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Un recorrido por los milenarios glaciares de la Patagonia argentina

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Allí, los celulares no funcionan. Tampoco hay TV, ni radio, ni periódicos. No hay acceso posible a internet. Y, sin embargo, pocas veces uno se sentirá tan ‘conectado’ con el entorno que durante este viaje.

No hay inmensidad más grande y silencio más atronador que pasar tres días entre hielos, allí donde el mundo y el sur se acaban, allí donde todo se tiñe de un blanco absoluto, navegando entre témpanos en un pequeño crucero por los brazos y canales del vasto Lago Argentino, para descubrir el grandioso Parque Nacional Los Glaciares en la Patagonia Argentina, Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO desde 1981, hogar del famoso Glaciar Perito Moreno y de otros semejantes que, durante la travesía, asoman en su inmensidad única.

Con más de 725 mil hectáreas, el Parque Nacional Los Glaciares se creó como tal a fines de la década de 1930 para tutelar una enorme extensión de hielos milenarios y el bosque andino patagónico austral, con sus diversas especies. Sus habitantes son cóndores, águilas moras y carpinteros patagónicos; también hay zorros colorados, huemules, pumas y ganado. Aunque son los hielos -imponentes, bellos, silenciosos, mágicos- los que presiden este reino natural salvaje que parece alejado de toda realidad cotidiana; un universo blanco-azulado y gélido, testimonio de la inmensidad.

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Visitarlo es una travesía inolvidable. La mayor parte de los turistas llegan allí en una excursión de un único día, y acceden -por tierra hasta el mirador, o en embarcaciones- a su atracción más celebre en el planeta: el Perito Moreno. Sin embargo, para recorrer el Parque y sus glaciares de manera más profunda se requiere de tiempo, paciencia y, lógicamente, un mayor presupuesto. Con estas tres condiciones tildadas en la lista, la experiencia cambia radicalmente y los tres días completos que requiere la inmersión al mundo de los hielos vía crucero no sólo será inolvidable, será también sublime.

GRACIAS POR LA DESCONEXIÓN

Como si alguien de repente accionara el comando ‘reproducir’ y nos sumiera en una película, apenas abordar la embarcación el paisaje cambia: el viento del exterior es reemplazado por la calidez de la cabina, la visión abierta del Lago Argentino comienza a cerrarse entre témpanos y todo rastro de civilización aledaña queda atrás; sí, Wi-Fi y señal de móviles incluidas. Por supuesto, por unos instantes, el pánico sobreviene para cualquier viajero citadino, pero es el mejor regalo que los hielos pueden hacer a quienes se animan a recorrerlos de esa manera. Al promediar la travesía, nadie recuerda ya cómo era eso de revisar el celular a cada instante para ver el correo, vuelve el placer de tomar un café humeante mirando únicamente el paisaje a través del vidrio, y la buena charla en la mesa aflora a la hora del almuerzo y la cena.

El recorrido, que comienza por el Brazo Norte del lago, accede cada día a diferentes rincones del Parque, donde sería imposible llegar de otra forma más que navegando. Desde un antiguo puesto de montaña hasta refugios e inaccesibles glaciares, el itinerario se transforma en aventura y la sofisticación de la vida a bordo (con gastronomía gourmet y vinos de alta gama) encuentra su equilibrio en los senderos escarpados que es necesario recorrer a pie en cada desembarque para maravillarse con cascadas, miradores naturales y diferentes caras de un bosque que, según su ubicación dentro del parque y la luz del sol que reciba, se tiñe tanto de ásperos grises como de frondosos verdes y tonos rojizos. Es en ése contexto que otros glaciares, como el Spegazzini o el Upsala, considerado el más grande del Lago Argentino y el tercero más grande de Sudamérica, se dejan ver en su esplendor absoluto y anticipan al visitante explorador que el mayor espectáculo del viaje, el Glaciar Perito Moreno, está cerca.

MURALLA CONGELADA

Finalmente, a través del Brazo Rico del lago, esa inmensidad azulada de cinco kilómetros de largo y cerca de 60 metros de altura bautizada Glaciar Perito Moreno aparece como una gran muralla congelada y austral, ante el cual es imposible no emocionarse. Acercarse a él es comprender por qué ese bloque eterno de hielo es sinónimo del fin del mundo, y hay una sensación de ‘tiempo sin tiempo’ al contemplarlo, que difícilmente alguien pueda poner en palabras.

Mientras todo esto ocurre, y las cámaras de fotos disparan sus instantáneas a ritmo vertiginoso, la tripulación del crucero (que incluye un guía experto en la zona) prepara un estupendo almuerzo con brindis final en la cubierta para cerrar la expedición.

El viaje concluye, lentamente la civilización vuelve a dibujarse en el entorno y, ya en tierra firme, el teléfono móvil recobra sus funciones, aunque ahora sea el usuario quien prefiera mantenerlo apagado y prolongar la paz que nació en los hielos.

Cómo llegar: la aerolínea LAN (www.lan.com) posee hasta 2 vuelos diarios según la fecha, desde Buenos Aires (Argentina) a El Calafate, Santa Cruz. Desde allí, por la ruta provincial 11 se accede por tierra al mirador del Glaciar Perito Moreno (50 millas de distancia), o hasta el Puerto La Soledad para abordar el crucero (30 millas de distancia desde Calafate).

Cruceros Marpatag (www.crucerosmarpatag.com) tiene salidas los martes y viernes, entre septiembre y abril. Durante el invierno austral no es posible navegar por la zona.

El Calafate: es la ciudad más cercana para visitar el Parque Nacional Los Glaciares. Cuenta con importante hotelería y gastronomía típica de la zona.

Más información: www.destinoargentina.com

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