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Vida Alegre, centro LGTB para ancianos al que acuden jóvenes y heterosexuales

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EFE

La casa de día Vida Alegre abrió sus puertas en Ciudad de México hace un año como un proyecto enfocado a dar asistencia a adultos mayores del colectivo LGTB pero a día de hoy, la curiosidad o la necesidad son los únicos requisitos para poder entrar.

Samantha Flores, una mujer transexual de 87 años, es la fundadora de este espacio que se inauguró hace casi un año y en el que, aseguró en entrevista a Efe, hay espacio “para todo el mundo que necesite ayuda”.

Los tres días a la semana que abre el centro (martes, jueves y sábado), los voluntarios ofrecen actividades totalmente gratuitas como meditación, tanatología, proyecciones de películas, misas ecuménicas y asistencia médica y psicológica.

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Vida Alegre inició su actividad gracias a donaciones que permitieron que se formalizará su fundación como asociación y alquilaran el pequeño local donde realizan las actividades, el cual pretenden aumentar tan pronto puedan debido al progresivo aumento de asistentes a los talleres.

Samantha explicó que llamó a muchas puertas para conseguir financiación pública y “aunque no dijeron que no, tampoco dijeron que sí”, por lo que tuvieron que buscar una alternativa.

Ahora cada día acude más gente: tanto vecinos del barrio no pertenecientes al colectivo LGTB, como personas que viajan más de una hora en transporte público para llegar.

Una de las personas de reciente integración es Gustavo, de 80 años, que se decidió a entrar en el local hace dos semanas, tras ver la bandera multicolor colgada en la ventana y leer que recibían a personas de la tercera edad.

“Decía para gente de edad y pensé, yo ya no me voy a aburrir en mi casa y no voy a ir tanto al cine. Ahora voy a tener con quien platicar, jugar y cambiar opiniones”, explicó a Efe.

A este exempleado del Gobierno le llenan mucho las actividades que realizan en Vida Alegre, en especial le gusta conversar sobre temas de actualidad, el yoga y la meditación, que imparte Vincent Schwan, quien es coordinador de voluntarios y capellán de la Iglesia anglicana.

A pesar de haber trabajado durante más de 20 años en la Iglesia episcopal, en la que, aseguró, hay gran apertura mental, las misas y clases de meditación que ofrece en la asociación no van encaminadas a adoctrinar a los asistentes, su trabajo “es con la persona entera: mente, cuerpo y espíritu”, explicó a Efe.

Schwan acudió a Samantha después de un momento en el que decidió que necesitaba profundizar las relaciones con la gente a la que ayudaba, y desde entonces da apoyo espiritual a quienes acuden al local.

“La Ciudad de México es una ciudad ruidosa, problemática y a veces peligrosa. Hay mucha soledad en las ciudades y más para las personas de la tercera edad”, terminó el capellán.

Samantha, quien acudió a España en múltiples ocasiones e incluso fue imagen del festival de cine LGTB LesGaiCineMad de Madrid, comenzó su camino como activista tras la pandemia del VIH, en la que perdió a muchos amigos y en concreto a uno que fue para ella su “papá, hermano, compañero, todo”.

En los últimos meses de vida de esta persona, hace 22 años, hubo una asociación que le ayudó a Samantha a cuidarlo y en agradecimiento se volvió voluntaria.

Tras un tiempo como voluntaria y activista alguien le dijo que por qué no creaba un lugar para adultos mayores y ella, dada su condición de mujer transexual de algo más de 80 años, empezó a darle vueltas al proyecto.

“Me enamoré de la idea, pero tardé cinco años debido a las dificultades para encontrar financiación. (...) Nunca había pensado en algo así, yo quería vivir la vida y divertirme, lo hice por agradecimiento”, comentó.

Samantha cree que en México la situación para las personas del colectivo LGTB es bastante buena y como asociación nunca han tenido ningún problema con los vecinos ni con nadie que pasara por delante del local, por lo que opina que Vida Alegre es un lugar donde estar tranquilo.

Así lo confirmó Gustavo, quien dijo que tiene a Vida Alegre como un punto de referencia para el resto de su vida.

“Me agrada mucho, es como un faro para mí. (...) Los mexicanos tenemos miedo a lo nuevo pero yo no he visto gente que rechace grupos que, como este, hacen bien a la gente. Somos abiertos, nos fascinan los colores”, sentenció.

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