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Reportaje Especial: Escaramuza ‘gringa’ quiere dejar legado a sus hijos

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Quinta parte de una serie de historias sobre escaramuzas en el Sur de California.

Jill Hogan es la integrante más grande de Charras Unidas de Villa. Tiene 60 años y recuerda que cuando le dijo a su hija Audrey que quería unirse a ella en el equipo, a su hija no le gustó mucho la idea.

“Me dijo que yo forme mi equipo de escaramuzas viejitas”, dice Jill, de padres “gringos” pero que habla un español perfecto.

“Me gusta todo lo mexicano, canto rancheras, andaba en folclórico”, explica la hija de un arquitecto estadounidense que vivió en Guadalajara por más de 10 años.

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A Audrey no siempre le interesó la vida de escaramuza, aunque eso cambió hace cinco años cuando ingresó a Charras Unidas. Entonces, Jill decidió unirse a su hija.

Audrey cuenta que su mamá se animó a ser escaramuza ya que la regañaba mucho en las prácticas y ella le dijo finalmente, “si es tan fácil debes hacerlo tú”.

“Quería compartir con mi hija, me gustó ponerme los vestidos, arriesgarme, por la adrenalina”, comenta Jill, cuyo esposo es mexicano.

“Es algo más que nos une como familia”, dice Audrey, de 19 años, la única mujer de cinco hijos de la familia Martínez.

“Yo soy perfeccionista, si me falla algo, me pongo muy triste”, señala Jill, quien espera que sus nietos sigan con la tradición. “Ya hasta pensé el vestidito que le voy a poner”.

Audrey, cuyo nombre “mexicano” en el equipo es “Adriana”, considera la vida de escaramuza como muy difícil pero es algo que la hace feliz.

“Estoy aquí todo el tiempo, cuando no estamos en un evento estamos ahorrando. Es todo lo que hago, es mi vida”, señala Audrey.

“Tienes que hacer mucho sacrificio, si tienes dos cosas que hacer el sábado, tienes que escoger la escaramuza. No es algo que puedes escoger cuando te conviene. La escaramuza viene primero, pero así lo quiero”.

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