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Hiccups, el payaso de los pobres en Skid Row

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Para muchos de los que conocen al payaso Hiccups, este personaje es uno de los aficionados más coloridos que frecuenta Dodger Stadium, siempre pintado de la cara, con su nariz azul y un logo enorme del equipo angelino en sus zapatos gigantes.

Pero los que conocen más a este pintoresco aficionado mexicano, saben que es más que un simple payaso.

Una vez al mes reune a sus amigos por medio de una convocatoria de Facebook, para donar ropa y pizzas a cientos de desamparados que viven en las calles de Skid Row, la zona más marginada de Los Ángeles.

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Ahí, Hiccups (que quiere decir hipo en español), nacido en Sinaloa y traído a Los Ángeles por su abuelita a los tres años de edad, le regresa a la comunidad mucho de lo que él ha recibido.

Para alguien que nunca ha estado en Skid Row los domingos, uno se sorprendería al ver que hay muchas personas que en realidad donan comida a los indigentes.

Algunos parecen organizados, otros no tanto. Situados en Sixth Street y Gladys, el grupo de Hiccups, conocidos como Hiccups Pizza Project, es uno de los que cuenta con más voluntarios, entre 60 a 75, todos vestidos con camisas rojas bajo cuatro carpas, dándole la bienvenida a los desamparados.

Hiccups es un ángel, es un ángel para mí

— Aimar Flores, voluntario

Al llegar, los indigentes saben que no deben de amontonarse, sino que hacen una línea alrededor de un edificio, esperando un boleto que les permitirá agarrar comida y ropa. Es ahí cuando llega Hiccups y le dan la bienvenida uno por uno. Algunos lo abrazan, otros le dan la mano, pero todos con una sonrisa de agradecimiento. Los más suertudos reciben inclusive algunos regalos especiales del payaso, como uniformes y gorras de los Dodgers, el equipo de sus amores.

“Hay mucha gente que tiene ganas de ayudar aquí pero no sabe dónde venir”, expresó Hiccups. “No sabe donde estacionarse y tienen miedo, pero ya saben en donde encontrarnos”, agregó.

“Todos somos seres humanos, creo que cuando todos somos iguales es cuando todos entramos a una iglesia y desafortunadamente cuando salimos de la iglesia nos separamos… aquí todos nos sentimos iguales”, indicó Hiccups, quien no está relacionado con una iglesia o la organización de los Dodgers.

“Ellos ni saben que hago esto”, agregó.

Algunos se identifican más con Hiccups porque muy pocos saben su nombre real y tampoco lo han visto sin maquillaje de payaso. Solamente saben de las buenas intenciones de este mexicano que les trae comida los domingos. Hiccups tampoco sabe el nombre de todos a los que ayuda, pero sabe que quiere contribuir sin importar la raza, nacionalidad o creencias de lo que ayuda.

Hiccups explicó que en un principio cuando traía pizzas solo a Skid Row, muchos indigentes se acercaban a él, tratándolo de alcanzar. Él confiesa que primero tuvo miedo, pero ya luego se dio cuenta que sólamente lo querían abrazar en agradecimiento.

La mayoría de amigos de Hiccups lo conocieron en Dodger Stadium y varios de estos se le unieron cuando vieron que el payaso hacía varias obras de caridad, no solamente en Skid Row sino con orgnizaciones como Padres Contra el Cáncer, la cual ayuda a familias de niños con esa enfermedad.

“Muchos de los que están aquí me vieron en el estadio, se tomaron una foto conmigo, luego me encontraron en Facebook y se dieron cuenta de las cosas que hago y que soy más que un payaso”, dijo el sinaloense.

Hicupps adoptó su nombre e identidad durante su primer trabajo en un hospital de niños discapacitados y se disfrazó de payaso en Halloween para alegrarle el día a los niños enfermos.

“La verdad era un payaso bien chafa, bien espantoso, porque no sabía la técnica”, explicó con una enorme sonrisa muy grande mientras preparaba cientos de pedazos de pizza que distribuyó un fin de semana reciente en Skid Row. “Luego comencé a hacer un poco de magia, hacer figuras con globos y así comenzó todo”, dijo Hiccups, quien junto a su grupo donó 100 cajas de pizzas.

Primero soy humano, luego soy payaso y luego un fan de los Dodgers

— Hiccups

Ambiente familiar

“Hiccups es un ángel, es un ángel para mí”, dijo Aimar Flores, quien llega todos los meses con su esposa Anita y su niña Jazmín para ayudar en la repartición de comida.

“Traemos a la niña también porque queremos que sepa que lo que tiene lo debe de apreciar”, agregó Flores, quien dijo que Hiccups nunca les pide dinero y siempre les dice que pueden donar lo que ellos puedan.

Para el payaso mexicano, su proyecto también es una forma para que la gente tenga un momento en familia.

“La gente puede traer a sus niños y eso es algo más grande que cualquier cosa que les puedan comprar, vale mucho más que cualquier juego electrónico”, indicó Hiccups.

