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El verdadero reto del nuevo complejo deportivo de Inglewood, es todo lo que lo rodea

El verdadero reto del nuevo complejo deportivo de Inglewood es todo lo que lo rodea.

El verdadero reto del nuevo complejo deportivo de Inglewood es todo lo que lo rodea.

(Damian Dovarganes / AP)
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El enorme estadio, planeado para ser construido en Inglewood, estará enclavado 100 pies bajo tierra y lo cubrirá un domo retractil con techo translúcido. Su complejidad lo convierte en una de las más anticipadas piezas de arquitectura de la región.

Los pasos peatonales se combinan al exterior e interior.

La forma en que el estadio y el distrito de entretenimiento a su alrededor se entrelacen con la comunidad será clave.

El techo translúcido planeado para el estadio de Inglewood debe permitir que entre suficiente luz natural.

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Todo el drama, las especulaciones y estrategias de presión están en el pasado. La Liga Nacional de Futbol americano (NFL), -el cruel monstruo experto en manipulación de ciudades y generador de dinero- está oficialmente camino de vuelta a Los Ángeles.

Tras una votación secreta el mes pasado de los dueños de los equipos de la liga, los Rams de San Luis ganaron el derecho de abandonar el Edward Jones Dome -una instalación con frecuencia ridiculizada por decrépita y anticuada, aunque solo tiene 21 años- y se moverán a Inglewood. El complejo de más de $2,600 millones que el equipo ocupará, diseñado por la firma de Dallas HKS y programado para inaugurarse en 2019, es enorme y suficientemente ambicioso para unirse de inmediato a la Gran Torre Wilshire y a la adición planificada del Museo de Arte del condado de Los Ángeles, como una de las más esperadas piezas de arquitectura del escenario local.

Junto con el estadio, que tendrá una capacidad para 80,000 aficionados, el desarrollo incluirá una gran plaza cubierta, un lugar para espectáculos de 6,000 asientos y (eventualmente) una extensa colección de espacio comercial y residencial.

El diseño en sí mismo del estadio, que estará enclavado 100 pies bajo tierra y lo cubrirá un domo corredizo con techo translúcido, tiene varios toques impresionantes. Está ansioso de lucir como ningún otro estadio de futbol americano en el país, y al mismo tiempo incorporarse a cierto linaje modernista de la arquitectura del Sur de California, con una fluida conexión entre el interior y el exterior, y una extensa colección de árboles y áreas verdes de la arquitecto de jardines Mia Lehrer.

El reto para HKS —y para Inglewood, al grado que su clase política está dispuesta a desafiar a los Rams y la NFL en la urbanidad del desarrollo— será entretejer el proyecto en la vida cívica y cultural de la ciudad, en vez de permitir que emerja como otro fastuoso e introvertido enclave del Sur de California.

En ese sentido, el desarrollo planeado es básicamente un trabajo en progreso. Aunque hasta ahora está relativamente claro lo que estará en su centro, con el estadio y el lugar para espectáculos cobijados bajo el enorme techo retractil, el diseño de los alrededores todavía es incierto.

Y son realmente los alrededores de los que en última instancia dependerá el éxito o fracaso del proyecto.

El terreno de 300 acres que el dueño de los Rams, el magnate inmobiliario Stanley Kroenke escogió para el estadio, ligeramente al sur del Forum y tres millas al este del aeropuerto de Los Ángeles, está tan cerca de un reinicio urbano de lo que es posible encontrar enmedio de la cada vez más densa y cara zona conurbada de Los Ángeles.

En esa área alguna vez estuvo la pista de carreras Hollywood Park, diseñada en los 1930 por el legendario arquitecto angelino Stiles O. Clements. Casi toda la milla y media del deteriorado downtown de Inglewood está despejada y lista para la construcción (incluida también la línea del tren ligero Crenshaw, por inaugurarse en 2019).

Básicamente es la última parcela no industrial disponible de cualquier lugar cercano al centro geográfico de Los Ángeles (excepto que se cuente el estacionamiento del Dodger Stadium, cuya reconstrucción solo es un rumor).

Para llenar tal espacio, Kroenke recurrió a HKS, una prolífica firma que también hizo el diseño del AT&T Stadium para los Cowboys de Dallas de Jerry Jones, así como la nueva casa de los Vikings de Minnesota que se inaugurará la suiguiente temporada. En su curriculum también está el Camelback Ranch de Arizona, el complejo del campamento de primavera compartido por los Dodgers y los Medias Blancas de Chicago.

Del proyecto de Inglewood resalta el colosal techo, un rasgo cuya insólita geometría le da un carácter poco ortodoxo y asimétrico al estadio. Estará hecho de una estructura de acero, a la que se le insertarán enormes páneles de ETFE, un material transparente casi tan pesado como el cristal.

