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La forma en que el cerebro procesa ciertas palabras podría predecir el riesgo de suicidio

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Cuando la angustia, la depresión o el desánimo de una persona parecen haber empeorado, es hora de hacerle una pregunta de peso: ¿Estás pensando en hacerte daño?

Si tan solo la respuesta fuera una buena guía… Un estudio descubrió que casi el 80% de los pacientes que se quitaron la vida negaron haber contemplado el suicidio en su último contacto con un profesional de la salud mental. Los amigos y la familia sufren culpa y angustia por no haber adivinado las intenciones de un ser querido, pero a los expertos en salud mental rara vez les va mejor al hacerlo.

Pero, ¿y si la respuesta del cerebro a una serie de preguntas -nunca a la pregunta, sino a una exploración más indirecta de los sentimientos- diera una señal más precisa?

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Una nueva investigación sugiere que es posible. En un estudio publicado el lunes en la revista Nature Human Behavior, los investigadores encontraron que los patrones de activación cerebral en respuesta a un conjunto de palabras escritas podrían distinguir de manera confiable entre los adultos jóvenes que habían contemplado el suicidio y los sujetos jóvenes y sanos en control. Estas palabras incluyen algunas relacionadas con la muerte y con emociones positivas y negativas.

Un ejercicio adicional -medir respuestas cerebrales específicas a grupos de términos altamente emocionales- creó una distinción aún más fina: entre sujetos que tenían un historial de intentos de suicidio y aquellos que habían meditado ese paso pero que nunca habían actuado al respecto.

“La idea y el intento suicida están asociados con alteraciones mensurables en la forma en que una persona piensa sobre ‘muerte’, ‘suicidio’ y otros conceptos positivos y negativos”, escribieron los autores del nuevo estudio, dirigido por el neurocientífico Marcel Just, de la Universidad Carnegie Mellon.

Las interacciones son complejas, pero los programas pueden desentrañar patrones que permiten hacer predicciones, o al menos identificar a las personas que más necesitan ayuda inmediata e intensiva.

Después de años de observar las imágenes espectrales producidas por una resonancia magnética funcional, o escáner MRI, Just afirmó que él y sus colegas han desarrollado precisión para “leer” los sentimientos de vergüenza, tristeza, enojo y orgullo de un sujeto, entre otros.

Los humanos podemos variar ampliamente en cómo expresamos nuestras emociones, consideró Just. Pero cuando una determinada emoción se despierta en una serie de sujetos experimentales, la sangre fluye en patrones predecibles a las estructuras predecibles del cerebro. Con toda nuestra variabilidad individual, dijo, algunas emociones tienen “firmas neuronales” muy identificables.

Hace casi cinco años, Just dio una charla sobre las señales neuronales de la emoción en la Universidad de Pittsburgh. Al término, un psiquiatra se le acercó y le describió el lamentable historial de predicción de suicidio en su profesión. ¿Podrían las firmas neuronales revelar un intento?, le preguntó.

Just y sus coautores se propusieron entonces diseñar un enfoque para la evaluación del riesgo de suicidio. Utilizarían el aprendizaje automático para detectar respuestas emocionales anormales a conceptos como “muerte” y “crueldad”, así como a “despreocupado” y “bueno”.

En un grupo de 34 adultos jóvenes, el programa resultante distinguió entre personas ‘sanas en control’ y ‘contempladores del suicidio’ con una precisión del 91%. También identificó correctamente a 15 de los 17 participantes suicidas y a 16 de los 17 no suicidas.

Una nueva versión del programa pudo de distinguir, con un 87% de precisión, entre sujetos que sólo habían tenido pensamientos suicidas y aquellos que habían intentado quitarse la vida.

Los patrones de activación dentro de los cerebros de los adultos jóvenes que habían contemplado ese abismo psicológico y actuado por impulso tendían a responder a las palabras relacionadas con la muerte con menos tristeza que quienes habían contemplado el suicidio pero nunca lo habían intentado.

En comparación con las personas que habían tenido un intento de suicidio en el pasado, aquellos que habían reflexionado sobre el tema pero no habían puesto en acción tales pensamientos respondieron a términos relacionados con la muerte y el suicidio como “sin vida”, “desesperado”, “sobredosis” y “funeral” con firmas neuronales que sugerían más ira, y lo hicieron de manera confiable.

Just reconoció que, en muchos casos, la amplitud y la profundidad de los síntomas depresivos de un sujeto también pueden predecir si tratará de hacerse daño a sí mismo. Sin embargo, realizar un escáner cerebral dinámico puede ofrecer una advertencia más temprana de que los patrones de pensamiento autodestructivo se están asentando, explicó.

Comprender cómo esos patrones de pensamiento se manifiestan como activación cerebral también podría ofrecer la forma de enfocarse en las terapias psicológicas y probar si éstas están funcionando. ”Obviamente es bueno preguntarle a la persona”, manifestó. “No intentamos configurar esto como una medida competitiva con los métodos existentes, sino complementaria. Y las precisiones que estamos obteniendo son bastante altas”.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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