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Por amor a la Guadalupe, miles visitan La Basílica para cumplir sus promesas y ser parte de las celebraciones

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Óscar, María Pasquala y sus tres hijos viven a las afueras de la Ciudad de México y visitan la capital mexicana al menos tres veces al año, pero es en diciembre cuando nuncan faltan, desde que nació su hijo Alan.

Ya son ocho años los que asisten religiosamente a su cita con La Guadalupe, a quien vienen a visitar a La Basílica en agradecimiento al milagro de vida que, según cuentan, les concedió un día.

“Mi esposa estaba muy grave cuando esperábamos el nacimiento de mi hijo Alan. El doctor me dijo que tenía que decidirme entre la vida de ella y la de mi hijo que estaba por nacer. Estuve a punto de firmar el consentimiento, cuando de pronto decidí pedirle a la Virgen que me ayudara. Me encomendé a La Guadalupe y me hizo el milagro”, recuerda Óscar con palabras ahogadas y los ojos brillosos de lágrimas.

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María Pasquala, que está sentada a su lado con la mirada hacia el altar, interviene de pronto para decir que fue un milagro, porque su pequeño estaba atravesado en su vientre y casi axfixiado. Pero horas más tarde, y tras la promesa de su esposo Óscar de que si salvaba a ambos iría a visitarla cada año, de pronto tuvo un resultado lleno de felicidad. “Los doctores le dijeron a mi esposo que, milagrosamente, el niño se había movido y que podía nacer sin problemas. Y así fue. Desde entonces prometimos venir cada diciembre para agracerle por este milagro”, termina diciendo María Pasquala, quien pese a la situación económica que se vive en México, hace el esfuerzo de ahorrar para cumplir con lo ofrecido.

Una promesa presente

A unos metros de esta devota familia, vemos a Bartolo Almeida y Mariana Vargas; ellos son los padres de Sherlyn del Carmen, de 8 años de edad. Ella nació con una deficiencia que no le permite hablar con normalidad; sus piernas no la pueden mantener de pie y sus brazos casi no los levanta. Sin embargo, ellos tienen fe de que La Guadalupe la va a curar.

Bartolo encabeza un grupo integrado por jóvenes adolescentes que cada año lo acompañan para visitar La Basílica. “Yo los llamo mis soldados”, dice con orgullo. Son casi una docena de jóvenes devotos que visten playeras con la imagen de la patrona de los mexicanos y los colores de la bandera. Vienen de Tabasco, y desde que visitan la iglesia, dicen que han visto la evolución de Sherlyn, quien ahora se sostiene de pie con la ayuda de sus padres. “Ahora ya da unos pasos y sé que es por la ayuda de La Guadalupe. Ya sonríe y dice algunas palabras”, comenta Víctor, unos de los soldados de Bartolo.

Debido a los costos que requiere transportar a tantos jóvenes y su familia, Bartolo patrocina el viaje a través de su empresa de paquetería, y dice que esto le ha servido no solo para pedir por la salud de su hija, sino para inculcarle a sus soldados la tradición de venerar cada 12 de diciembre a la Virgen entre la gente de su pueblo natal. “Cada vez se suman más y sé que con el tiempo ellos formaran otros grupos para mantener la tradición e invitar a otros a que vengan a recibir el mismo milagro que mi hija y yo recibimos”, comenta Bartolo.

Por su parte, la madre de Sherlyn recuerda que, cuando ella era niña, no tuvo la oportunidad de visitar La Villa, este lugar sagrado donde, además de la Basílica, se encuentran otros templos como El Espiatorio de Cristo Rey, La Capilla del Cerrito, La Capilla del Pocito y El ex Convento de las Capuchinas, además de El Carrillón y el Museo de la Guadalupe. “Éramos una familia de bajos recursos y por eso mis padres nunca me pudieron traer, pero ahora que yo soy madre, traigo a mis hijos para que reciban la bendición de La Lupita, y lo mismo haré con este que ya viene en camino”, agregó sonriente la feliz embarazada.

