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Las noches nómadas del narrador mexicano Rubén Cortés

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Además de ajustar cuentas con el Gobierno cubano, “Los Nómadas de la noche”, el nuevo libro del narrador Rubén Cortés, es un homenaje a los años duros del escritor y a la gente que emigró de la isla dejando parte de sí mismo por el camino.

“Hice lo que siempre intento hacer, historias de personajes no noticiables. Este libro se puede leer como una historia mínima de la Revolución con el cadáver de Fidel Castro aún caliente”, cuenta en entrevista con Efe el periodista originario de Pinar del Río, occidente cubano, naturalizado mexicano.

En 87 páginas escritas poco después de la muerte de Fidel, la obra que se presenta hoy en la Ciudad de México da pinceladas de las catástrofes del sistema cubano desde el cataclismo causado por la ofensiva de 1968, que acabó con la propiedad privada, y enumera las calamidades hasta el fallecimiento de Castro.

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“Yo viví un luto por la muerte de Fidel porque con él terminó una época. Con su muerte no acabó el sistema ni mucho menos, pero él era el último gran personaje vivo del siglo pasado luego de la partida del boxeador Mohamed Alí”, cuenta.

Con un lenguaje poético heredado de las lecturas de Curzio Malaparte, el autor recuerda que a cuatro generaciones de su familia el Gobierno le señaló dónde trabajar, qué estudiar, a cuál hospital ir, qué programas de televisión ver, qué emisiones de radio escuchar y qué libros leer.

“El valor del libro es que fue creado en 72 horas con la presión de mi editorial. El sistema hundió al país y para hablar de eso, además de usar datos, me apoyo en un personaje real, yo de niño. Meto las manos en un bote de caramelos y ya no quedan, entro en una pajarería y ya no hay pájaros”, explica.

Cortés defiende la idea de que son los periodistas quienes mejor pueden escribir porque lo hacen todos los días, y es consecuente con eso al contar numerosas anécdotas con las herramientas de la ficción y en un alarde de buena memoria.

“Los cubanos somos nómadas que andamos por todo el mundo, he viajado mucho y los he visto envueltos en ropajes en Pakistán, de comerciantes de alfombras en Jordania, de vendedores de mojitos en Palermo, o de arroz congrí en una fonda de Ámsterdam”, dice.

Sin ofensas, pero con cifras contundentes, Rubén explica cómo la Revolución empeoró la vida de los cubanos de a pie, sin embargo conmueve más con los detalles de sus propias noches nómadas a fines del siglo pasado cuando, movido por lecturas de Ernest Hemingway, emigró a La Habana en una apuesta humilde para escribir mejor.

Entonces era un temerario joven de 26 años, dispuesto a vivir sin acceso a la libreta de abastecimiento en La Habana, donde hubo noches repetidas en las que no tocó comer.

En el libro narra sus desventuras en la buhardilla de una anciana avara donde rentó de manera ilegal, cuenta cuando le tocó dormir en la terminal de autobuses y la vez que perdió una promoción porque un colega lo denunció por haber aceptado dos prendas de vestir ya usadas, regalo de un corresponsal extranjero.

“Yo hago literatura de la realidad y esas imágenes se suceden como las letanías en las iglesias”, cuenta al referirse a historias contadas en una seguidilla y a otras como la de una tarde de sol en la que compró aguacates de contrabando en el barrio del Vedado y se los comió como mangos, su primer alimento en 24 horas.

La obra, que el autor dedica a la memoria de su amigo Eliseo Alberto, premio Alfaguara 1998, habla de la falta de sueños de la mayoría de los cubanos, también los de Miami, y Cortés la toma como un manual para recordar.

“Me hubiera gustado ser de clase media y haber tenido dinero para criar un perro, pero no fue así y debo contarlo. No quiero que la muerte de Fidel me desdibuje los recuerdos”, dice al referirse al libro de sus noches nómadas y a las de desvelo de los millones de cubanos que un día volaron a riesgo de acabar con las alas rotas.

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