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Arreola, el legendario autor que ‘escribía como hablaba y hablaba como escribía’

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EFE

Juan José Arreola “era un personaje que escribía como hablaba y hablaba como escribía”, defiende el académico mexicano Felipe Garrido, quien destaca el peso que tuvo la literatura oral en la obra del jalisciense, cuyo centenario se conmemora este año.

“Generalmente somos unos al hablar y otros al escribir, pero Arreola (Zapotlán el Grande, 1918 - Guadalajara, 2001) podía conservar el mismo tono de voz, y eso es raro”, señala Garrido en una entrevista con Efe.

El autor de “Confabulario” (1952), quien es homenajeado en la 36 edición de la Feria del Libro de Tijuana (noroeste de México), se autodefinía a sí mismo como “el último juglar”.

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Y ciertamente, apunta el académico, “su literatura oral, la no escrita, era tan importante como la que escribió”.

Garrido argumenta que Arreola publicó una docena de libros, pero que de estos, solo la mitad realmente los escribió él: “Los otros son libros en realidad hechos por discípulos muy cercanos, que tomaron, grabaron partes de sus pláticas, clases y entrevistas e hicieron libros con ese material”.

Este fue el caso de “Y ahora la mujer” (1975) o “La palabra educación” (1973), los cuales son “libros que Arreola no escribió de su puño y letra, pero los dijo”.

Dentro de la misma línea, el director adjunto de la Academia Mexicana de la Lengua destaca el volumen “Memoria y olvido”, fruto de las horas de entrevistas que el escritor Fernando del Paso realizó a Arreola.

Del Paso supo “salirse de la escena de forma muy elegante y eficaz”, con lo que el libro se convierte en un largo monólogo en el que se escucha solo la voz del entrevistado.

La literatura de Arreola -considera Garrido- contiene una “manera de contar que transformó los modos de escribir en español a mitad del siglo XX”.

Al igual que él, otro que rompió con lo que se estaba escribiendo hasta el momento fue el autor de “Pedro Páramo”, Juan Rulfo (1917-1986).

“Son dos escritores muy diferente entre sí, lo cual les permite compartir ese honor (de haber transformado la literatura de habla hispana) sin lastimarse, porque son dos maneras muy distintas que contar”, explica el académico.

Cuando estos autores publican sus primeros trabajos -Arreola “Varia Invención” en 1949 y Rulfo “El llano en llamas” en 1953- se vivía un momento “muy intenso” de convivencia del español.

Entonces había una producción que se compartía en revistas y encuentros literarios, y estaba por comenzar el llamado “boom latinoamericano”, el cual, en parte, está detonado por estos dos escritores mexicanos, valora Garrido.

En un conversatorio llevado a cabo en Tijuana, el nieto del escritor, Alonso Arreola, recordó al autor como una persona que le sirvió de guía vital y era extraordinariamente divertida e interesante.

Mientras que la escritora Beatriz Espejo, quien conoció personalmente a Arreola, hizo hincapié en que era un seductor que fascinaba tanto a hombres como a mujeres, gracias al lenguaje.

Garrido, por su parte, resalta que lo que más le atrae del narrador es que “puedes encontrar, en cualquier texto suyo, el texto que está detrás, qué lecturas lo llevaron a producirlo”.

A lo que se le suma, además, “la huella de una vivencia personal”.

Por ejemplo, en el relato “Monólogo del insumiso” confluye la lectura de uno de los poemas de Manuel Acuña con sus frustraciones amorosas.

“En Arreola, la experiencia literaria y la experiencia vivida se combinan en un modelo de excelencia que rara vez se encuentra en otros autores”, si bien -matiza- todos los autores escriben a partir de lo que han leído.

Ver cómo quedan plasmadas dos dimensiones es, concluye Garrido, “un reto muy rico”.

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