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El Acta de Mannheim celebra 150 años regulando la navegación del Rin

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EFE

El 17 de octubre de 1868 siete Estados europeos firmaron el Acta de Mannheim para proteger la libre circulación y la navegación en 884 kilómetros del Rin, un río del que, según el escritor Victor Hugo, “todo el mundo habla y nadie estudia”, y que en Europa acapara actualmente el transporte fluvial.

El acuerdo, del que ahora se cumplen 150 años de vida, permitió a Suiza un acceso libre al mar y declaró el Rin como “aguas internacionales” en ese tramo navegable, entre Basilea (Suiza) y Rotterdam (Holanda).

El acta ha llegado hasta hoy con una versión revisada en 1968 y fue suscrita por Francia, Prusia, Países Bajos, Suiza, Baviera, Hesse y Baden para intervenir en los ámbitos técnico, jurídico, económico, social y medioambiental del río.

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1868 fue el año de la Revolución Gloriosa que derrocó a Isabel II y de la peseta como unidad monetaria; Ulises Grant fue elegido presidente de EEUU; Fiodor Dostoievski escribió “El idiota”; nacieron el escritor ruso Gorki, el zar Nicolás II y el soldado español Eloy Gonzalo; y murió el compositor italiano Rossini.

La idea del Acta de Mannheim surgió de la Comisión Central para la Navegación del Rin (CCNR), creada en 1815 en el Congreso de Viena, y que hoy se ha convertido en la organización institucional de cooperación intergubernamental más antigua del mundo.

Su vocación europea se muestra con las naciones que tienen el estatuto de observador en la Comisión: el Reino Unido, Austria, Polonia, Hungría, la República Checa, Eslovaquia, Luxemburgo, Bulgaria, Rumanía y Serbia.

El reto actual más importante del organismo es armonizar su reglamentación con las directivas del agua de la Comisión Europea.

Para ello, las delegaciones de Francia, Alemania, Holanda, Bélgica y Suiza aprueban resoluciones que se imponen en sus territorios y se aplican también más allá del Rin, mediante la colaboración con otras comisiones fluviales.

Un dato revelador es que dos tercios de las mercancías transportadas por las vías fluviales del interior de Europa lo hacen a través del Rin.

La CCNR aborda cuestiones como las prescripciones técnicas de los barcos, el personal y las condiciones de navegación, el transporte de mercancías peligrosas y la gestión de residuos.

Para celebrar el 150 aniversario, trasladó el acta esta semana desde los Archivos del Bajo Rin al palacio donde tiene su sede la comisión, en Estrasburgo, y desde allí en un barco de la Policía fluvial franco-alemana hasta Mannheim, donde quedará expuesto hasta final de año.

El trayecto de seis horas se realizó bajo todas las medidas de seguridad para proteger el original del convenio, que tiene estampadas las firmas de Napoleón III de Francia, el káiser Guillermo I de Prusia y el rey Luis II de Baviera, aquel al que tomaron por loco y murió ahogado en extrañas circunstancias en el lago de Starnberg.

Fue Guillermo I, artífice de la anexión de Alsacia en 1871, quien puso la primera piedra del palacio del Rin, donde se reúne desde 1920 la CCNR, una vez finalizada la Primera Guerra Mundial (1914-1918).

Su hijo Guillermo II inauguró en 1889 el entonces palacio del káiser en el nuevo barrio alemán de Estrasburgo (Neustadt), declarado el año pasado Patrimonio Mundial de la Unesco y lugar donde el general Leclerc declaró en noviembre de 1944 la liberación de Estrasburgo.

Un palacio de estilo neorrenacentista que no fue del gusto de todos en la época y que se alza junto al Ill, afluente estrasburgués del Rin.

“El Rin es el río del que todo el mundo habla y que nadie estudia, que todo el mundo visita y que nadie conoce, que cada mirada roza y que ningún espíritu hace más profundo”, dijo de él Victor Hugo en una carta a un amigo en su periplo por el valle fluvial.

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