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Las bacterias son ahora más resistenes y la era de los antibióticos llega a su fin

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A principios de abril, expertos de un laboratorio militar en las afueras de Washington intensificaron la búsqueda de evidencia de que una nueva y peligrosa amenaza biológica había trascendido las fronteras del país. Y no necesitaron buscar demasiado para hallarla.

El 18 de mayo pasado, el equipo que trabaja en el Walter Reed Army Institute of Research logró su primer vistazo a la muestra de la bacteria Escherichia coli, tomada de una mujer de 49 años de edad, en Pennsylvania. La paciente tenía una infección urinaria que presentaba una resistencia desconcertante y sobrevivía a los antibióticos. Su muestra fue una de las seis de todo el país, enviada al laboratorio del microbiólogo Patrick McGann.

En cuestión de horas, un análisis preliminar profundizó la preocupación. Durante los días siguientes, más sofisticadas investigaciones genéticas confirmaron los peores temores de McGann. Allí, en el ADN de la bacteria, hallaron un gen llamado mcr-1. Su presencia hacía al patógeno inmune al antibiótico colistina.

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Aún peor, la presencia del gen en un plásmido -un pequeño bucle móvil de ADN que puede romperse fácilmente y unirse a otras bacterias- sugirió que éste podría saltar rápidamente a otras bacterias E. coli o a formas totalmente diferentes de organismos causantes de enfermedades. Eso los haría impermeables a la colistina también.

El hallazgo fue un hito que los funcionarios de salud pública habían esperado durante años. En un avance constante, los microbios causantes de enfermedades han evolucionado para evadir los medicamentos que tratan las infecciones bacterianas. Para una variedad de estas enfermedades, solamente la colistina seguía funcionando bien. Ahora, esta última línea de defensa también ha sido violada.

La edad de oro de los antibióticos parece estar llegando a su fin, y su desaparición se ve acelerada por una combinación de factores médicos, sociales y económicos. Durante décadas, estas drogas hicieron más sencillo para los médicos tratar infecciones y heridas. Ahora, las dolencias comunes están recuperando su poder letal.

El epidemiólogo de la Universidad de Harvard William P. Hanage advirtió, pese a ello, que “no volveremos a la Edad Media” de la noche a la mañana. Los hospitales están afinando su control de las infecciones y los expertos en salud pública mejoran su seguimiento de las nuevas amenazas. Pero en esta carrera contra la naturaleza, aclaró, los humanos están perdiendo terreno. “Estamos viendo más infecciones resistentes a los medicamentos. Y más gente morirá”, señaló.

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En 1928, el bacteriólogo británico Alexander Fleming descubrió que el moho de penicilina que crecía en una de sus placas de Petri tenía el poder de matar los estafilococos, un tipo de bacteria que causa neumonía, infecciones en la piel e intoxicación alimentaria. El hallazgo requirió de científicos, industriales y las presiones de una guerra mundial para convertir ese moho en una medicina de producción masiva, que estuvo listo a tiempo para que las tropas pudieran usarlo en el Día D.

Desde ese momento han surgido más de 100 compuestos antibióticos. Pero casi tan pronto como éstos comenzaron a recetarse a los pacientes, los científicos hallaron evidencias de que las bacterias que causan las enfermedades desarrollaban resistencia a ellos.

Las bacterias se encuentran, reproducen, compiten y evolucionan dentro de los seres vivos. Cuando se agrega un antibiótico a esta receta, sólo las más fuertes sobreviven.

Los humanos han acelerado este proceso natural al prescribir indiscriminadamente antibióticos y, como un proceso de rutina, incorporarlos en las dietas del ganado, señalan los científicos. Si se multiplica el número de humanos y animales que hoy en día consumen estas drogas, se multiplican también las oportunidades de que las cepas se vuelvan resistentes a estas drogas.

Hasta hace muy poco, no era habitual establecer la conexión entre el uso de antibióticos en casos individuales y la aparición de la resistencia a ellos, expresó la Dra. Susan Bleasdale, una experta en control de infecciones de la Universidad de Illinois, en Chicago. Pacientes con dolor de oídos, presión en los senos nasales y dolor de garganta exigían antibióticos, y los médicos tendían a complacerlos.

Los resultados han sido devastadores. Cada año, más de 2 millones de personas en los EE.UU. están infectadas con una bacteria que se ha vuelto resistente a uno o más medicamentos diseñados para combatirla, según datos de los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades de los EE.UU. (CDC, por sus siglas en inglés). Al menos 23,000 personas mueren como consecuencia directa de infecciones resistentes a los antibióticos, y muchas más morirán de otras condiciones, complicadas por una infección resistente, precisó la agencia.

A medida que medicinas como la tetraciclina, eritromicina y vancomicina perdieron gran parte de su eficacia, la colistina seguía atacando a bacterias peligrosas, como Salmonella, Klebsiella y E. coli. La colistina es una sustancia tóxica para el riñón humano, y los médicos detuvieron en gran medida su uso en la década de 1970, cuando entraron en circulación medicamentos más seguros. Pero ahora, que tantos antibióticos han perdido su poder para aniquilar a éste y otros invasores bacterianos, la colistina se ha convertido en la única esperanza para algunos pacientes desesperados.

