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Posteguillo: “En el Imperio Romano había más inteligencia a nivel político”

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EFE

El escritor español Santiago Posteguillo, ganador del Premio Planeta 2018, asegura que la lucha por el poder continúa los mismos esquemas que había con el Imperio Romano, aunque entonces los que se movían por ellos lo hacían con “más inteligencia”.

“Desde el punto de vista de la naturaleza humana estamos igual en cuanto a las luchas de poder o las historias de amor; los universales sentimentales son los mismos, se ama, se odia, se es leal o se traiciona igual”, afirma el autor de “Yo, Julia”, en entrevista con Efe durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Posteguillo (Valencia, 1967) dice que para saber lo que él opina de la política solo hace falta leer las novelas que escribe: “Si lees entre líneas, te estoy diciendo lo que pienso de lo que está pasando hoy en día. No hay tanta diferencia”.

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No obstante, “pienso que en el Imperio Romano, a nivel político, había más inteligencia; es una sensación que tengo”, remarca.

Con “Yo, Julia”, con la que ganó la 67 edición del Planeta, el autor retoma la época de la Antigua Roma -en la que ya situó su trilogía sobre Escipión el Africano y la del emperador Trajano- para poner en el centro, en esta ocasión, a Julia Domna.

Un ambiciosa mujer (170 d.C-217 d.C) que buscó iniciar una nueva dinastía y se convirtió en la emperatriz más poderosa de Roma, pero que aun así “estaba injustamente olvidada”.

Algunas personas le han comentado que Julia guarda ciertos parecidos con Livia, de “Yo, Claudio”, libro al que Posteguillo hace un guiño con el título de su novela. Sin embargo, la búsqueda del poder de Julia es de “caza mayor”.

“Livia lo que quiere es eliminar a los herederos al trono” en favor de su hijo Tiberio, hasta que solo queda este, pero “Julia no va por los herederos, va por los que ya se han proclamado emperadores; lo de ella es mucho más grande”, argumenta.

Después de que escribiera sus primeras novelas, una compañera de departamento -también es profesor de literatura inglesa y americana- le llamó la atención porque había pocos personajes femeninos o que estos no estaban muy desarrollados.

“Me di cuenta de que llevaba razón, reflexioné el porqué y me di cuenta de que me dejaba llevar por las fuentes clásicas, que hablan de hombres, apenas de mujeres”, relata.

Según avanzan las páginas, los lectores “se van a dar cuenta de que había mujeres en Roma que eran muy importantes y que realmente manipulaban, influían, intervenían, participaban en asuntos de Estado al máximo nivel”.

“Esa es una imagen que normalmente no se tiene, y hay que corregirlo porque pasaba, y con Julia pasó”, agrega.

Posteguillo considera que “hay que recontar la historia”. No “reescribirla”, pero sí “contarla completa”, incluyendo tanto a hombres como a mujeres que fueron relevantes.

A la hora de documentarse sobre Julia, se topó con un punto conflictivo: había enemigos que acusaban a Julia de promiscuidad con la intención de separarla de su marido, Septimio Severo, y que no influyera tanto en él. ?Era cierto este señalamiento?

“Tenía fuentes que decían que no, otras que sí, y esto es importante por cómo se construye el personaje. No es un libro de historia; no puedo decir que hay dos opciones. Hacer una novela es tomar una opción e ir hasta el final”, defiende.

Por una parte, había fuentes clásicas que respaldaban que no era promiscua, mientras que fuentes posteriores decían que sí lo era. Por otra, cayó en la cuenta de que las fuentes que la acusaban eran occidentales.

“En la parte occidental del imperio había xenofobia contra las mujeres orientales (como Julia, nacida en la actual Homs, Siria), que desde Cleopatra habían intentado intervenir en la política”, explica.

El autor vio claro que había “xenofobia” contra Julia, por lo que se inclinó por crear a su protagonista desde ahí: “Quería tomar la opción que me parecía más real, y para mí era eso”.

Profesor en la Universidad Jaume I de Castellón, considera que al escribir intenta aplicar las mismas técnicas que usa en su clase, regidas por la máxima de que “desde el entretenimiento se aprende mejor”.

Por eso, no rechaza la “vertiente didáctica” de sus novelas, en las que intenta introducir las acciones “de forma dinámica, cinematográfica, ágil y que parezca una película”.

“Y creo que funciona”, concluye.

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