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México observa con alivio el juicio del Chapo en EE.UU.

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EFE

México observa con cierto alivio el comienzo del juicio en Nueva York al narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán, quien representa una mancha para el Gobierno mexicano por su incapacidad de mantenerle retenido y juzgarle.

Considerado como el narcotraficante más huidizo por sus fugas de cárceles de alta seguridad y dirigir uno de los carteles más exitosos en el suministro de droga a Estados Unidos, el juicio al Chapo da un respiro a México por su impotencia en juzgar a este tipo de criminales.

El Chapo comenzó su carrera en la década de 1980, en la época de capos como Rafael Caro Quintero, hoy prófugo, y el fallecido Amado Carrillo Fuentes, alias “el Señor de los Cielos”, miembros de la primera generación de grandes narcotraficantes mexicanos.

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Fue lugarteniente de Miguel Ángel Félix Gallardo, jefe del cártel de Guadalajara, y pionero en el transporte de cocaína y marihuana en grandes aviones Boeing desde Colombia a Estados Unidos, que regresaban cargados de millones de dólares en billetes pequeños.

La captura en 1989 de Félix Gallardo provocó la división del cártel de Guadalajara y llevó a Guzmán a fundar el de Sinaloa, con el que se consolidó como máximo líder del narcotráfico en México.

Ya con el control en sus manos, la organización comenzó a utilizar túneles para llevar a Estados Unidos la droga que provenía de los cárteles de Cali y Medellín (Colombia).

La organización cobró cada vez más fuerza hasta convertirse en una especie de federación criminal con influencia en todo México y tentáculos en numerosos países de Latinoamérica, Europa y Asia, además de Estados Unidos.

Las agencias de inteligencia estadounidenses han descrito a la organización como “el mayor y más poderoso cártel de las drogas en el mundo”.

Se considera que el cartel de Sinaloa, ha usado conexiones en altas esferas políticas y corrompido a funcionarios, policías y militares para sacar ventaja sobre grupos rivales.

También es responsable de buena parte de la persistente y cada vez mayor violencia relacionada con la pugna entre cárteles de las drogas en México.

Esto quedó de manifiesto especialmente a raíz de un tiroteo entre miembros de los cárteles de Sinaloa y de Tijuana ocurrido el 24 de mayo de 1993 en el aeropuerto de Guadalajara, capital del estado de Jalisco, en el que murió el cardenal Juan José Posadas Ocampo.

De acuerdo con las investigaciones, la muerte de Posadas se debió a que había ido al aeropuerto a recoger al nuncio apostólico en el país a bordo de un vehículo parecido a uno usado por el Chapo, con quien los miembros del cártel rival lo confundieron.

El incidente desató una persecución que terminó con su captura en Guatemala, que lo entregó a México, donde fue condenado a 12 años de prisión por un delito de cohecho.

Su condena comenzó en la prisión de “máxima seguridad” del Altiplano en el Estado de México, pero en 1995 fue trasladado a la de Puente Grande, a las afueras de Guadalajara, de la que escapó en enero de 2001, supuestamente en un carrito de lavandería con ayuda de guardias.

A raíz de la muerte del terrorista Osama Bin Laden, líder de Al Qaeda, Guzmán encabezaba en 2011 la lista de los 10 fugitivos más buscados que la revista estadounidense Forbes elabora desde 2008 a partir de información de distintas agencias de seguridad estadounidenses.

La misma publicación lo clasificaba entre los hombres más adinerados del mundo, con una fortuna de más de 1.000 millones de dólares.

No fue sino hasta el 22 de febrero 2014, durante el Gobierno del actual presidente Enrique Peña Nieto, cuando las autoridades consiguieron capturarlo en el puerto de Mazatlán, Sinaloa, y nuevamente lo llevaron al penal del Altiplano.

Sin embargo, huyó el 11 de julio de 2015 en una fuga de película a través de un túnel conectado con la ducha de su celda de una longitud de 1.500 metros cavado por hombres que trabajaban para él.

Esto dejó en ridículo a la Administración de Peña Nieto, quien había llegado a afirmar que una segunda fuga del Chapo sería “imperdonable”.

El 8 de enero de 2016 las autoridades consiguieron capturarlo de nuevo en una operación en Los Mochis (Sinaloa), tras lo que fue llevado de nuevo a Altiplano.

Debido al gran riesgo de fuga, fue extraditado a Estados Unidos en enero de 2017 y trasladado al Centro Correccional Metropolitano de Manhattan, en Nueva York, donde espera a que comience su juicio, que se iniciará el lunes por múltiples cargos de narcotráfico.

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