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“El portazo de Nora” llega al flamenco en Miami

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Un ballet flamenco hecho “entre dos aguas” da vida en Miami a la Nora de “Casa de muñecas”, la pieza teatral del noruego Henrik Ibsen que en 1879 planteó lo que podría considerarse uno de los primeros “gritos” feministas.

“No es exactamente la obra, sino inspirada en ella”, dice antes de comenzar un ensayo la estadounidense Ilisa Rosal, la creadora de “La casa de la muñeca”, un espectáculo en tres actos que se estrena mañana, sábado, en el Teatro Colony de Miami Beach.

Rosal, una bailaora y actriz que aprendió a hablar español entre cubanos de Miami y cuando supo que el flamenco era lo suyo, viajó a España para tomar clases, se ha traído desde el país europeo a bailarines y músicos para su proyecto.

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“El flamenco es un lenguaje universal y puede valerse de cualquier tema, pero siempre busco obras que tengan personajes femeninos muy complejos, y en ‘Casa de muñecas’ la mujer no tiene un rol secundario, sino todo lo contrario”, explica.

“Creo que podría considerarse la primera obra feminista. Fue un escándalo en su momento el portazo de Nora, que marca una rebeldía de la mujer, y veo que ahora estamos viviendo casi lo mismo, cuestionando las normas de la sociedad otra vez”, agrega la fundadora del Ballet Flamenco La Rosa, con base en Miami.

Rosal buscó por internet a los bailaores que pudieran encarnar a los protagonistas del drama y hasta ensayó con ellos por Skype.

“En solo 30 segundos puedo identificar lo que busco. Llamé a Irene La Sentío y a Oscar de los Reyes y estuvieron encantados de venir”, dice.

Se refiere a dos sevillanos que interpretan a Nora y a Torvald Helmer, su marido, y que en “La casa de la muñeca” comparten escenario con tres granadinos, la cantaora Alicia Morales, el guitarrista Israel Heredia y el bailaor Eloy Aguilar, que interpreta al prestamista Nils Krogstad.

“Nunca es fácil porque lo que tú cuentas en el flamenco son emociones primitivas; alegría, ira, rabia, dolor, pero no dejan de ser emociones y es un código no verbal”, comenta Aguilar a Efe sobre este tipo de montaje basado en la literatura.

“Hay que buscar recursos y no siempre resulta fácil. Me ayuda mucho la música y escuchar las líneas que marca la directora, y en base a eso vamos consiguiendo imágenes e ideas”, dice Aguilar, miembro de la compañía suiza Flamencos en Route que trabaja con Rosal por quinta vez.

“La obra es feminista pero también tiene personajes masculinos que son complejos”, apunta Rosal.

Aguilar, con formación académica, asegura que “en España hay mucho flamenco pero no abunden las obras conceptuales”.

“Se hacen cada vez más, pero no es habitual más allá de Carmen y el Quijote. Obras literarias extranjeras fuera de nuestro contexto y llevadas al flamenco he visto algo, pero muy poco”, resume el bailaor.

De momento, “La casa de la muñeca” tendrá solo dos funciones en el teatro Colony, de Miami Beach, que tiene capacidad para alrededor de 400 espectadores: este sábado y el domingo.

Esa es una frustración de la directora de la compañía. “Con lo que cuesta hacer un montaje como este, que tengamos tan poca programación”, señala.

Enamorada totalmente del flamenco, bailarina y coreógrafa, esta mujer ha ido cumpliendo cada uno de sus sueños escénicos.

Cada año, como promedio, monta un clásico universal. Con “Las brujas de Salem”, de Arthur Miller, llegó a tener 50 artistas en el escenario.

El año pasado subió a proscenio “La Gaviota”, del escritor ruso Antón Chéjov, y en el 2010 estrenó su versión de “Macbeth”, tragedia clásica de Shakespeare que Rosal tituló “La dama Macbeth”, por solo citar algunos de los montajes más queridos para ella.

De Ibsen no es la primera obra que toca. Anteriormente se enfrentó con “Hedda Gabler”, escrita en 1890.

“Es uno de mis personajes favoritos de cuando era actriz”, recuerda en perfecto español esta mujer de ojos azules almendrados, que adelanta que su próximo montaje tiene acento del sur de Estados Unidos.

“El año que viene voy a hacer ‘Summer and smoke’ (Verano y humo)”, de Tennessee Williams, escrita en 1948, dice con buen ánimo la directora de una compañía que, además de presentarse en teatros, también trabaja para la comunidad más próxima, la del barrio, y que funciona con subvenciones únicamente, según explica Rosal.

Ex alumna de Manolete (el bailaor granadino Manuel Santiago Maya) y decidida a convertir en flamenco una buena parte de sus pasiones y tormentos, Rosal no encuentra tan lejos a escandinavos y andaluces.

“Son muy diferentes y a la vez parecidos. Hay mucha emoción en ambos”, concluye.

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