La lenta pero constante marcha de la resistencia a los antibióticos no genera el desangrado de la gente en la calle, como el virus del Ébola. Tampoco causa defectos congénitos desgarradores, como el virus del Zika. Y rara vez llega a los titulares de los medios. Una encuesta dada a conocer en junio pasado por la Sociedad de Enfermedades Infecciosas de los EE.UU. descubrió que sólo el 30% de los estadounidenses cree que la resistencia a los antibióticos es un problema importante para la salud pública.

Sin embargo, funcionarios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtieron que la gonorrea “podría rápidamente resultar incurable” debido a la creciente resistencia al antibiótico cefalosporina. La OMS también señaló que la tuberculosis, muy resistente a las drogas, circula ahora en 100 países y que la resistencia mundial a los antibióticos carbapenemas ha debilitado la última opción contra las peligrosas infecciones intestinales por enterobacterias.

“Es una catástrofe lenta”, señaló el coronel del ejército Emil Lesho, director del Organismo de Depósito y Red de Vigilancia, que depende del Departamento de Defensa.

El problema, señaló Lesho, va más allá de tratar infecciones. A medida que crece la resistencia bacteriana “todos estamos en riesgo de perder el acceso” a los milagros de la medicina que hemos dado por sentado: cirugías electivas, reemplazos de articulaciones, trasplantes de órganos, quimioterapia contra el cáncer. Estos tratamientos dan a las bacterias la oportunidad de montarse sobre un catéter o una mano sin lavar, e invadir a un paciente muy vulnerable.

La lucha para mantener la eficacia de los antibióticos es una carrera sin fin. Si la humanidad hallara regularmente agentes antimicrobianos y los convirtiera en medicinas, entonces habría menos motivos de preocupación. Pero los investigadores no han identificado un nuevo tipo de antibiótico desde 1987. Como resultado de ello, mientras que las bacterias han evolucionado continuamente para vencer a las drogas, los medicamentos no han adquirido nuevos mecanismos para defenderse.

La economía de la industria farmacológica es, en parte, responsable. Para compensar los millones de dólares que vierten en investigación, ensayos clínicos y procesos de aprobación de la FDA, las compañías farmacéuticas buscan desarrollar drogas exitosas, señaló el Dr. Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID, por sus siglas en inglés). Y las candidatas ideales son aquellas que millones de personas pueden usar a diario por el resto de sus vidas, como las píldoras para reducir el colesterol o mantener controlada la presión arterial.

Los antibióticos no pagan lo suficiente. Se los debe prescribir con moderación y sólo se utilizan durante una semana, en promedio. Podrían convertirse en obsoletos en cualquier momento, debido a los genes de resistencia, y lo peor de todo es que compiten en un campo con genéricos de bajo costo. Sin políticas gubernamentales que fomenten inversión en ellos, “hay muy pocos incentivos” para que las compañías los fabriquen, aseguró Fauci.

Otros enfoques también podrían ayudar. Bajo el liderazgo de Fauci, el NIAID financia el desarrollo de pruebas para acelerar el diagnóstico de infecciones y un rápido y más cuidadoso uso de antibióticos por parte de médicos y hospitales.

También se estudian nuevas vacunas para prevenir infecciones bacterianas, y cómo podrían usarse las vacunas existentes de forma más amplia. El uso de virus que matan bacterias -un enfoque llamado ‘terapia de bacteriófagos’, que revive una idea abandonada durante la década de 1930- está siendo revisado actualmente.

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La paciente de Pennsylvania cuya infección era resistente a la colistina logró el retroceso de las bacterias en su tracto urinario con la ayuda de otros antibióticos, y sobrevivió. Otras personas no han corrido la misma suerte. Los pacientes de hospitales infectados por bacterias resistentes a las drogas tienen el doble de probabilidades de morir que los infectados por cepas no resistentes de la misma bacteria, advierten estudios.

Los expertos señalan que es sólo cuestión de tiempo antes de que otras bacterias causantes de enfermedades incorporen el fatídico gen mcr-1. Desde que su descubrimiento fue reportado por primera vez en China, en noviembre pasado, éste se ha extendido a bacterias humanas, animales, de los alimentos y del medio ambiente, en cada continente. Un reporte publicado este lunes en la revista Antimicrobial Agents and Chemotherapy (Agentes antimicrobianos y quimioterapia) encontró el gen en 19 muestras de E. coli procedentes de todo el mundo, entre ellas de un paciente en Nueva York. Los investigadores aún investigan si alguna de ellas contenía el gen en un plásmido de fácil propagación.

“No es apocalíptico, hasta que lo sea”, afirmó Peter Pitts, presidente de Center for Medicine in the Public Interest y excomisionado asociado de la FDA. “Y debería darnos vergüenza si esperamos a que haya cadáveres en las calles”.

Si desea leer la nota en inglés haga clic aquí.

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