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Columnista: Un ángel que nadie extrañará

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Quiebres destellantes. Explosivo en espacio corto. Descarado con el balón. De local o visitante, jugaba a placer… los elogios parecían hacerle justicia: Ángel Reyna tiene pasta de ídolo.

Odiado y querido, para completar la fórmula. “Pero está muy loco, es bueno, desde los juveniles destacó, pero está muy loco”, me dijo alguna vez Víctor Salas, exdefensa del América, cuando el jugador vivió su primer destierro con las Águilas.

Salas vio desde el primer equipo de las Águilas el ascenso de Reyna.

Por su talento se hizo de un hueco en el cotizado América, donde los extranjeros acaparan reflectores, y hasta llegó a la selección mexicana. Ángel moldeaba su figura de ídolo de las Águilas con el mejor argumento a su favor: hacía magia con el balón

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Tras su salida del América, comenzó su desfile con diferentes equipos, retorno a las Águilas, y otra vez su salida.

En ningún equipo que lo fichó logró regularidad: sus choques con estrategas y compañeros adornaron su mala fama, pero aún así le alcanzaron sus destellos para llegar a la selección mexicana y maquillar su turbulento paso.

En el camino se perdió... y en el reciente capítulo de su vida futbolística, las Chivas le abrieron al puerta para que se vaya. No quisieron saber nada ya del refuerzo por el que pagaron 5 millones de dólares y no le dio nada al club.

Su carácter lo puso en problemas varias veces y no logró continuidad en los equipos para los que llegó, ‘Pleititos’, le decían.

Una leyenda urbana del futbol dice que en un vestuario sacó una pistola y amagó a un compañero…

Otra versión habla de alegatos y a punto de los golpes con más de dos de sus entrenadores…

El caso es que con 31 años de edad, sólo le queda en el recuerdo haber jugado para el América, Chivas, Pachuca, San Luis, Monterrey, Necaxa, Veracruz, donde su talento se perdió con sus desplantes y lo marginó de los planos estelares.

El molde de ídolo lo rompió… y ahí Ángel se fue al olvido.

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