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Santa Cruz se consagra con la ayuda de su padre

José Santa Cruz, padre de Leo.

José Santa Cruz, padre de Leo.

(Allen J. Schaben / Los Angeles Times)
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Leo Santa Cruz no solamente venció a un rival muy determinado, sino que también le ganaba en experiencia.

El michoacano, utilizando su mayor alcance y estatura, mantuvo en la distancia a Abner Mares con una ráfaga de golpes, los cuales entraron en la anatomía de su oponente con un 35% de efectividad.

Santa Cruz también impresionó con su condición física pues Mares forzó desde los primeros dos asaltos un ritmo intenso y desgastante para ambos. Mares entró con una condición física extraordinaria, pero “Terremoto” estuvo a la altura.

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“Mi papá me dijo que había que boxearlo”, indicó Santa Cruz, quien tiene ahora muchas opciones para el próximo rival.

Con la victoria, Santa Cruz ganó la posibilidad de enfrentar a Gary Russell Jr., actual monarca pluma del Consejo Mundial de Boxeo, pero el invicto probablemente buscará al ganador de Johnny González y Jonathan Oquendo, quienes combaten en la cartelera de Floyd Mayweather Jr. y Andre Berto el 12 de septiembre en Las Vegas.

Al final, José Santa Cruz, papá de Leo, un hombre de pocas palabras que tenía en los ojos la satisfacción de la victoria, no se vio muy entusiasmado sobre un segundo duelo ante Mares.

“Leo no lo necesita, yo hago las decisiones”, expresó el papá.

En realidad, Santa Cruz venció con merecimiento a Mares y no hubo controversia en la decisión, a parte del empate otorgado por un juez, así como tampoco hubo una situación que amerite un segundo enfrentamiento inmediato entre ambos.

“Si yo hubiera ganado, le hubiera dado la revancha…sé que le di una muy buena pelea”, expresó Mares, quien ganó $1.25 millones al igual que su rival.

Santa Cruz también dijo que le gustaría pelear en México para no solamente solidificar su estatus como un peleador mexicano que triunfa en el Sur de California, sino que quiere convertirse en un ídolo de todos los mexicanos.

Por lo pronto, Leo piensa que ya ha hecho lo suficiente para ser considerado el mejor peleador de Los Ángeles, aunque es consciente que todavía falta para llegar a tener el estatus de Óscar De La Hoya y otros grandes expeleadores mexicoamericanos.

“Sé que tengo que crecer mucho para alcanzar ese nivel, pero voy a continuar creciendo y seguir enseñando a la gente de que soy un gran campeón mexicano”, indicó.

El hombre detrás de Leo

El triunfo del sábado fue también un premio al papá de la familia Santa Cruz.

José le contó a Los Angeles Times a mitad de semana que se enamoró del boxeo muy tarde en su vida pero se obsesionó con hacer campeón del mundo a uno de sus hijos.

Tuvo cuatro hijos y todos se convirtieron en boxeadores, aunque el más joven terminó siendo el mejor de todos.

Leo recuerda que un día su papá les dijo. “Uno de ustedes va a ser campeón del mundo, pero vamos a trabajar duro. Si no eres tú, serás tú, sino tú…uno de ustedes será campeón”.

Los Santa Cruz vivían en un apartamento de una recamara y los niños dormían en la sala. Antonio, el mayor de los hermanos, dejó el boxeo porque no era su sueño, Robert fue diagnosticado con lupus en 2005 y José Armando fue diagnosticado con inflamación cerebral en 2010, lo que lo forzó a retirarse.

“Cuando terminaba la escuela, me quería quedar a jugar con mis amigos, pero mi papá me decía que tenía que ir al gimnasio”, dijo Leo. “Lloraba, pero si hubiera ido solo quizá no hubiera ido, pero íbamos todos y me di cuenta que era lo que quería hacer”.

Leo, callado y observador, escuchaba todo lo que le enseñaba su papá y también aprendió del ídolo de su progenitor: Julio César Chávez.

“Gané como 14 peleas. La gente me decía que era muy bueno y que podía ser campeón del mundo. Me dieron la fuerza y la mentalidad y luego me dije ‘voy a dar todo de mí para cumplir el sueño de mi papá’”.

Hace tres años, cuando ganó el campeonato del mundo al vencer a Isaac Terrazas le entregó el cinturón verde a su padre.

“Toma, este cinturón es tuyo”, le dijo.

“Si no hubiera sido por él, tendría un trabajo regular”, aseguró Leo. El sábado pasado, José alzó el brazo en señal de victoria y abrazó a su hijo, sin algarabía excesiva pero sabiendo que habían conseguido una victoria muy importante.

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