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Luis J. Rodríguez: “La pobreza es la raíz de las pandillas”

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EFE

Tras bailar peligrosamente con la muerte y salvarse gracias a la literatura y el activismo, el escritor latino Luis J. Rodríguez recordó en una entrevista con Efe su vida como pandillero en Los Ángeles y aseguró que la pobreza y el racismo están en el origen de la violencia callejera.

“Nos sentíamos muy vacíos. No sabíamos quiénes éramos. Mis padres eran de México, pero nunca hablaron de lo que eran. Estábamos vacíos, entre nosotros mismos y también en la comunidad. No había recursos, no había oportunidades, no había nada”, rememoró el escritor sobre su juventud.

“Esa es la razón por la que hay pandillas donde hay gente pobre. Ahí es donde surgen. La pobreza es la raíz de casi todo eso”, apuntó.

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Veinticinco años después de la publicación de “Always Running” (1993), unas crudas e impactantes memorias sobre la experiencia de un joven pandillero en Los Ángeles, Luis J. Rodríguez continúa con su labor social como activista desde el centro cultural Tia Chucha’s mientras que, en su faceta literaria, estrenó hace unas pocas semanas “Miss East L.A.”, una obra teatral basada en sus relatos.

Poeta laureado de la ciudad californiana de 2014 a 2016 y con quince libros publicados que van desde la poesía a la no ficción, la trayectoria de Rodríguez está directamente vinculada con su vida, la de un hijo de inmigrantes mexicanos que, ante el racismo y la pobreza de los años 60 y 70 en Los Ángeles, encontró refugio y protección en la violencia de las pandillas.

“Para mí, la pandilla era un lugar en el que podía poner mi energía para hacer algo (...). Cuando estás en una pandilla, nadie te va a tocar”, explicó.

Balaceras, puñaladas, persecuciones, venganzas, drogas, frustraciones, desesperación y miedo en cada esquina componen el áspero retrato que Rodríguez hace de las pandillas hispanas en zonas como East Los Ángeles, un área mayoritariamente chicana de la urbe californiana.

“Me volqué en lo más duro (de la pandilla) porque yo no tenía nada más que vivir o por vivir”, dijo.

“Estaba dispuesto a morir. Estaba en un camino de suicidio, me querían matar por el barrio: ‘Mátenme, yo quiero morir por esto’. Y mi mentor me dio la imaginación para ver que el mundo era mucho más grande”, argumentó sobre cómo escapó de ese entorno.

Gracias a la gran ayuda de un consejero que confió en él, Rodríguez volvió a la escuela, se alejó de las calles y comenzó a encontrar inspiración tanto en los libros como en el activismo chicano que, bajo la lucha por los derechos civiles, reclamaba justicia e igualdad para los hispanos en Estados Unidos.

“Tenía que salir de todo eso y él me ayudó. Eso es algo que le digo a cualquier persona: necesitamos más mentores, más adultos ayudando a los jóvenes”, argumentó Rodríguez, que fundó un programa social llamado Guerreros Jóvenes para asesorar y apoyar a los adolescentes latinos con dificultades en sus vidas.

“La mayoría de adultos solo les quieren controlar, no ayudar (...). Yo les quiero enseñar cómo pueden decidir ellos mismos sus propios caminos, buscar sus propios propósitos y destinos: para qué están en el mundo”, detalló.

Como ejemplo, Rodríguez expuso cómo la literatura le ayudó a hallar su vocación y a tener un modo de expresarse más allá de “las balas” y “la rabia”.

“Estaba en las calles de Los Ángeles, sin casa, y tenía una pistola para protegerme y para robar. También estaba en la droga y todo eso, pero mi único refugio era la Biblioteca Central de Los Ángeles. Los libros me atrajeron porque había mucha imaginación. Y eso lo necesitaba porque muchos jóvenes que están involucrados en lo peor de la vida loca no tienen imaginación”, argumentó.

Y aunque en su obra habla mucho del lado oscuro y peligroso de Los Ángeles, Rodríguez admitió que también le apasiona esta ciudad: “Es un amor que uno tiene como por la familia. La familia tiene lo bueno y lo malo, pero es familia, y Los Ángeles es parte de mí”.

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