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El escultor Idan Zareski tiene su hogar donde tiene sus pies y sus obras

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EFE

El escultor franco-israelí Idan Zareski no sabía “cuál era su casa” hasta que se convenció de que era donde “tenía los pies”, un sentimiento que plasma en “Bigfoot”, una serie de esculturas con pies gigantes que nos dicen que la tierra que pisamos todos “es la misma”.

Nacido en Israel, criado en África, con padre francés y polaco, madre marroquí con descendencia española, vivió en Canadá, en Bélgica, en Francia, en Estados Unidos y 17 años en Costa Rica, antes de llegar a Miami, donde hace un año instaló su taller.

“Me he movido tanto en mi vida que me pregunté dónde era mi casa. Me enamoré de cada país y pensé que no iba a ningún lado. Hasta que sentí que la Tierra es nuestro barco por el universo y el hogar es dónde están tus pies”, dice Zareski en una entrevista con Efe en Miami.

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Con los pies de grandes dimensiones de sus icónicas esculturas de la familia “Bigfoot” (“Pie grande”) quiere que, “en lugar de estar en guerra, se cuide el planeta donde tenemos nuestros pies firmes”, ya que “es nuestro patrimonio y los pies son los que nos anclan, nuestras raíces”, explica.

Unas 60 esculturas con pies grandes recorren ahora el mundo y la última creación, “And so?”, que encara dos bebés irritados, uno israelí y uno palestino, se exhibe en Miami con motivo del 70 aniversario de la creación del estado de Israel.

Dos bebés idénticos, cuya “única” diferencia son sus pensamientos, y con los que quiere “despertar” las emociones y transmitir un mensaje de paz a través del arte.

“Uno se da cuenta de que sus padres, hace menos de 100 años, vivían todos juntos como amigos, y ya es tiempo de que los bebés se levanten y piensen diferente”, reivindica el artista.

Su obra se puede ver en el Hotel Sagamore de Miami y a partir del 18 de abril en el Adrienne Arsht Center de la ciudad.

Asegura que no tiene ninguna fijación con sus pies, calza un 46, y que los pies de todo el mundo “son los mismos, ya que todos somos familiares”.

Y, precisamente, las obras de “Bigfoot” son familia: el padre, de rasgos africanos, la madre, “sexy” a pesar de sus grandes pies, el bebé, enfadado por la dimensión de éstos, y la hermana mayor, que rebosa inquietud y ya ha aceptado sus pies, es decir sus raíces.

Esta última, la hermana mayor, llamada “La nena”, se puede ver en el barrio de Brickell de Miami y Zareski asegura que es el “único escultor permanente” en este vecindario.

Zareski empezó a modelar a la familia “Bigfoot” en el año 2008. Sin haber tomado ni una sola clase de escultura en su vida, decidió aprovechar su don artístico y “empezó a crear”.

Lo primero que hizo con la obra original, el padre de la familia, fue llevarlo al mar.

“El océano nos conecta a todos”, dice el artista franco-israelí, momento a partir del cual la escultura empezó a recorrer el mundo.

Sus pies han tocado tierra de Panamá, Francia, Canadá, Estados Unidos, Mónaco o Italia, y aunque todavía tiene muchos mares por los que navegar, entre ellos América Latina y Asia, su puerto final será la Antártida.

“Es el único lugar en el planeta que no pertenece a ningún gobierno, sino a la universalidad de la tierra. Allí queremos que una banda le toque un concierto y que el público sean sólo pingüinos”, visualiza el artista.

Y a pesar de que lo que impacte de sus esculturas es la desproporción de sus extremidades inferiores, lo que más quiere transmitir son las emociones, asegura, por lo que no ve comparación posible con artistas como el colombiano Fernando Botero.

“Yo lo que quiero es sacar sentimientos. Que cuando veas el bebé enfadado casi le digas ‘lo siento’”, dice Zareski.

Para lograr la expresión de la cara, moldea a mano la arcilla y la escanea digitalmente para reproducir la mayoría de sus series en bronce, muchas de ellas en negro, aunque también de vivos colores.

Un proceso que hace en su taller de Miami, una ciudad que a su juicio se está volviendo uno de los centros de arte más importantes del mundo.

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