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Reconocerse transgénero, el inicio del viaje para una joven y su familia

Imagen de abril del año pasado de Theo Ramos, entonces de 14 años, acompañado de su madre Lori, en una calle de su vecindario en Homestead, Florida.
(Lynne Sladky / AP)
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Associated Press

En mayo de 2016, Theo Ramos, que por entonces tenía 14 años, estudiaba séptimo grado en una nueva escuela. Quizá porque tenía un atractivo programa de artes o porque era un lugar diverso, pero niños y adultos parecían aceptar al chico transgénero mucho más que en su antiguo colegio. Había menos comentarios desagradables, menos acoso.

E incluso más amigos.

Fue criado como una niña, pero se sentía más como un chico. Quería ser llamado Theo en lugar de por su nombre de nacimiento, escribió una detallada carta a sus profesores explicando qué pronombres prefería que se utilizaran para referirse a él y citó la política de inclusión LGBTQ del centro.

Siempre se comportó como un chico, antes incluso de conocer la palabra transgénero, y vestía con pantalones anchos y sudaderas negras. Le gustaba pasar su tiempo libre con los skaters de su vecindario.

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Sin embargo, Theo era consciente de que algunas veces se “presentaba como una chica”, como cuando publicaba en Snapchat coronas de flores o fotos de su gato, o cuando coloreaba su cabello con todas las tonalidades del arcoiris. Y pasaba horas viendo videos de maquilladores en YouTube porque, según él, “se puede ser un chico y que te guste el maquillaje”.

Por aquel entonces deseaba empezar un tratamiento con testosterona para adaptarse plenamente a su género. Se lo pidió a su madre. Contemplaba someterse a “cirugía en el torso” o de reasignación de género.

Desde que Lori Ramos se enteró de la disforia de género de su hijo Theo, estuvo a favor de que se identifique con el género que lo haga sentir más cómodo. Pero tomar hormonas con efectos potencialmente irreversibles era otro asunto, uno que quería posponer lo máximo posible.

Los expertos coinciden en que cualquier transición en un adolescente es difícil y está plagada de indecisiones, ansiedad y preocupaciones, tanto por parte de los jóvenes como de sus padres. Programas de televisión, libros y artículos suelen retratar a personas que están muy convencidas de que quieren tener otro género. Pero la realidad es diferente.

Un adolescente transgénero puede sentirse como un chico un mes y sin una identidad concreta en cuanto al género al siguiente. Este es uno de los motivos por los que se recomienda acudir a terapia, para que el joven, y su familia, puedan reflexionar sobre el tema.

Lori había tenido dudas al principio, pero no tenían nada que ver con su apoyo al género de Theo. Nunca quiso que su hijo se sometiera a cambios permanentes a menos que estuviese completamente seguro de que quería vivir para siempre con características masculinas como vello corporal o una voz más grave.

“¿Cuáles son los efectos de la terapia con testosterona en el largo plazo?”, se preguntaba a menudo.

Y además estaban los problemas con el seguro médico. La testosterona puede ser costosa y el seguro familiar podría no cubrir el tratamiento. Al final del séptimo grado de Theo, Lori había dejado de trabajar para dedicar más tiempo a su hijo y a sus necesidades médicas y emocionales. Su esposo —el padre de Theo— sustentaba a la familia con su empleo en el departamento de transportes del condado de Miami-Dade.

Tener un hijo con un historial de autolesiones, al que le diagnosticaron depresión y disforia de género, no fue fácil. Además, Theo tenía problemas de tiroides y otras condiciones médicas. Las visitas al médico y a consejeros se convirtieron en la norma y el joven faltaba a clase. Pero también había buenas noticias: Había dejado de cortarse y de vomitar, y asistir al Rainbow Group para adolescentes LGBTQ mejoró su estado de ánimo.

Las investigaciones muestran que las personas transgénero suelen sufrir problemas psicológicos. No está claro si están provocados por factores externos como la discriminación y el acoso, o por otros internos como la disforia de género. Los estudios señalan que la depresión y los pensamientos suicidas aumentan con la edad.

Lori se volvió más atenta y observaba a su hijo de cerca en busca de signos de suicidio o nuevos cortes.

Durante el verano de 2016, tras terminar el séptimo grado, todo parecía ir bien. Theo jugaba con videojuegos, leía, se mensajeaba con sus amigos y pintó su habitación, lo habitual en un adolescente.

Además, reconoció su sexualidad, o lo intentó, y entendió que su género era algo independiente de su condición sexual. Primero se manifestó como bisexual: “Si te encuentro estéticamente agradable, probablemente quiera formar parte de estética”, bromeó.

Pero eso a Lori no le importaba, de todos modos no le dejaba tener citas.

“Sí salí”, insistió Theo, poniendo los ojos en blanco ante su madre y agitando su pelo corto de color turquesa.

Lori meneó la cabeza. “No, no lo hizo”.

El trato que los demás ofrecían a Theo preocupaba a Lori. ¿Cómo será percibido cuando tenga una relación seria? “Mis preocupaciones eran más globales”, dijo. “El acoso, las burlas, la crueldad”.

Sus preocupaciones también se centraban en la escuela. En agosto de 2016, Theo comenzó el octavo grado y ya era más mayor que la mayoría de sus compañeros —se había quedado un curso por detrás y cumplía 15 años dos meses más tarde.

Pasado poco tiempo, enfrentó a su madre mientras ella leía en la sala de estar.

“Igual no tengo un género definido”, anunció Theo.

Lori levantó la ceja, la afirmación no era una novedad para ella: “¿Tú crees?”.

Quizá quería esperar hasta que fuese un adulto para tomar la testosterona, dijo el joven a su madre.

Un año después, cuando Theo y Lori recordaban la historia del día que le comunicó a su madre que había descubierto algo más sobre su identidad de género, la pareja se mostró adorablemente sarcástica.

“Ella sabe las cosas del modo en el que las madres lo saben todo. Es omnipotente”, dijo Theo con una media sonrisa. “Me conoce tan bien como me conozco yo”.

Pero en ocasiones parece que Lori no conoce a su propio hijo. Muchas de las emociones de Theo están lejos de su alcance, lo que hace que los años y los días sean difíciles y confusos para la familia.

Vivir con un hijo transgénero “es de todo menos una línea recta”, señaló.

“Vas hacia adelante y hacia atrás, a la izquierda, a la derecha y caminas en círculos”, dijo. “Es un viaje de autodescubrimiento. Como se siente hoy Theo es distinto a como se sentía hace un año. O hace dos. O tres. Todo lo que puedes hacer es apoyar y amar a tu hijo”.

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