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Ioan Grillo habla de su libro: ‘Caudillos del crimen. De la Guerra Fría a las narcoguerras’

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Por su amplio poder y control de las distintas esferas de la vida pública, desde su connivencia con las fuerzas de seguridad al control de la explotación de minas, el narcotráfico actúa hoy en día en América Latina como el caudillo de antaño, señala el periodista inglés Ioan Grillo.

En su último libro “Caudillos del crimen. De la Guerra Fría a las narcoguerras” (Grijalbo), el reportero visita nuevas zonas de conflicto de la región y se centra en cuatro grupos delictivos, el Comando Rojo de Brasil, la Shower Posse de Jamaica, la Mara Salvatrucha en Centroamérica y los Caballeros Templarios de México.

Estos grupos, una representativa pincelada de esta violencia que azota el subcontinente, son “más que narcotráfico”, apunta Grillo.

“Son grupos que controlan territorios, que cobran una cuota de los alcaldes y de los presupuestos de las ciudades, (...) que toman minas y trabajan las minas”, expone este periodista residente en la Ciudad de México.

El autor de “El narco: en el corazón de la insurgencia criminal mexicana”, finalista del Premio Orwell y Los Ángeles Times Book Prize, considera estos factores una prueba del caciquismo propio de los grupos criminales contemporáneos.

“Son caudillos del crimen, grupos que controlan territorios o aspectos del territorio”, a menudo de forma paralela al Estado y haciendo grandes demostraciones de fuerza con “grupos paramilitares” capaces de derrumbar helicópteros, como aconteció en mayo de 2015 en Jalisco, en el oeste de México.

“Estos grupos controlan la economía, a veces la seguridad. (...) Empujan al Gobierno a un cabildeo violento y en busca de sus intereses”, remarca Grillo.

Hay similitudes y diferencias entre estos grupos. La estructura es similar, tienen un brazo armado, sicarios y una cercanía con la muerte, aunque difieren de su forma de relacionarse con el exterior y los negocios que manejan.

Aun con ello, sobresale que ya no solo se dedican al tráfico de drogas, es solo una herramienta más para financiarse y seguir creciendo, agrega.

También “tienen una subcultura, creencias, códigos” que varían, pero en mayor o menor medida, el gran afectado por esta ola de violencia es el ciudadano común, apunta el autor, que trabajó tres años en este libro que mezcla visitas en zonas conflictivas con investigación propia y mucha bibliografía.

Solo así pudo probar el poderoso papel de estas redes criminales que a menudo suplen las instituciones oficiales en América Latina dejando un escenario aterrador.

“Es un holocausto alimentado con cocaína”, opina Grillo con base a la altísima tasa de homicidios que impacta en muchos países.

En Latinoamérica, continúa, se produce una “gran gama” de cocaína que transita hacia los principales mercados, Europa y Estados Unidos.

A esta se le suma la heroína y el mercado mundial de estupefacientes que es, según apunta, de 321.000 millones de dólares anuales, lo que alimenta los grupos delictivos.

Esta estructura se beneficia de un sistema judicial y unas fuerzas de seguridad “disfuncionales”.

Lo comprobó con el grupo Comando Rojo de Río de Janeiro, pues en sus favelas son ellos quienes “imparten justicia” en juicios “alternos”.

El narco también viene empujado por la patente desigualdad de la región, donde la pobreza más paupérrima se mezcla con unas clases media y alta con un buen tren de vida.

“Hay centros comerciales y crece el mercantilismo, pero todavía sigue habiendo mucha gente en los márgenes”, y este “anhelo” a productos como zapatos o teléfonos móviles también empujan a la delincuencia, considera.

Impunidad y corrupción también se mezclan, y hacen de los civiles “dobles víctimas”, del narco y de policías o soldados.

Ante este contexto, el periodista critica la falta de visión del problema desde el lado estadounidense, a pesar de ser el principal mercado, y advierte del riesgo entre los latinoamericanos de una creciente insensibilidad hacia la violencia.

En cierta manera esta frialdad “es entendible, pues en México escuchas de sicarios, decapitados y cárteles. Se llenan y se sobrepasan (de información), es un problema que la sociedad tiene que enfrentar”, afirma.

Son consecuencias de un nuevo tipo de guerra que desafía lo establecido hasta el momento.

No hay claridad sobre “quiénes son las bandas, no tienen la fecha exacta de cuándo empieza (el conflicto) ni objetivos claros, entonces es más bien un punto medio. Yo lo llamaría un conflicto armado o cadena de conflictos armados”, explica Grillo, cuya obra recorre la América Latina más lacerada.

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