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Ni cantan ni gritan. Dejan que las estadísticas hablen por sí solas. Llevan cinco años manifestándose todos los lunes, nieve o llueva, frente a la Casa Blanca para convencer a los estadounidenses de la necesidad de imponer mayores regulaciones a las armas.

Se trata del grupo “Nosotros, el pueblo, por leyes sensatas para las armas”. Reúne a unas diez personas que sintieron que debían hacer “algo” tras la matanza del 20 de julio de 2012 en un cine de Aurora (Colorado), donde un hombre disparó indiscriminadamente contra la multitud y acabó con la vida de doce personas.

“Un par de amigos y yo decidimos que no podíamos quedarnos sentados y decidimos venir aquí, a la Casa Blanca, un lugar muy visitado, para hablar con la gente sobre los temas de la violencia armada en EE.UU. Es importante hablar de ello y ya hemos generado más de mil conversaciones”, cuenta a Efe Helen Ramsey, de 72 años.

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Ramsey sujeta un enorme cartel, que en un fondo blanco y con letras rojas y azules, dice: “Es demasiado fácil comprar un arma en Estados Unidos. Cada día 93 personas mueren por las armas”.

Cuando Ramsey comenzó su peregrinaje, 89 personas morían al día por las armas. La cifra no ha dejado de subir y, entre los fallecidos, figuran ahora las 58 personas asesinadas en Las Vegas (Nevada) el pasado 1 de octubre, en lo que se considera como la mayor matanza de la historia de Estados Unidos.

“El nivel de violencia se ha exacerbado sin duda, y más después de este horrible suceso en Las Vegas. Pero la verdad es que simplemente estamos esperando al próximo tiroteo”, lamenta Ramsey.

Antes, el grupo solía llevar consigo una lista con los nombres de todas las víctimas de los tiroteos masivos ocurridos en EE.UU. desde 1982, pero el listado se hizo demasiado pesado de cargar.

“Era algo monstruoso de mostrar, con tantos nombres. En cada hoja de papel poníamos diez nombres, diez personas fallecidas, con el día en el que pasó y dónde pasó. Tenemos nombres desde 1982, miles de nombres, pero se hizo imposible de cargar. Estamos buscando una forma para volver a traerlo”, explica Ramsey.

Mientras tanto, Ramsey y sus compañeros sujetan con rocas los carteles para que no se los lleve el viento, que sopla con fuerza y esparce las hojas de los árboles por encima de algunos letreros.

Muchos carteles interpelan directamente al Congreso, el único con poder para regular las armas a nivel federal y al que piden que se libere de las garras de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), el mayor grupo de presión contrario al control de armas de fuego en EE.UU. y que gasta millones de dólares en campañas políticas.

De hecho, la NRA ayudó a financiar en 2016 las campañas políticas de unos 300 de los 535 miembros del Congreso, según la base de datos Open Secrets que gestiona el Centro para una Política Responsable.

Desde 1998, el “lobby” ha donado unos 4,23 millones de dólares a actuales miembros del Congreso, tanto republicanos como demócratas, con el fin de proteger la Segunda Enmienda de la Constitución, que garantiza el derecho de poseer y portar armas.

Para Louamne Christian, otra de las mujeres que se manifiesta cada lunes frente a la Casa Blanca, es necesario “cambiar” el Congreso para acabar con la influencia de la NRA y evitar que “una pequeña minoría siga manteniendo como rehenes a la mayoría de los estadounidenses del país”.

Christian, de 64 años, empezó a pedir más regulaciones para las armas tras la masacre de diciembre de 2012 en la escuela Sandy Hook de Newtown (Connecticut), donde murieron 20 niños y seis mujeres.

Esa estremecedora matanza supuso un punto de inflexión en el debate sobre las armas, pero el Congreso de EE.UU. acabó bloqueando una propuesta para instaurar un sistema de verificación de antecedentes e impedir que las armas llegaran a los criminales o los enfermos mentales.

El Legislativo lleva dos décadas sin aprobar una ley para restringir las armas y el debate que prendió en los pasillos del Congreso a raíz del tiroteo de Las Vegas parece haberse extinguido.

Desde 1968, más estadounidenses han muerto por disparos de armas de fuego que en todas las guerras libradas por EE.UU. en la historia, según datos del FBI y de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) recopilados por PolitiFact, una web de verificación de datos.

Mientras tanto, en EE.UU., hay nueve armas por cada diez ciudadanos, la proporción más alta del planeta, de acuerdo con un informe del Servicio de Investigación del Congreso.

Las cifras son anómalas para el mundo desarrollado y, en ocasiones, su impacto es tal que frena a los viandantes que pasean por delante de la Casa Blanca.

Si se detienen, entonces, los activistas se acercan para iniciar el debate.

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