El techo es visualmente dramático. Se encorva hasta formar una gran apertura sobre el borde occidental del estadio, donde una plaza cubierta de 2.5 acres resguardará un lago artificial. Y luego vuelve a descender en su extremo sur, incorporando el techo de la pequeña sala de conciertos, antes de reencontrarse con el suelo.

El techo permitirá que el estadio, la sala de conciertos y la plaza que estará entre ellos, se sientan como parte de un mismo diseño. Eso resguardará al estadio de la lluvia, al tiempo que permitirá que la luz natural entre y que sus extremos estén al aire libre.

También fungirá como una gran valla publicitaria, visible para los aviones que se dirijan al aeropuerto, así como dirigibles y los helicópteros patrullando el espacio aéreo del estadio. Será un colosal ejemplo de explotar lo que arquitectos desde Le Corbusier han llamado “la quinta fachada”, que se puede ver desde el cielo.

El techo deberá minimizar el ruido de los aviones y permitirá que el estadio pueda albergar conciertos y grandes eventos deportivos como el Final Four del basquetbol universitario —o algunos deportes Olímpicos, si L.A. gana la candidatura de los Juegos de verano de
2024—.

Esa flexibilidad es importante por un par de razones: la primera es el relativamente pequeño número de eventos en el calendario de la NFL (solo ocho juegos de temporada regular por año, o el doble si los Chargers o los Raiders se le unen a Kroenke en Inglewood).

La segunda es el turbio futuro que enfrenta el futbol americano profesional en este país. Los ratings de televisión de la NFL son los más altos de la historia, pero con las crecientes evidencias de la relación entre el futbol americano y las lesiones cerebrales, y con los padres de todo el país pensando dos veces en inscribir a sus hijos en dicho deporte, es imposible decir cuál será el papel del futbol americano en la cultura estadounidense en una o dos generaciones.

El Sur de California tiene una rica historia arquitectónica de sus estadios, que incluye al Dodger Stadium, el Rose Bowl y el Coliseo; pero esas edificaciones son al aire libre, y son mucho más discretas y refinadas que el innovador diseño de Inglewood.

El gran potencial del proyecto para la futura casa de los Rams descansa en explotar el cambio que implica que el estadio esté enclavado en la tierra. La mayoría de la estructura del inmueble estará bajo el nivel del suelo, para mantener un perfil bajo y evitar interferir en la ruta de descenso de los aviones. Los trayectos que los aficionados seguirán para llegar a sus asientos, desplazándose debajo del techo y luego a lo largo de confluencias al aire libre entre árboles y plantas, podrían traducirse en dramáticas y sorprendentes vistas. Los bocetos preliminares de HKS, aunque no están finalizados, son prometedores.

El estadio, la plaza, y el lugar para espectáculos , así como 12,500 espacios de estacionamiento (la mayoría ubicados en el extremo norte de la propiedad, frente a Pincay Drive desde el Forum) compondrán el corazón del complejo. La siguiente etapa de desarrollo incluirá un hotel, edificios residenciales, oficinas y puntos de venta, así como un zócalo cívico en la parte oeste de la propiedad, cerca de la esquina entre Prairie Avenue y Arbor Vitae Street.

Aunque se cree que la Autoridad Metropolitana del Transporte está contemplando la idea de agregar una nueva línea de tren que se conecte con el complejo, la —absurda— realidad de la relación entre el futuro estadio y la línea de tren en construcción, es que una vez más afrontamos la posibilidad de que un desarrollo mayor y una ruta ferroviaria estén seductoramente cerca el uno del otro, sin que de hecho estén ligados. Vean como ejemplos la Línea Dorada y el Dodger Stadium, y la Línea Verde y el aeropuerto.

A diferencia del otro lugar que la NFL había estado considerando, en Carson, la propiedad de Inglewood está definida, no por los accesos inmediatos de las autopistas, sino porque está enmedio de varios bulevares. Será el ancla de la esquina suroeste de un gran pedazo de tierra, cubriendo una milla cuadrada, rodeado por los bulevares Century, Crenshaw y Manchester, así como Prairie Avenue.

Más allá de como quede el estadio o cuantos Super Bowls acogerá, la manera en que el proyecto de Kroenke encaje en ese punto de la ciudad, bien podría darle forma al futuro de Inglewood.
Parece poco probable que Kroenke y la liga, con tantos ojos puestos en el experimento del regreso a L.A., permitan que el estadio en sí mismo sea menos que una majestuosa obra maestra de referencia.

¿Pero qué hay de las viviendas para el extremo este del complejo, cerca del actual Darby Park, o los edificios de tiendas al lado sur del lago? Es fácil imaginar que esos elementos tendrán mucho menos atención, inversión y detalles arquitectónicos.

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