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J.C. ‘The Leglock Monster’ Llamas cumple el reto más grande de su vida: cuidar de su familia

El peleador mexicano enfrenta este viernes a Joaquín López en velada de Combate Américas

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Desde muy temprana edad, Juan Carlos Llamas tuvo que lidiar con la soledad pues su abuelo murió cuando él tenía tan solo seis años de edad. Además, sus padres se separaron, dejándolo a él y a su hermano mayor con quien Llamas considera fue la persona más importante en su vida durante su crecimiento.

“Mi abuelita, quien no es realmente mi abuela biológica, crio a mi mamá porque se la regalaron”, explicó a HOY Deportes ‘The Leglock Monster’ (8-7), quien será coestelar en la función de Combate Américas este viernes (6 p.m., Univision) al enfrentar, en las 170 libras, a Joaquín López (5-1) en el Save Mart Center de Fresno.

Junto a su hermano y su abuelita de crianza, vivieron momentos muy duros ya que el dinero era escaso y ella no trabajaba seguido.

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“Vendíamos coyoles, nopal, fruta, cortábamos zacates… en fin lo que se pudiera hacer para comer ese día”, recordó Llamas. “Ella incluso lavaba ropa ajena. Cortábamos también leña para poder pagar la luz y agua. A veces teníamos que tomar de la llave porque no teníamos agua potable”.

Las visitas de sus padres se volvían cada vez menos, de una vez al mes pasó a ser cada dos o tres meses hasta solo una vez al año. La entrada de dinero no era constante, pero por suerte tenían su propia casa que había dejado su abuelo.

Sin embargo, según Llamas, gracias a esas adversidades en su vida, le permitió desarrollar habilidades en el deporte, que usaba para apostar en partidos de futbol, ajedrez, básquetbol y más.

“Con ese dinero que ganaba comprábamos dos o tres huevos y comíamos”, recontó J.C. “Apostábamos los almuerzos, de torta contra torta, todo con tal de comer. Si perdíamos mi hermano y yo, no comíamos ese día”.

La violencia también era un pan de cada día para los hermanos Llamas, quienes vivían en un barrio conocido como Tepito en San Vicente, Nayarit, en medio de las drogas y asaltos.

“Me peleaba a diario con quien sea que me quería quitar mis zapatos, que estaban de todas formas rotos, o por querer quitarme un peso”, dijo Llamas, quien tuvo que soportar además bullying. “Me hacían burla de mi mamá y mi papá porque vivíamos con mi abuelita y no me gustaba que le faltaran el respeto a mi familia”.

Llamas buscó otros medios para sobrevivir y bailar fue otra forma de hacerlo. Aprendió a bailar breakdance y hacer rap cada fin de semana en los pueblos aledaños. Sus participaciones le permitían ganar alrededor de $5, al mismo fue ganando reconocimiento localmente y era buscado por otros bailarines que querían competir contra él.

El oriundo de Puerto Vallarta estaba muy flaco y tenía un flequillo o copete en su frente que le hacía parecerse a Michael Jackson, el difunto bailarín y cantante de pop. Eso le permitió ser parte de shows y tener un ingreso más estable de dinero. Sin embargo, el mal estado de salud de su abuelita, que había sido hospitalizada, causó que Llamas optara por viajar a Estados Unidos para proveerle un mejor cuidado y también ayudar a su hermano que sufre de esquizofrenia.

Nuevamente, tendría que rebuscarse trabajando en varias labores para poder pagar por los medicamentos de su abuela y gastos de su familia en México, que después incluiría a su madre.

“Apenas podía con los gastos de aquí y allá, pero un día en el gimnasio que practicaba breakdance, vi que entrenaban jiu-jitsu, no sabía que era pero me llamó la atención”, recordó.

A sus 25 años, Llamas una vez más cambiaría el rumbo de su vida y empezó a practicar las artes marciales mixtas con la intención de poder defenderse cuando regresara “al rancho”. Mientras entrenaba este deporte sobre el octágono también estudiaba para ser ingeniero en fibras ópticas.

En ese entonces, su abuela corría el riesgo de ser expulsada del hospital porque la familia no podía pagar los $500 de deuda, que seguiría aumentando con el paso de los días.

Llamas acudió a Paul González, quien tenía un gimnasio de boxeo y MMA, para solicitarle un préstamo. González le ofreció participar en una pelea en el Eagle Mountain Casino Event Center de Porterville, contra Gabriel Gil, cuyo rival no se iba a poder presentar.

“Pagaban $300 por pelear y $300 si ganaba”, recordó. “El punto era que tenía que pesar 170 libras, lo que tenía que bajar 27 libras en tres días y los bajé. No comí nada en tres días, casi ni agua. Me ponía bolsas plásticas debajo de mi ropa de trabajo para sudar. Hasta me desmayé tres veces en el trabajo, sudé mucho, pero di el peso”.

Llamas derrotó de manera unánime después de tres rounds a Gil, quien era boxeador y estaba debutando en las artes marciales.

“Tiré patadas a lo loco, tenía miedo, pero tenía una razón por la que pelear”, dijo. “Terminé cansadísimo, no podía respirar pero lo hice por mi abuelita y mi familia”.

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