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Estados Unidos aparca sus diferencias para rendir homenaje a Barbara Bush

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EFE

Las banderas a media asta que hoy ondean por todo Washington, incluso en la que fue su residencia durante cuatro años, la Casa Blanca, ponen de manifiesto la devoción que el país sentía por su ex primera dama Barbara Bush , fallecida el martes tras años de lucha contra una dolencia pulmonar.

Más allá de ser la esposa del presidente George H.W. Bush (1989-1993) y la madre del también mandatario George W. Bush (2001-2008), la única mujer que ostenta tal honor junto a Abigail Adams, Barbara Bush era un personaje muy querido por personas de cualquier creencia por la pasión con la que defendió sus causas.

“Siempre supe que Barbara era la mujer más querida en el mundo y, de hecho, solía picarla diciendo que estaba acomplejado por ello”, sostuvo hoy quien fue su primer novio y su marido durante más de 70 años en un comunicado.

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A pesar de que Barbara Pierce, el nombre con el que nació en Nueva York el 8 de junio de 1925, siempre intentó mantenerse alejada de los focos de la política, la ex primera dama encontró en la alfabetización de sus conciudadanos una causa por la que merecía la pena luchar con devoción.

“Para Barbara todo giraba en torno a su familia y al país, así era ella”, aseguró hoy Colin Powell, quien sirvió como secretario de Estado durante los primeros cuatro años de mandato de George Bush hijo.

Su hijo George, quien este martes decía sentirse afortunado de haber tenido a Barbara por madre, recordaba que su progenitora había posibilitado que “millones” de estadounidenses aprendieran a leer y escribir, causa para la cual recaudó cientos de millones de dólares a lo largo de sus 92 años de vida.

No fue tanto, sin embargo, su lucha por los menos favorecidos lo que le granjeó el favor del país, como su espíritu combativo y libre.

“Te puedes meter conmigo, pero si criticas a mi esposo eres hombre muerto”, llegó a decir en una simpática entrevista hace años.

Una de las personas que acabó sucumbiendo al encanto de la otrora primera dama fue el expresidente Bill Clinton, el demócrata que dirigió el país entre los años 1993-2001, es decir, entre los respectivos mandatos de los republicanos George Bush padre e hijo.

A pesar de que la ex primera dama lo trató inicialmente con cierto desdén, por su juventud y sus ideas, con el paso de los años acabó aceptándolo casi como si fuera un miembro de la familia, hasta el punto de que llegó a decir que Clinton veía a su marido, George H.W. Bush, como “el padre que nunca tuvo”.

No es de extrañar que la familia Clinton se haya prodigado en las muestras de cariño desde que el pasado domingo el portavoz de los Bush comunicara que la ex primera dama había decidido no volver a pisar un hospital y prefería pasar el tiempo que le quedaba de vida en casa, rodeada de los suyos.

Los homenajes se han sucedido desde todos los ámbitos, desde la cultura al deporte, pasando por miles de ciudadanos anónimos que hoy copaban las redes sociales con mensajes de condolencia.

Sin embargo, Barbara Bush no siempre fue esa gran matriarca querida por el pueblo.

Cuando la victoria electoral de su marido le llevó a ocupar la Casa Blanca, a finales de los años ochenta, algunas voces prominentes del por entonces incipiente movimiento feminista la criticaron por haber dejado a un lado su vida profesional para centrarse en el cuidado de su familia.

“Su marido es un hombre de los ochenta y usted una mujer de los cuarenta”, llegó a espetarle en aquella época la periodista del canal NBC Jane Pauley durante una entrevista.

Sin embargo, Barbara Bush consiguió acallar estas críticas dejando claro que no existe mayor prueba del poder de una mujer que hacer lo que quiera con su vida.

Además, gracias a su desparpajo y agudeza, la ex primera dama acababa limando cualquier aspereza posible, tal y como quedó patente cuando en 1990 no se amilanó y dio un discurso en la ceremonia de graduación del Wellesley College (Massachusetts), a pesar de las críticas de quienes no la consideraban un ejemplo a seguir.

“¿Quién sabe? A lo mejor en esta audiencia se encuentre alguien que algún día siga mis pasos y presida la Casa Blanca como consorte. A él le deseo suerte”, sostuvo, sembrando desconcierto y provocando una ovación generalizada.

Por estos motivos, cabe esperar que las honras que recibirá este sábado en la Iglesia Episcopal de St. Martin en Houston, el templo al que ella y su marido solían acudir, se conviertan en todo un símbolo de unidad en un país que desde hace meses se encuentra profundamente dividido.

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