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Hermoso corta la única oreja en la segunda de abono en Bogotá

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El rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza cortó la única oreja de la segunda corrida del abono bogotano, en la que los méritos de los alternantes no encontraron respuesta en la suerte suprema, comenzando por el propio caballero en plaza.

El también español Miguel Ángel Perera dejó sensación de poder y mando en sus dos faenas, pero fracasó a la hora de cobrar algún trofeo con la espada. Igual sucedió con el colombiano Manuel Libardo.

En general, los toros de Las Ventas del Espíritu Santo se prestaron para el lucimiento de los alternantes. La afición respondió y hubo más de tres cuartos de entrada, con el fondo de un dispositivo policial que evitó agresiones de parte de animalistas radicales, como sucedió el pasado 22 de enero.

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Seis toros de la ganadería de Las Ventas del Espíritu Santo, bien presentados y nobles, en general.

Manuel Libardo (Malva y oro): Pinchazo hondo y dos intentos de descabello, palmas. Dos pinchazos y entera. División de opiniones tras aviso.

Miguel Ángel Perera (Sangre de toro y oro): dos pinchazos y contraria, ovación. Dos pinchazos y entera, palmas Pablo Hermoso de Mendoza: Dos pinchazos y rejón caído, palmas. Pinchazo y rejón entero, oreja.

La segunda corrida del abono bogotano se saldó con una oreja, escaso dividendo de una tarde colmada de oportunidades que las espadas y los rejones se encargaron de frustrar.

Da igual. Los aficionados que en buen número bordearon los tres cuartos del aforo se marcharon más que satisfechos: hubo emociones y tranquilidad, gracias a un efectivo operativo policial que garantizo la seguridad de los asistentes, tanto a la entrada como a la salida del espectáculo.

En la arena, Pablo Hermoso de Mendoza dio dos lecciones de lo que son la doma y el arte a caballo, una sola cuando es el navarro el que las ejecuta. Fueron dos ejemplares de Las Ventas del Espíritu Santo, y de condiciones muy distintas, los que tuvo que sortear.

Más potable su primero, tercero de la tarde, en el que las suertes contaron con la voluntad de un toro más dispuesto a acompañarlas.

Pero en cambio el otro, último de la tarde, pretendió hacerse fuerte en terrenos comprometidos, de los que el rejoneador supo salir no solo con éxito sino en plena demostración de lo él significa en el toreo a caballo.

Mas aún, con un miembro excepcional de su cuadra, “Disparate”, amo y señor de las distancias y los quiebros. Todos daba para apéndices a plenitud, pero el bache con el rejón definitivo sigue vigente y por eso Hermoso de Mendoza cuajó un solo apéndice en ese toro del adiós, al final, la única de la tarde.

Igual pasó con Miguel Ángel Perera, quien entendió que el lugar para hacer historia estaba en los medios. De allí, en esos terrenos donde las cosas valen, hizo una faena de trazos largos en su primero, hasta sacar los olés sentidos que tanto caracterizan al albero de la capital colombiana. Solo que había que rematar y eso no sucedió. La ovación dejó en claro la conexión de las partes.

En el quinto se repitió la película, con un toro menos colaborador. Pero con el paso de las series, la faena de Perera creció en dimensión, justo hasta cuando hubo que ir por el premio mayor. Pinchazos sucesivos y adiós a la esperanza de triunfar.

Manuel Libardo tuvo un cuarto ejemplar de la corrida que cotizó alto por sus hechuras y la casta que brotó de él en cada momento.

La faena tuvo momentos de belleza antes que de transmisión. Si el acero cumple con su tarea, otras serían las cuentas para el diestro local.

En el que abrió la tarde, hubo mejor comienzo que final, cuando el toro se apagó, pero no hubo intrascendencia en él. Eso sí, faltó alegría en el lidiador para romper el hielo.

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