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Irena Szewinska, la atleta que hizo dudar de los cronómetros

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EFE

En mitad de una colosal tormenta política en su país, con las calles ocupadas por los manifestantes que se oponen a la reforma judicial impulsada por el gobierno, el presidente de Polonia, Andrezj Duda, dejó todo a un lado este jueves para asistir al funeral de una de las mejores atletas de todos los tiempos, su compatriota Irena Szewinska.

“Ella era una fuente de satisfacción y de alegría para el pueblo polaco”, dijo un emocionado Duda durante la solemne despedida a la conocida como ‘reina del esprint’, a la que él se refirió como ‘la primera dama del deporte polaco’.

La capacidad de la Catedral Militar de Varsovia se vio desbordada en la misa funeral por Szewinska y, a continuación, 2.500 personas se olvidaron de concentraciones y protestas para asistir a su entierro en el Cementerio Militar de la capital.

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De nuevo el cáncer. Como le sucedió el 23 de mayo a otro protagonista de los Juegos Olímpicos de México’68, el luchador francés Daniel Robin, la misma enfermedad acabó el 29 de junio con la vida de la atleta polaca sin darle tiempo de celebrar en octubre el 50 cumpleaños de aquella cita deportiva histórica.

Tres días ondeó a media asta la bandera olímpica a las puertas del COI en honor de esta corredora insigne, que ganó en México dos de las siete medallas de su historial.

Cinco décadas después de sus mayores logros, Szewinska continúa siendo la única atleta, hombre o mujer, que ha tenido las plusmarcas mundiales de 100, 200 y 400 m. lisos.

Las cifras de su currículum son abrumadoras: siete medallas olímpicas en cinco pruebas diferentes, cinco Juegos, nueve récords mundiales, primera mujer por debajo de los 50 segundos en los 400 metros, diez medallas europeas, 26 títulos nacionales. Permaneció entre las tres primeras corredoras del ránking mundial del doble hectómetro nada menos que trece años, entre 1964 y 1977.

Fue miembro del Comité Olímpico Internacional (COI) desde 1998 hasta su muerte.

“Irena ha sido una de las mejores atletas de nuestro tiempo”, dijo a Efe el español Juan Antonio Samaranch, vicepresidente del COI. “Puso el atletismo femenino y el deporte polaco en una nueva altura”.

“Como miembro del COI, contribuyó a la participación de los deportistas en la gestión de la organización y puso en valor la experiencia y los puntos de vista de los atletas para optimizar los Juegos del siglo XXI”, añadió. “Sin duda, la echaremos mucho, mucho de menos”, expresó Samaranch.

Aunque hija de padres polacos, Szewinska nació un 24 de mayo de 1946 en Leningrado. La familia volvió a Varsovia y ella empezó a correr a los siete años. Sus primeros entrenadores llegaron a sospechar de un mal funcionamiento de los cronómetros al constatar la rapidez con la que mejoraban sus registros.

En los Juegos Olímpicos de 1964, con 18 años y aún con su apellido de soltera, Kirszenstein, obtuvo el oro en el relevo 4x100 y dos platas en 100 metros lisos y en salto de longitud.

Cuatro años después, en México’68, no tuvo el debut soñado: se quedó fuera de la final de longitud disputada el 14 de octubre.

Tampoco fue completa la alegría cuando solo 24 horas después salió de la final de los 100 metros con la medalla de bronce. Poco para lo que ella pretendía, pues llegaba a la carrera como plusmarquista mundial de la prueba con los 11.1 segundos que había firmado en las series. Un récord compartido, eso sí, con otras cuatro corredoras.

En la final del Estadio Universitario coincidió con tres de ellas, las estadounidenses Wyomia Tyus, Barbara Ferrell y Raelene Boyle. Tras una salida falsa, la victoria fue para Tyus, que defendía el título, con 11.08. Ferrell entró en 11.15 y Szewinska en 11.19.

Lo mejor estaba por llegar. El 18 de octubre la polaca se plantó en los tacos de salida de la final de los 200 metros con la autoridad de ser la poseedora de un récord mundial (22.7) con el que nadie se atrevía. La marca ya tenía polvo: databa de agosto de 1965. Y Szewinska salió dispuesta a sacarle brillo.

Por la calle siete, con el dorsal 207, equipada con camiseta blanca y pantalón rojo, hizo una salida nefasta. Llegó a la recta en penúltima posición. Pero su enorme zancada (medía 1,76) obró el milagro: Irena llegó a la meta destacada y con una marca de 22.58 estampó en los libros un nuevo récord.

Durante su carrera mejoró dos veces el tope mundial de los 100 metros, cuatro veces el de 200 y tres el de 400.

El doble hectómetro aún le proporcionó una medalla olímpica más, el bronce en Munich 1972, dos años después de tener a su primer hijo. Su colección se completó con el oro en los 400 metros de Montreal 1976, en una final en la que sacó casi diez metros a sus rivales e impuso también un récord, 49.28. Entre 1974 y 1978 ganó 34 carreras consecutivas de 400.

Aunque compitió en esta distancia en los Juegos de Moscú’80, una lesión en semifinales forzó su retirada.

Ocupó después incontables cargos en organizaciones deportivas, desde el comité olímpico de su país hasta la IAAF, antes de llegar al COI, cuyo presidente, el alemán Thomas Bach, destacó en su funeral el papel de Szewinska como inspiración deportiva y elogió su carácter “amable y humilde”.

“Impresionaba a todos con esa serena confianza que procede del equilibrio interior”, dijo. “Siempre podías contar con su consejo y con su apoyo”.

Szewinska, la atleta que hacía dudar de la precisión de los cronómetros, no pudo engañar a la enfermedad y prolongar su vida más allá de los 72 años. Será una triste ausencia en la fiesta del 50 cumpleaños de los Juegos de México.

Natalia Arriaga

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