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Para Black Cube, una empresa formada por exespías israelíes, la información es sinónimo de mucho dinero

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La firma secreta de inteligencia Black Cube se convirtió en noticia el lunes cuando se conoció que el productor de Hollywood Harvey Weinstein usó sus servicios en un intento de detener la publicación de artículos sobre los ataques sexuales por los cuales se lo acusa.

Fundada por Avi Yanus y Dan Zorella, ambos exoficiales de inteligencia del ejército israelí, la compañía atiende a personas con una necesidad apremiante de habilidades similares a las de James Bond -y los medios para pagarlas-.

En el turbio mundo en el cual “la información vale más que el dinero”, como lo expresó el sitio web de noticias israelí Nana, la empresa forjó una buena reputación por sus investigaciones meticulosas y la búsqueda despiadada de noticias.

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Esa reputación se consolidó en 2011, cuando la información que compiló dio por tierra con un caso presentado por la Oficina de Fraudes Graves de Gran Bretaña contra los magnates inmobiliarios Vincent y Robert Tchenguiz.

Las autoridades alegaban que los hermanos habían tenido algo que ver en el fracaso de Kaupthing, uno de los bancos involucrados en el colapso de 2008 del sistema financiero de Islandia. La investigación de Black Cube derivó en un pago de casi $6 millones a los hermanos y una disculpa pública.

En 2014, Caesarstone, una firma que produce superficies de cuarzo, perdió $53 millones cuando un empleado de Black Cube registró a uno de sus ingenieros, que disfrutaba de una excursión en bicicleta, contradiciendo casualmente las demandas legales de la empresa contra la compañía minera Microgil Agricultural Cooperative Society.

Hoy, Black Cube cuenta con un sitio web y oficinas en Tel Aviv, París y Londres.

En el caso de Weinstein, los empleados de Black Cube personificaron a periodistas y a una activista feminista como un intento de inmiscuirse entre sus presuntas víctimas y los reporteros que cubren sus historias para reprimir la publicación de los artículos, según un informe dado a conocer esta semana en la revista The New Yorker.

Ehud Barak, el exprimer ministro israelí, informó en un comunicado el lunes que hace aproximadamente un año, Weinstein se acercó a él para preguntarle sobre una compañía de seguridad israelí que podría “ayudarlo a lidiar con los problemas comerciales que enfrentaba actualmente”.

Barak pensó que la empresa que Weinstein quería contactar era Black Cube, aunque él “no conocía personalmente a la firma ni a sus funcionarios, y sólo le cedió a Weinstein la información que le permitió llegar a ellos por su cuenta”.

Ilan Mizrachi, exsubdirector del Mossad, la agencia de inteligencia de Israel, aseguró que no ve nada intrínsecamente incorrecto en el hecho de que exagentes de inteligencia trabajen para empresas civiles. “Algunas personas que conozco pasaron al periodismo, otras son consultoras”, expuso. “Entre muchas otras profesiones, algunos trabajan para empresas como Black Cube”. Pero “si la historia es cierta, y hubo quienes lo ayudaron [a Weinstein] a tratar de exonerarse a sí mismo, eso me genera una sensación incómoda”, expuso. “Es desagradable”.

Efraim Halevy, exdirector del Mossad, expresó por su parte que “incluso Weinstein tiene derecho a defenderse”. “Siempre se puede preguntar si es ético trabajar para una persona que no es ética en su conducta personal”, afirmó en una entrevista telefónica. “La pregunta no es sobre esta firma en particular. Podríamos cuestionar cómo es que los abogados que son tan célebres y tienen tanta reputación venden sus conocimientos a personas con intenciones delictivas”.

Las presuntas víctimas de Weinstein no son los primeros estadounidenses sometidos al tipo de tácticas empleadas por Black Cube. Roddy Boyd, director ejecutivo de Southern Investigative Reporting Foundation, que cubre temas de corrupción corporativa, aseguró que en 2016 y 2017 se le acercaron unos aparentes inversores que le ofrecían “establecer una base de informes de investigación con sede en Hong Kong, para replicar lo que hago aquí pero enfocándose en la corrupción política y corporativa en China y partes de Asia.

Dejaron muy claro que querían actuar más temprano que tarde”, prosiguió. Pero ni siquiera podíamos acordar el salario. Cada vez que pensaba ‘esta gente es mentirosa’, volvían y eran más serios, pero cuando di un paso atrás, comprendí que nunca debería haberles dicho una palabra desde el primer día. Nada comprobado”.

Lo que aparentemente buscaban en realidad era información sobre la aseguradora AmTrust, acerca de la cual Boyd había escrito artículos críticos. Boyd dijo que no tenía pruebas de que los presuntos inversores trabajaran para Black Cube, pero su enfoque se ajustaba a todo lo que sabía sobre esa compañía. “Era, francamente, directo del manual de inteligencia; sólo que mucho más agresivo de lo que normalmente se ve en esas situaciones”, expuso.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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