De las seis iglesias que se encuentran en La Villa, la que más llama la atención es el Templo Expiatorio de Cristo Rey (antigua Basílica), que con el paso del tiempo se ha ido hundiendo, por lo que se decidió construir la nueva Basílica. “La restauración que se estuvo haciendo es muy similar a la que le hacen a la Torre de Pisa; en lugar de tratar de levantarla del lado hundido, se excava en el lado elevado para poder nivelarla, aunque durante el terremoto de 1985 se afectaron los cimientos”, cuenta Mirtha Martínez, guía turística al servicio de la Secretaría de Turismos de la Ciudad de México.

La Basílica de Santa María de Guadalupe es considerada hoy en día como el lugar más visitado del mundo, solo superado por la Basílica de San Pedro. Cada año recibe peregrinos de México y otros países.

Muchos de ellos llegan de rodillas luego de una larga travesía y sujetando flores e imágenes de la Guadalupe, como los indios de San Juan Chamulas, que vienen de Chiapas hablando su lengua tzotzil. Para los otros visitantes, la institución ofrece varios servicios como las visitas guiadas que sirven para contar la historia de la aparición de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego. “Y a pesar de que la hemos oído innumerables veces, cada vez que recibimos de visita a familiares, los traemos y escuchamos con ellos la historia”, cuenta Juan José Benitez, asiduo visitante de la Basílica.

Durante las visitas, los guías narran las distintas apariciones ocurridas, mientras se hace el recorrido de los templos, encabezado por el de La Nueva Basílica, de arquitectura moderna, que en su exterior emula la figura del manto de la Virgen que cobija a todos sus hijos que llegan para venerarla.

El tesoro más grande de la Basílica es la tilma de San Juan Diego, donde se refleja la imagen de la Virgen, la cual se encuentra en lo alto de un muro y adornada con un marco de oro y plata; es observada por los feligreses que se desplazan sobre un pasillo mecánico para evitar conglomeraciones.

La imagen muestra a la Virgen durante su embarazo, determinando así la presencia viva de Jesús. “Los expertos han analizado la imagen y hecho estudios para detectar qué clase de tinta es la que forma la imagen. Al final han determinado que no es tinta. Se trata de una imagen que flota de manera inexplicable sobre la tilda. De hecho, en la pupila de la Virgen se ve el reflejo de Juan Diego, algo que no se puede hacer si se hubiera hecho con pintura”, dice Ricardo Vilchis, vocero de la Secretaría de Turismo de la Ciudad de México.

La Basílica de Santa María de Guadalupe, llamada oficialmente Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe, está ubicada al pie del Cerro del Tepeyac en la delegación Gustavo A. Madero de la Ciudad de México. Es el recinto más visitado del mundo, superado solo por la Basílica de San Pedro. Anualmente, recibe a unos veinte millones de peregrinos, de los cuales cerca de nueve millones lo hacen en los días cercanos al 12 de diciembre, cuando se festeja a la Virgen María de Guadalupe. “Y aquí estaremos ese día también”, concluye Bartolo, mientras vemos volar los miles de globos que cientos de feligreses han soltado a la entrada de la Basílica en ofrenda a la Virgen.

La aparición de La Virgen de Guadalupe

Un sábado de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego, iba de madrugada rumbo a la ciudad de México para asistir a sus clases de catecismo y a oír la Santa Misa. Al llegar junto al cerro Tepeyac amanecía escuchó una voz que lo llamaba por su nombre.

Subió a la cumbre y vio a una Señora cuyo vestido era brillante como el sol que le dijo: “Juanito: el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Deseo que se me construyan aquí un templo, para en él mostrar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los que me invoquen y en mí confíen. Ve donde el Señor Obispo y dile que deseo un templo en este llano”.

De regresó a su pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó que no le habían creído. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo, luego de oir a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo.
De regreso, Juan Diego le narró los hechos y la Virgen le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal.

Al día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tí, pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba.

El indio avergonzado le explicó lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano. Entonces el indio le pidió la señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a la cumbre del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y poniéndose la tilma, cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo.

Una vez ante Monseñor Zumarraga Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe. Viendo esto, el obispo llevó la imagen santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio.

Hoy es el templo más importante del Recinto Guadalupano desde 1976, ya que es el lugar donde se resguarda y muestra la Tilma de San Juan Diego, en la cual se encuentra plasmada la Sagrada Imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe.

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