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Homenajean a Rulfo, clásico latinoamericano que no deja de ser interpretado

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El carácter rompedor de la literatura de Juan Rulfo, así como su capacidad para ser una fuente incesante de interpretaciones, fueron algunos de los aspectos subrayados en el homenaje que la mexicana Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara acogió por el centenario del autor.

Los escritores mexicanos Fernando del Paso, Rosa Beltrán y Elmer Mendoza se reunieron en el auditorio principal de la FIL, que recibe el nombre del autor jalisciense, para ofrecer una reflexión sobre su obra narrativa -compuesta por “El llano en llamas” y “Pedro Páramo”- y su trascendencia.

El editor y académico Gonzalo Celorio, quien ejerció como moderador del evento bautizado “De todos modos, Juan te llamas”, aseveró que Rulfo (1917-1986) supuso un “parteaguas en la historia de la literatura hispanoamericana”, que hasta mediados del siglo XX se enfocó en el realismo.

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Con sus libros, el autor “refleja la realidad de manera más amplia, más profunda”: no solo escribe sobre lo que dicen y hacen los personajes, sino que da cuenta de “lo que sueñan, anhelan, recuerdan, de aquello en lo que creen”.

Además, Rulfo va “más allá de las fronteras, de la vida terrenal, y abarca la creencia de la colectividad en la supervivencia de las ánimas en pena que conviven con los vivos”.

Del Paso recordó sus conversaciones con Rulfo, sus horas “tomando café, fumando cigarrillos” y hablando de novelas. Era “una enciclopedia andante”, que hablaba sobre novela chilena, rusa, argentina -entre otras- como “un verdadero experto”, aportando detalles “reveladores” de la vida de los autores.

El premio Cervantes, quien empezó su intervención leyendo unos párrafos de la traducción de “Pedro Páramo” al náhuatl, llevó al evento un fragmento del programa de radio que realizó tras la muerte del escritor, que recibió el nombre de “Carta a Rulfo” y en el que intercalaba su voz con grabaciones de la suya.

“Nunca te escribí una carta, y ahora me arrepiento”, decía Del Paso en el programa.

La escritora Rosa Beltrán, antes de empezar su turno, preguntó a los asistentes quiénes han leído a Rulfo -ante lo cual la mayoría de las personas levantaron la mano- y quiénes han leído algo sobre él, recibiendo una respuesta similar.

“¿Por qué un autor que nos ha hecho leerlo con devoción más de una vez nos ha hecho leer mucho de lo que se ha escrito sobre él, y más aún, nos ha hecho escribir de él?”, se planteó.

Una posible respuesta que señaló Beltrán es que “la obra rulfiana sigue siendo tan enigmática que suponemos que a través de esos trabajos podremos comprenderla realmente”.

O quizá, continuó, porque si como dice Borges “un clásico es un autor cuya obra tiene nuevos significados para nuevos lectores”, es previsible que “las interpretaciones sigan produciéndose año con año”.

Interrogándose luego sobre si estos diálogos con la obra han hecho de ella algo más “comprensible o mejor”, afirmó que la obra maestra siempre va a tener un “elemento enigmático que hace de ella lo que es”.

“Pero pensar que por eso debemos no tocarla, no transmitir nuestra emoción, es sacrilizarla, dejarla fuera de nuestra experiencia humana de lectores”, remarcó Beltrán.

Elmer Mendoza, quien cerró las intervenciones, dijo que su participación en el homenaje podría ser sorprendente para algunos, dado que es un escritor de “novelas de acción”, pero Rulfo “nos influyó a todos”.

El escritor contó la relación personal con los libros de Rulfo a través de varias anécdotas. Rememoró la primera vez que leyó “Pedro Páramo”, cuando estudiaba ingeniería en electrónica.

“Fue uno de los sufrimientos más intensos que he tenido en mi vida”, dijo riendo Mendoza, quien valoró que con los textos de Rulfo se tiene la misma relación que con los padres, “a medida que pasan los años uno los va reconociendo de otra manera”.

La FIL, que se celebra en la capital del estado de Jalisco hasta el próximo 3 de diciembre, reúne a más de 700 escritores de 41 países, con Madrid como invitado de honor.

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