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Las muñecas que enseñan lenguas indígenas en México

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La tecnología se disfraza en México de muñecas con rasgos y vestimentas indígenas capaces de hablar lenguas prehispánicas, como el náhuatl, totonaco o purépecha, para acercar a los niños a sus lenguas autóctonas.

Investigadores y alumnos del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE) diseñaron una colección de “Paquitas” o “Paquitos” para el aprendizaje de idiomas nativos entre niñas y niños de comunidades indígenas.

“Se trata de juguetes tangibles, manipulables por los niños, robots que hablan”, explica Frida Villavicencio, investigadora del Laboratorio de Lengua y Cultura Víctor Franco del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) en México.

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Tras dos años de trabajo, el grupo de investigadores logró el desarrollo de seis prototipos, de los cuales cuatro “llamamos monolingües”, que son propiedad del CIESAS y hablan una lengua según su vestimenta”, señala Angélica Muñoz, investigadora de Ciencias Computacionales del INAOE.

Uno habla náhuatl, otro wixárika, uno más totonaco y el cuarto purépecha y portan “su traje tradicional”, precisa.

Además, cuentan con dos muñecos políglotas que, en función de la vestimenta hablan una u otra lengua, esto gracias a sensores en las prendas.

“Paquitos” y “Paquitas” nacen con rasgos y vestimenta indígena como un modelo de identificación social para los menores.

“Es importante que lo niños vean reflejadas sus tradiciones, su manera de vestir, además de su manera de hablar, para que sea más fácil la apropiación de este juguete”, dice a Efe Aurelio López, también del INAOE.

En una búsqueda en mercados y tiendas de juguetes, los investigadores no hallaron muñecos que se asemejaran a las características del niño mexicano.

“Decidimos ir sobre algo hecho especialmente para nosotros y encontramos una artesana en Puebla que hace unos muñequitos, ella los diseña y los viste”, explica Muñoz.

Así surge el “Paquito” de Cuetzalan, que habla náhuatl, la “Paquita” purépecha y la niña que habla totonaco, entre otros. Cada uno con su atuendo tradicional.

Debajo de la vestimenta hay un robot con sensores, lectores y un módulo para grabar y reproducir audio. “Tienen bocina, reproductor de audio escondido en su cuerpo y en su ropa sensores”, detalla Muñoz.

Los sensores reaccionan a movimientos de distintas partes del cuerpo, como la cabeza, la boca, el ojo, el pie o la espalda.

Los “paquitos” van dirigidos a niños de entre 2 y 4 años con varios tipos de juegos. Al ser encendidos, los muñecos saludan y comienzan a interactuar.

En un juego más sencillo, los pequeños robots van diciendo las partes del cuerpo que el niño presiona; en otro más complejo, es el niño quien debe tocar la parte del cuerpo que señala el muñeco.

“En la versión pasiva, el robot se enciende, saluda y queda en espera de que se le activen sus sensores; una vez se activa su sensor, por ejemplo, la mano, entonces pronuncia esa parte de su cuerpo”, explica López.

El proyecto, denominado “Desarrollo de tangibles educativos y robots pedagógicos para el aprendizaje y revalorización de lenguas indígenas mexicanas”, está en fase de evaluación y pruebas en la Secretaría de Educación Pública (SEP).

Además, ha sido presentado a diversas instituciones educativas en el estado de Puebla, mostrando “gran aceptación” por parte de los niños.

Según el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, en México se hablan 68 lenguas originarias, colocándose como uno de los países con mayor riqueza lingüística del mundo.

“Cada lengua es una manifestación de cómo opera el cerebro humano, no solo es cuestión de folclorismo, sino de preservar conocimientos humanos”, López.

En la actualidad, estas lenguas corren el riesgo de desaparecer ante un uso cada vez menor entre la población. Por ello, los expertos destacan la necesidad de preservar las lenguas indígenas a través de políticas públicas que fomenten el bilingüismo.

Una política educativa podría impulsar un bilingüismo hacia adentro, con el fomento de lenguas indígenas, pero también hacia afuera, es decir, “abrirnos a otras lenguas que dotan a los niños de otras capacidades en su razonamiento”, resalta López.

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