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Horacio Castellanos Moya: “La gente es vigilada y está feliz de ser vigilada”

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EFE

En la nueva novela del salvadoreño Horacio Castellanos Moya, “Moronga”, los personajes dan rodeos para no ser seguidos, se preguntan si sus encuentros son realmente casuales y si sus llamadas son escuchadas; viven en un estado de paranoia, lo cual, dice el autor, es síntoma de esta “época de vigilancia”.

No obstante, matiza el autor en una entrevista con Efe, en los últimos años se ha dado un cambio trascendental que marca la diferencia: “La gente es vigilada y está feliz de ser vigilada”.

Sin necesidad de prácticas como las “torturas del estalinismo o de las dictaduras latinoamericanas” para conseguir la información personal, ahora la gente pone “toda su información en las redes para que la vigilen”.

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“Sacas todos tus secretos y lo haces con gusto”, enfatizó.

Haciendo referencia a aquellas publicaciones hechas “con tal de sentir que formas parte de algo” y de parecer exitoso, Castellanos considera que “ese es el gran cambio civilizatorio: le quitaron a la gente la vida interior, le quitaron el secreto, el misterio, a través de estímulos para el ego”.

El primero de los protagonistas de “Moronga”, Zeledón, es un hombre que participó en el conflicto armado de El Salvador y escapó a Estados Unidos con una nueva identidad.

Mientras que el segundo, Aragón, es un profesor que, sediento por conocer el pasado, emprende una investigación, utilizando archivos de la CIA, alrededor de la muerte de Roque Dalton, poeta revolucionario salvadoreño que murió asesinado por sus propios compañeros.

El caso de Dalton, en el que “hay mucha tela por cortar”, fue el pretexto de Castellanos para poner al protagonista en “el avispero”, es decir, en Washington D.C., donde “cada pequeña cosa que le sucede es un disparador de paranoia”.

Aunque más que paranoia, matiza posteriormente, su historia “puede ser un realismo de cómo funciona la vigilancia”.

Otro de los puntos que le interesaba tocar en la narración es que en la actualidad “ya no hay causas, sino intereses”.

“En el siglo XX, en Latinoamérica las cosas estaban bastante claras en cuanto a los bandos y a los objetivos a los que se dirigían, pero al final del siglo XX, con la caída del comunismo, la pérdida de referentes a todo nivel y el surgimiento salvaje del capitalismo, las sociedades se convirtieron en una selva”, reflexiona.

Nacido en Tegucigalpa (Honduras) en 1957, Castellanos se crió en El Salvador, a donde llegó con su familia cuando tenía 4 años.

Antes de que comenzara la Guerra Civil (1980-1992) salió del país, al que regresó al término del conflicto, aunque solo permaneció unos años porque volvió a exiliarse tras la publicación de “El asco” (1997), una obra muy crítica por la que le llegaron amenazas de muerte.

El autor, considerado parte de la llamada “Generación del Cinismo”, valora que los protagonistas de su literatura son una especie de “baúl de memorias”.

“Escribo básicamente personajes que saco de las memorias de mi época, y a partir de eso empiezo a hurgar, a mezclar”, explica.

También expresa su afición por moverse en el universo narrativo que ha trazado a lo largo de sus obras, ya que normalmente quienes aparecen en ellas están, de alguna forma, conectados.

“Las novelas están construidas para que se lean independientemente, pero quien ha leído más ve vasos comunicantes, pistas, guiños”, indica.

En las páginas de “Moronga”, Castellanos incluye una frase reveladora cuando relata que uno de los protagonistas había decidido en su juventud no ser escritor porque “es una estupidez ser un escritor en un país en el que nadie lee”.

El autor reconoce que hay “mucho” de él en esa frase, pero en su caso, “la literatura no es una opción de esa naturaleza, sino una necesidad vital”.

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