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Acusada de asesinato en P.Rico dijo a su marido que sería difícil divorciarse

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EFE

La puertorriqueña Áurea Vázquez Rijos, acusada del asesinato por encargo en 2005 de su esposo, el canadiense Adan Anhang Uster, le dijo a su entonces marido, el día antes de su muerte, que no le iba a ser sencillo terminar con la relación.

“No te voy a dejar ir tan fácil”, dijo Vázquez Rijos a su esposo durante una terapia matrimonial dirigida por la psicóloga Alexandra Ramos, según relató hoy esta profesional durante la tercera jornada del mediático juicio contra la que fuera exreina de belleza en un concurso local.

Vázquez Rijos, su hermana y el exmarido de ésta están acusados de conspiración para asesinar por encargo a Anhang Uster, quien la medianoche del 22 de septiembre de 2005 fue violentamente asesinado en las calles del casco histórico del Viejo San Juan de la capital puertorriqueña.

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La mujer, antes de casarse con el judío Anhang Uster, firmó un acuerdo prematrimonial que establecía que si moría uno de los cónyuges la parte sobreviviente se quedaría con el 30 % del patrimonio del fallecido.

Durante la tercera del juicio, que contó con la presencia del padre del asesinado, el fiscal federal José Ruiz mostró a través de los monitores de la sala las notas que tomó la psicóloga durante las cinco sesiones de terapia que llevó a cabo con la pareja en septiembre de 2005, la última el día antes de ser asesinado el empresario judío.

La psicóloga, según lo mostrado por el fiscal a los doce miembros del jurado popular, escribió en sus notas las palabras pronunciadas por Vázquez Rijos “Solo trata, no te voy a dejar ir tan fácil”.

Las tres primeras sesiones fueron con el matrimonio, mientras que la psicóloga mantuvo dos más por separado, con la acusada y el empresario, un tratamiento a solicitud de la madre de la acusada, Carmen Rijos.

La psicóloga Alexandra Ramos, a preguntas del fiscal, sostuvo que el empresario estaba preocupado, ya que su familia desconocía la relación, Vázquez Rijos no era judía y se firmó un acuerdo prematrimonial que establecía la cantidad que iba a parar al superviviente, pero que no se dejaba herencia a su familia.

El acuerdo prematrimonial estableció que el empresario contaba con activos por valor de 24 millones de dólares, lo que significa que su esposa, si el fallecía, se quedaría con 8 millones de dólares.

Según la psicóloga, Vázquez Rijos, durante una de las sesiones, se mostró molesta porque su esposo insistía en divorciarse.

El empresario, según el testimonio de la psicóloga, proponía divorciarse para volver a casarse con un acuerdo matrimonial diferente, una opción que no agradaba a Vázquez Rijos por pensar que no cumpliría con ello.

La profesional relató también que en la penúltima sesión de terapia el empresario mostró su preocupación por el hecho de que le habían vaticinado que iba a morir ese año, a lo que Vázquez Rijos respondió diciendo que era una tontería.

Además, según la psicóloga, la acusada le dijo a su todavía marido que debía de estar preocupado por si era portador del virus del sida y le cuestionó si había contratado a un asesino a sueldo para matarla.

Dijo que la acusada se sentía excesivamente controlarla por su marido, en especial en el aspecto financiero, que se quejó de que sólo la quería para sexo y que su marido le había sido infiel desde el principio de la relación.

A preguntas del abogado de la acusada, Francisco Adams, la psicóloga indicó que la víctima había prometido compensar económicamente a su esposa si se divorciaban, pero que ella prefería no hacerlo.

La segunda testigo fue Glorivil Rosario, colaboradora del fallecido en su oficina de San Juan, quien relató que el día después del asesinato, al llegar a su centro de trabajo, se encontró allí a Roberto Cacho, socio del empresario y a agentes de la Policía.

Dijo que desde la oficina se podía observar el apartamentos del empresario y que observó a la hermana de la acusada y a una empleada de limpieza sacando bolsas.

La que fuera esposa del empresario, su hermana y su excuñado, José Ferrer Sosa están acusados de los cargos de conspiración y conspiración para cometer el asesinato del hombre de negocios, quien antes de ser asesinado estuvo casado durante cerca de 6 meses con Áurea, quien fue extraditada desde España.

Tras la muerte del empresario canadiense en 2005, Alex Pabón Colón, conocido como “Alex El Loco”, quien habría llevado a cabo el asesinato tras el encargo de la principal acusada, se declaró culpable en 2008 y está encarcelado a la espera de sentencia.

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