El Hiccups Pizza Project inició en diciembre de 2012 con unos 25 voluntarios y hoy el número se ha triplicado. Las decenas de cajas de pizza, plátanos, pan, calcetines, ropa, shampoo y zapatos, son donados por los voluntarios.

Sonia Pérez conoció precisamente al payaso cuando era voluntaria en Padres Contra el Cáncer y se dio cuenta de que Hiccups llevaba comida a los indigentes. Fue entonces que se le unió en su primera entrega oficial en el 2012 y desde entonces es una de las personas que nunca falla mes tras mes.

“Hiccups es una persona muy grande, toda su vida ha ayudado a niños con discapacidades, a niños que sufren de cáncer.. es muy querido por todos”, señaló Pérez, quien organiza la repartición de pizzas.

“Uno piensa que esto no va estar organizado, que la gente se va a amontonar tratando de agarrar cosas, pero es todo lo contrario”, dice Pérez. “Para mí es muy emocionante porque ves que la gente está agradecida… aquí no hay ni color, ni razas… son personas de un gran corazón”, agregó.

Hasta el momento, el grupo no ha pedido permiso a la ciudad, solamente se preocupan que los indigentes no crucen la calle porque los pueden atropellar o darle una infracción por la policía.

“Hemos venido y pasa la policía y no nos dice nada, como todo esta bajo control, nos aseguramos que la gente no atraviese tanto la calle…los voluntarios se ponen los guantes, tratamos de que todo esté lo más higienico posible”, dijo Pérez. “Aquí la verdad te puedes perder entre la gente y no te da miedo… aquí no se notan las clases sociales, lo que más nos gusta es ver a los niños que ayudan y eso te da esperanza que en el futuro va a haber más gente con buenos corazones”, dijo Pérez.

Desde sus tres años, Hiccups fue criado por su abuelita Cruz, quien lo trajo de un pueblito de Sinaloa. En gran parte, dice que su espiritú caritativo viene por parte de su abuelita de 99 años.

“Ella siempre me enseñó a ayudar, yo recuerdo que en la vecindad en donde viviamos siempre me decía que les ayudara a las personas con sus compras”, expresó Hiccups. “Ella siempre me dijo que cuando yo trabaje que dé la mitad porque Dios me va a dar más trabajo y que perdone a todos que te hacen daño”, indicó.

“Primero soy humano, luego soy payaso y luego un fan de los Dodgers”, expresó Hiccups.

La obra caritativa de Hiccups ha llegado a tanto que tiene amigos que vienen desde Lancaster, Pomona y hasta San Diego para donar comida y ropa. Su iniciativa a llegado a tantos, que sus mismos amigos en San Diego y San Francisco han comenzado a hacer algo similar, al llevar ropa a los lugares más marginados de esas ciudades.

“Ojalá que mucha gente más ayudara, que se quiten esa pared de que los indigentese son personas que no quieren trabajar. Las necesidades de ellos son muy diferentes, hay gente que está trabajando pero viven de cheque a cheque, algunos tienen para un apartamento pero no tienen para comer. Así que tienen que abrir su mente a ayudar”, dijo Pérez.

Hiccups también dona su tiempo para recaudar fondos para familias víctimas del cáncer. También lleva cobijas y ropa a los inmigrantes que duermen en el área de la Placita Olvera.

Doryan, un amigo inolvidable

Uno de los amigos que un día ayudó con la repartición de pizzas en Skid Row fue Doryan Carrillo, un niño de seis años que le cambió la vida a Hiccups. Doryan falleció en octubre de 2013 víctima de cáncer.

El niño había conocido a Hiccups en una caminata de cinco kilómetros de Padres contra el Cáncer. Al poco tiempo se hicieron amigos inseparables, con Doryan acudiendo a los eventos de Hiccups, inclusive ya con su salud muy deteriorida, a eventos como la repartición de pizzas en Skid Row.

“Mi hijo tenía seis años y Hiccups y él eran muy cercanos, lo que no me sorprende porque Hiccups tiene el corazón de un gigante”, expresó JoGina Carrillo, madre de Doryan.

“Desde que falleció mi hijo hemos seguido viniendo. Mi hijo estaba muy involucrado y es algo que haciamos juntos. Estuvimos en muchos eventos, corrimos un 5K o un MudRun, y también ayudaba a los indigentes, esto me ayuda a mantenerlo a él vivo y ayudar a este tipo extraordinario”, añadió Carrillo.

Al momento del fallecimiento del pequeño, Hiccups fue al funeral, vestido de payaso, a leerle un libro que había pintado para él.

“Fue un guerrero con muchas ganas de vivir… cuando fui al velorio le prometí siempre ser amigo de la familia y ayudar a los pequeños que sufren enfermedades”, dijo Hiccups.

“En su corta vida cambió la vida de ambos, incluyendo la mía para siempre, luchó hasta el último momento… cuando un bebé sufre y muere, la gente alrededor cambia y son gente buena y él fue un ángel en la tierra”, agregó el mexicano.

“Doryan me decía que [yo] era su payaso”, dijo Hiccups.

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