Anuncio

Servílio de Oliveira, una vida de luchas dentro y fuera del ring

Share
EFE

Servílio de Oliveira es hoy una leyenda viva del boxeo brasileño no solo por haber conquistado, con apenas 20 años en México’68, la primera medalla olímpica en esa modalidad para su país, sino también por su visión social y sus denuncias contra el racismo y el prejuicio, aún latentes.

De padre albañil y madre ama de casa, De Oliveira (Sao Paulo, 1948) creció en la humilde periferia de la capital paulista, era el séptimo de trece hermanos y ha dedicado toda su vida al boxeo, una pasión que ha conseguido traspasar a hijos y nietos.

“El boxeo para mí representa todo. Prácticamente nací involucrado en el boxeo y estoy con 70 años y continúo en el boxeo”, afirmó en una entrevista con Efe el medalla de bronce en peso mosca.

Anuncio

Su vida cambió para siempre en 1960, cuando Éder Jofre se proclamó campeón del mundo y todos los niños del barrio quisieron practicar boxeo, incluido él.

“Mis hermanos compraron guantes y cuando iban a la escuela dejaban el material y yo llamaba a mis amigos para entrenar con ellos”, contó Servílio.

Con doce años ya estaba apuntado en un gimnasio, pero tuvo que esperar hasta los 17 para debutar, ya que en aquella época no había categorías inferiores.

Las victorias llegaron rápido. Se proclamó en el mismo 1968 campeón latinoamericano en Santiago de Chile y después puso rumbo a México, donde tuvo tiempo para adaptarse a los 2.250 metros de altitud de la capital.

Su primera lucha fue contra el boxeador turco Engin Yadigar; en la segunda venció al ghanés Joseph Destimo (“negro y alto”, recordó) y finalmente en semifinales perdió ante el ídolo local, Ricardo Delgado, aunque para esas ya tenía asegurada la medalla.

“Aquella era una época romántica. Allí en México había un problema, el pueblo mexicano no quería los JJ.OO. porque, según ellos, había otras prioridades antes, hubo muertes”, indicó en referencia a la conocida como matanza de Tlatelolco.

“Fueron ‘los Juegos de la discordia’ porque tuvo a los estadounidense que cuando recibían la medalla hacían el (saludo) ‘Black Power’”, añadió

Servílio, que también es negro, dice que entonces “era muy niño” y no tenía mucha conciencia política, pero que hoy ya tiene “noción de lo que realmente pasó allí” y de la discriminación que existe hoy en Brasil.

“La sociedad de aquí es como si fuera de castas, infelizmente. Percibimos eso. De vez en cuando voy a algunos lugares, voy a restaurantes, al teatro y difícilmente uno ve allí (señala su piel)... y el personal mira diferente”, señaló.

“Después terminan sabiendo quién eres y ahí es diferente, se aproximan, quieren conversar (...) Y eso aún hoy, este país es lamentable”, denunció.

Coronado como el primer medallista olímpico brasileño de boxeo, Servílio siguió con su meteórica carrera hasta que en 1971, en una lucha contra el norteamericano Tony Moreno en Sao Paulo, sufrió un desprendimiento de retina.

“Era el tercero en la clasificación del mundo y ahí tuve que parar de luchar”, lamentó.

Decidió mudarse entonces a Chile, donde vivió tres años y medio coincidiendo justo con el golpe de estado de Augusto Pinochet, y después volvió a su tierra natal.

“El boxeo, allí en casa, era desayuno, comida y cena”, destacó.

Padre de cinco hijos, considera fundamentales los programas deportivos para sacar a los jóvenes de las calles, especialmente los de la periferia, de donde él viene, porque viven al lado de la criminalidad.

“A partir del momento en que uno da educación, cultura y deporte a los niños, uno consigue disciplinarlos”, aseguró el que también fue técnico de todo un campeón del mundo como Valdemir Pereira, conocido como ‘Sertão’.

Se quejó de la falta de apoyo a los deportistas para competir a alto nivel en el exterior y dijo que son una “falta de seriedad” los casos de corrupción destapados en el Comité Olímpico Brasileño (COB).

Sus comentarios son una muestra más del carácter combativo y de la fuerte personalidad de Servílio, quien nunca aceptó ni permitió que le pusieran un apodo.

“Ya quisieron llamarme Pelé. Nunca cuajó un apodo en mí. Los tipos ¡oh Pelé! Y yo: ‘para, para’. Mi nombre es Servílio y punto”, puntualizó.

Anuncio