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Ponce de León, un alpinista de buenos tratos con la montaña

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EFE

A los 51 años el alpinista mexicano Héctor Ponce de León, con 22 veces expediciones a la cordillera del Himalaya, presume de tener buenos tratos con la montaña y se rinde a su belleza como si fuera la obra de algún paisajista famoso.

“Una de las cosas que hago es concentrarme en las imágenes, hay cuatro o cinco colores, el blanco de la nieve, el gris, el negro y el azul oscuro del cielo. Son pocos, pero de una nitidez difícil de imaginar si no has estado allá arriba”, revela en entrevista a Efe.

Aunque es considerado un deportista extremo, Ponce de León ve el montañismo con una sensibilidad de artista y después de decenas de escaladas, tres de ellas al Everest, reconoce llevar un relación casi de familia con los accidentes naturales.

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“La montaña es un accidente geológico, es hielo y tierra, sin embargo en dependencia de cómo te va, siempre tienes un diálogo. O le agradeces, o le pides permiso o una oportunidad. A veces te enfadas y la maldices y la encuentras implacable y cruel”, confiesa.

Después de tres décadas involucrado con las elevaciones más peligrosas del mundo, algunas a más de 8.000 metros, Héctor puede ordenar sus proezas por grado de dificultad, por áreas geográficas y hasta por los olores de los altos cerros.

“Donde hay una experiencia olfativa es en las paredes de rocas. Con los ojos vendados puedo reconocer el olor del granito de yosemite, el del basalto de México y el de la caliza de Europa. A veces estoy en otros lugares, me llega el aroma del granito, me estimula memoria y vienen imágenes”, confiesa.

Es considerado uno de los alpinistas más importantes de América Latina, pero más que un héroe se considera un sobreviviente que alguna vez habló con la muerte a la manera de Harry, aquel personaje que en uno de los cuentos de Ernest Hemingway le reclamó a la parca su aliento apestoso.

“Si tuviera que elegir una situación crítica hablaría de la expedición en 1998 a una montaña del Himalaya, el Shishapangma. Con mi amigo Andrés Delgado, sin sherpa ni oxígeno, hice una escalada a la pared sur que tiene 2.400 metros de altura”, cuenta.

Esa vez los dos mexicanos estuvieron cuatro días sin comer ni beber, en el descenso perdieron la conciencia y escucharon una voz que les sugirió dejar de luchar ante tanto dolor físico.

“Hubo momentos en los que me dieron ganas de meterme en el saco de dormir y parar de sufrir, pero en el alpinismo si abandonas, mueres. A diferencia del maratón o de una prueba de ciclismo de ruta, a nosotros no nos está permitido fallar”, recuerda.

A una edad en la que muchos hombres se preparan para entrar a la vejez, Ponce de León realiza un ascenso extremo cada año y cada dos o tres meses hace una expedición como guía de grupos al Himalaya o a Los Andes de Perú, Bolivia y Argentina.

“Éstas últimas experiencias son de menor grado de dificultad y es en las otras en las que hago rituales para alejar el miedo. Si el cielo se llena de nubes, limito mi mente a pensar solo en cada paso o cada agarre de roca; me hago consciente de cada movimiento y contracción muscular y me funciona”, explica.

Una vez Ponce de León durmió colgado de un clavo en el hielo de la Aconcagua y al despertar dio gracias por no haber muerto congelado, en otra sufrió la desgarradora noticia de la muerte en algún monte alto de un amigo y en una tercera creyó que solo con un milagro sobreviviría, pero aún así agradece a la montaña.

“El montañismo está ligado con conectar con nuestra parte primitiva, animal, con volver a sentir fatiga y hambre. Cada escalada es una exploración de lo que soy capaz de hacer”, dice.

Este mes el escalador hará un ascenso en Bolivia y a mediados de año intentará convertirse en el primer humano en escalar el Kilimanjaro, la montaña más alta de África, en menos de 24 horas solo con ayuda de su cuerpo.

Según dice, ascenderá 5.963 metros por las gargantas de bosques verdes y sólidas laderas de bambú que alguna vez inspiraron a Hemingway a escribir uno de sus cuentos más hermosos y tocará la cumbre cuadrada de la montaña, a la cual tratará bien y le dará gracias por algo mejor que los récords: la belleza.

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