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Yasmani Grandal, de los Dodgers, tiene impreso en su piel parte de su historia

Yasmani Grandal.

Yasmani Grandal.

(Al Seib / Los Angeles Times)
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El cátcher de los Dodgers, Yasmani Grandal, no habla mucho.

Antes de los juegos se encierra en el cuarto de video afuera de los vestidores. Después de los partidos, cuando algunos jugadores se apuran para irse del estadio, él vuelve al recinto para disecar filmaciones a fondo.

Pero aparte del juego, Grandal aprovecha cualquier oportunidad para hablar de los tatuajes que presume en su cuerpo. Resulta que hay historias detrás de ellas y habla de cada una de ellas. Al hacerlo, menciona a su madre en varias ocasiones.

Como muchas madres, María Gómez le pidió que no se tatuara en la primaria. Ella le decía que tenía que esperar hasta que ya no viviera en casa.

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Gómez recordó que tuvo que sentarse cuando Grandal regresó, días después, de su graduación de la primaria porque según tenía algo que mostrarle.

Grandal se levantó la manga de su camiseta y le mostró unas letras en japonés tatuadas en la parte de adentro de su bíceps. El tatuaje lee “Escorpión”.

“Trataba de revelarme”, dijo Grandal.

El tatuaje fue un reflejo de su relación con su madre, más que un desafío.

Gómez, quien es oriunda de Cuba, se encargó de la crianza de Grandal luego de divorciarse de su pareja, antes del primer cumpleaños de su hijo. En 1998, cuando Grandal tenía 10 años, Gómez aplicó para el programa de migración cubana.

Obtener un permiso para salir de la isla iba a ser un reto, pero Gómez migraría a EE.UU. con su hijo, sus padres y su nuevo esposo.

“Nunca he dejado que nadie tome decisiones por él o por el estilo. Siempre vamos juntos donde sea”, dijo Gómez, agregando que nunca ha fallado ninguno de sus juegos.

Grandal tiene varios tatuajes basados en el calendario del zodiaco. Él explicó que le llamó mucho la atención los dibujos de los símbolos porque su mamá le leía muy seguido su horóscopo.

Al ver el segundo tatuaje de su hijo, ella simplemente se resignó a que así sería y que era su decisión. “Él ya era un adulto”, dijo Gómez, entonces decidió participar en crear la historia.

“Tengo mi apodo en mi espalda con ojos rojos porque en Cuba ese color es como batallas [la envidia] de otra gente y mi mamá me decía: ‘Ya que le das la espalda a la gente, debes tener ojos en tu espalda, especialmente rojo, para esos que te envidian’”, recordó Grandal.

Grandal, de 27 años, tiene en su bíceps un escorpión rompiendo unas cadenas y en su antebrazo, un demonio de Tasmania que viste la indumentaria de un cátcher. El nombre de su esposa, Heather, lo tiene impreso debajo de su anillo. “Cuba” en su muñeca y las palabras de Nelson Mandela en su pecho: “Tu eres el capitán de ti mismo”.

“¿Qué le puedo decir?”, preguntó Gómez, mientras reía al otro lado del auricular desde su casa que le compró Grandal en Miami. “Él es lo suficientemente maduro para decidir qué hacer”.

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