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Dos ecuatorianos se preparan para abrir una nueva ruta en el Himalaya en marzo

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EFE

Los alpinistas ecuatorianos Roberto Morales y Nicolás Navarrete se preparan para viajar en marzo a los Himalayas, donde buscan abrir una nueva ruta, en una travesía que según prometen, estará cargada de adrenalina y pasión por alturas.

Ambos han realizado individualmente expediciones a esta cordillera asiática, pero el reto que se han fijado para este 2019 es mayor, puesto que avanzarán a una altura superior a los 8.000 metros sobre el nivel del mar, después de que en su última expedición llegaran a los 6.000, explicaron a Efe.

El viaje está previsto para mediados de marzo y aunque aún no tienen del todo definida la ruta que tomarán en su expedición por el sistema montañoso más alto del mundo, su objetivo es trazar un nuevo camino para futuros montañistas dispuestos a tocar las nubes.

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Una “maravillosa vista” y la “estética de las montañas” es lo que deslumbra a estos intrépidos jóvenes en cada aventura, en la que encuentran siempre un nuevo reto que les lleva a cuestionarse: “?Hasta qué punto exponer mi vida?”, y es que muchas veces todo depende de una simple cuerda.

“Cada montaña es difícil técnicamente, pero no piensas en dejarlo (aunque) sí te cuestionas, porque hay condiciones no óptimas como roca suelta o descompuesta y empieza a caer material de la montaña”, expone Morales, de 29 años.

El escalador, que lleva más de una década practicando la disciplina, reconoce que “todas las montañas nos han dado buenos sustos, hemos tenido pequeñas y grandes caídas”.

Pese a las adversidades, su mirada está puesta en los Himalayas y la preparación para esta gran odisea empieza meses antes.

Escalando rocas y subiendo montañas logran aclimatar el cuerpo, adquieren una condición aeróbica y desarrollan fuerza muscular en las piernas, así como resistencia corporal general, además de “capacidades específicas” que brinda la escalada, afirman.

“Entrenamos seis días a la semana entre tres a doce horas. Cuando estamos en la montaña hacemos jornadas de doce horas o más y en la ciudad entrenamos en un gimnasio de escalada”, precisa Morales.

De su lado, Navarrete, de 31 años, dice que la preparación mental es “el punto más fuerte” de ambos, y la motivación que mantienen, en buena medida por el apoyo incondicional de sus familiares, son la base que los llena de fuerza para dar los pasos directos a la cima.

En este proyecto invertirán unos 35.000 dólares y, a pesar de que quienes les auspician les ayudan con el equipo, vestimenta y comida, los andinistas insisten en que reunir ese presupuesto es una de las mayores dificultades que demanda este deporte.

“Lo más difícil de las travesías puede ser la parte económica porque la financiación es el primer paso y es bien complicado. A veces son expediciones que superan los 20.000 o 30.000 dólares y recaudar esos fondos no es nada fácil”, afirma uno de ellos.

Se suman las complicaciones que encuentran en los aeropuertos, en la propia escalada, las condiciones climáticas o de la roca, y problemas de peso y de agua.

Factores no han desmotivado a los jóvenes ecuatorianos que dicen encontrar en las montañas “un hogar”.

Su rutina una vez en la montaña comienza a las tres de la mañana y con las botas puestas desayunan rápidamente, toman sus suplementos alimenticios e inician el viaje.

Con el ascenso del sol enfilan hasta llegar al próximo punto seguro o a la misma cumbre, en caminatas suelen tomar entre 12 a 46 horas, en algunos casos.

Morales y Navarrete se iniciaron en el montañismo sin saber que en este deporte encontrarían sus raíces y su conexión con ellos mismos.

Para el primero, la escalada le mantiene enfocado: “Estoy ahí al cien por ciento y no importa lo que pase en mi vida exterior”.

Navarrete afirma, en cambio, que el montañismo le hace “volver a las raíces” pese a la dificultad que conlleva.

“Es duro porque se experimentan golpes, climas extremos, hambre, necesidades, pero las salidas de lo cotidiano son satisfactorias”, recalca.

Ambos deportistas practican el alpinismo desde hace quince años, pero sus caminos se cruzaron hace ocho, cuando realizaron una escalada en una montaña de la vecina Colombia.

Desde entonces, el compañerismo de ambos los ha llevado a estar en las cimas más altas del mundo y a observar los mejores paisajes.

La naturaleza de la montaña se ha vuelto su “verdadero hogar” que los llena de energía nueva y los hace conectar con su parte espiritual y recordar que “el hombre viene de la tierra”.

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