propia en la ruta de la seda.

Entre sus ruinas, el artista divagó durante cuatro días, en solitario, diez horas cada jornada, con un poco de agua, algo para picar y su cámara para captar el atractivo ensueño de su historia.

En Alepo, considerada por muchos la ciudad comercial más antigua, la presencia humana cobra protagonismo con sus comerciantes de vestidos de novia o de todo tipo de sogas, sus estudiantes de religión o los hombres de negocio.

Allí, Abdala Abdelahi, un hombre que encontró por sus zocos, ahora irreconocibles, le hizo de guía. Pero Bubriski comenta que no mantiene contacto con la gente que contactó allí y que todos los sirios que conoce ya no viven en aquella Siria ni en la de hoy, donde la división y la guerra distan mucho de llegar a su fin.

Cuenta que los distintos compromisos, otros trabajos y su vida personal no le permitieron publicar su trabajo después del viaje. Tras el estallido de la guerra, amigos y compañeros le animaron a difundirlo, pero las circunstancias tampoco fueron propicias hasta 2015, cuando el proyecto empezó a avanzar hasta ver la luz.

Asegura emocionado no encontrar las palabras para describir la Siria de hoy, la indiferencia por la cultura, por el legado histórico y por las vidas humanas: “Es inimaginable, una tragedia”.

Pero le gustaría volver al país encerrado en sus fotografías, aunque no tiene planes para ello, para captar “el profundo dolor” de sus gentes porque, según confiesa, como fotógrafo documentalista “quiero creer en el poder de la fotografía, en su capacidad de crear puentes y comprensión entre la gente”.

Bubriski trabajó como fotógrafo durante años en Nepal y también hizo reportajes en viajes a India, Tíbet y Bangladesh, una trayectoria que le valió diferentes galardones. Su trabajo ha aparecido en diversas ocasiones en The New York Times y Los Angeles Times.

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