Anuncio

Diego Silveti, que se mostró como un importante torero, recibió una oreja

Share

El diestro mexicano Diego Silveti, que ha sido una grata revelación por su firmeza y torería de muy alto contenido, cortó una oreja de mucho peso y se convirtió en el triunfador de la séptima corrida de la temporada grande 2016-2017, en la Monumental Plaza México y primera de la mini feria Guadalupana, celebrada esta tarde.

Alternó con sus paisanos Fermín Rivera, que una vez más se manifestó como un torero de elegante corte, y, Octavio García, “El Payo”, que sin un lote propicio, enseñó el buen momento por el que atraviesa.

Subió el número de aficionados que asistieron al festejo, toreando sólo toreros locales, con una entrada de más de nueve mil personas, cerca de un cuarto de plaza.

Anuncio

Se lidiaron seis toros, uno, el que abrió plaza de La Joya, con clase pero sin fuerza, y cinco de Santa María de Xalpa, bien presentados, pero carentes de raza. Con buena clase, el sexto, manso, se dejó. Los otros cuatro, sin gracia y deslucidos, fueron muy del tipo de su procedencia, Juan Pedro Domecq.

Rivera, con el primero, lo toreó muy bien a la verónica e hizo un quite por chicuelinas. Trasteó reposado, elegante, sin trampas. Pero fue una pena, ya que lo pinchó dos veces y descabelló en varias ocasiones, pero de todos modos, el público lo obligó a saludar en el tercio. Con el cuarto, que fue muy malo y sin ritmo, estuvo bien con el capote y nuevamente muy torero. Mató pronto para palmas.

“El Payo” tuvo un lote infumable. Lidió toros, que la verdad, no le dejaron una pizca de lucimiento. Al segundo lo toreó magníficamente con el capote y siempre buscó el triunfo. Mató pronto, para palmas, y con el quinto, plano, pues no tenia un pase.

Octavio, como sus compañeros, estuvo muy por arriba de sus enemigos.

Pero se produjo un cambio absoluto con Diego Silveti, que estuvo firme, seguro y torero. El tercer astado tampoco le dio facilidades y sin embargo, le sacó un partido que nadie pensaba. Recibió aplausos y en el sexto, estuvo enorme con el capote, en verónicas, y con un quite de saltilleras, con una quietud que asombró. El toro se rajó pero trasmitió más que sus hermanos.

Diego siguió pisando fuerte y realizó una faena de gran mérito, en la que se ganó al público. Con una estocada en buen sitio, obtuvo una oreja con petición de otra, aunque lo importante es que otro mexicano dejó constancia de que existe una generación estupenda de toreros.

Los toreros de plata Alejandro Prado, en el primero, y Angel González y Héctor García en el sexto, saludaron en el tercio por sus magníficos pares de banderillas.

Anuncio