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La Ceiba, el árbol del que nace el mito de los barcos de Hernán Cortés

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EFE

Con unos brazos de más de 20 metros de largo y unas poderosas raíces clavadas en lo más profundo de la tierra mexicana, un árbol considerado sagrado entre las culturas prehispánicas de Mesoamérica es el origen de uno de los grandes mitos sobre el conquistador español Hernán Cortés.

En el municipio de La Antigua, en el oriental estado mexicano de Veracruz y a orillas del río Huitzilapan, yace imponente un árbol donde -dice la leyenda- Hernán Cortés amarró sus naves para luego conquistar el imperio azteca.

La Ceiba, con su ancho caparazón, sus potentes y largas ramas de más de 500 años de antigüedad, alberga una historia ficticia que habitantes de la localidad convirtieron en real a fuerza de hacerla suya y repetirla mil veces como para que no hubiera dudas.

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En los cimientos del pueblo prehispánico llamado Huitzilapa, los pobladores juegan trepados en la Ceiba y la resguardan celosamente como otro de sus monumentos históricos, junto con una de las casas mandada a construir por el español y la primera ermita de América.

Una maciza cadena de hierro envuelve uno de los brazos como muestra fehaciente e irrefutable de que Cortés resguardó sus once embarcaciones que zarparon desde la isla de Cuba con sus 518 soldados, 110 marineros, 16 jinetes, 32 ballesteros, 13 escopeteros, 10 cañones y cuatro falconetes.

“Aquí, mire usted, amarró sus barcos el mismísimo Hernán Cortés, ahí está la cadena”, dice José Martínez, un lugareño orgulloso de haber nacido en la llamada puerta de entrada de España al Nuevo Mundo.

Lo dice con voz firme, con la seguridad de decir la verdad, pero la historia, estudios antropológicos y los documentos de la época descartan cualquier posibilidad de que los bergatines atracasen en ese río hoy llamado La Antigua y que desemboca en aguas del Golfo de México.

“No amarró ahí, simplemente no entraban esas naves por el río”, ataja el historiador y antropólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia Omar Ruiz Gordillo, uno de los principales estudiosos de la conquista española.

A seis meses de comenzar la conmemoración de los 500 años de la llegada de Cortés a lo que hoy es México, el autor de 17 libros de antropología e historia afirma que Cortés desembarcó en la zona de San Juan de Ulúa y en La Villa Rica, ambos lugares en las costas del Golfo de México, alejados de La Antigua.

Y cuando afrontaba una rebelión de los leales a Diego de Velázquez, el gobernador de Cuba, Cortés quemó sus naves en La Villa Rica de la Veracruz para impedir así que su personal regresase a la isla y garantizar su poderío en las nuevas tierras.

El especialista en investigación, conservación y protección de sitios arqueológicos, sin negar la leyenda ciudadana que ha pasado de generación en generación, recuerda que el árbol se encuentra muy alejado del cauce del río y que este sufrió diversas modificaciones a lo largo de los años debido a los huracanes que golpeaban la costa.

Los escritos más antiguos indican que en los años 1533 y 1552 dos potentes huracanes golpearon la región y modificaron los cuencas de toda la región, entre ellos Huitzilapan (hoy La Antigua).

“Está bastante retirado del cauce, hay árboles más cercanos y debido a estos efectos climatológicos el río modificó su cauce, de tal manera que donde se encuentra el espécimen nunca estuvo cerca el agua”, dice.

Además, cuando las aguas dulces tocaban el mar, se hacía una pared que impedía a las embarcaciones de gran calado ingresar, de tal forma que solamente entraban al afluente barcos planos.

A pesar de ello, la Ceiba, ese árbol sagrado entre los totonacas, mayas, pipiles, nahuas y taínos, se erige orgulloso bajo el cobijo de una leyenda que tiene un significado de apropiación colectiva de un pedacito de la historia.

“Es un orgullo saberse únicos”, dice Ruiz Gordillo, uno de los pobladores de este rinconcito de tierra mexicana.

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