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No sabemos qué hacer con los ancianos

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Esta semana tuve que hacer un viaje muy difícil a la ciudad de Guadalajara. Después de años de padecer la enfermedad de Alzheimer, llegó el momento en el que mi madre no pudo valerse por sí misma, y los cuidados que le daban en su casa dejaron de ser suficientes.

Entonces, me tocó viajar con ella, para llevarla a una casa de asistencia en la misma ciudad donde vive mi hermana. Ahora mi madre recibirá atención especializada y mi hermana estará pendiente de que nada le falte. A pesar de la certeza de saber de que ella estará mejor, me quedé con un sentimiento de culpabilidad.

Y es que en nuestra cultura, no se acostumbra que los ancianos vayan a un asilo. Lo que se acostumbra es que vivan con la familia hasta el último de sus días.

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La verdad, no sé qué es mejor o más práctico. Lo que sí les aseguro es que culturalmente no estamos preparados para atender a nuestros ancianos de la mejor manera posible.

Ahora ella estará en Guadalajara y yo haré todo lo posible para visitarle cuantas veces mi economía me lo permita. Pero yo sé que no puedo espaciar mucho mis visitas, porque en una de esas, no me reconocerá más. El Alzheimer es una enfermedad terrible, porque le roba los recuerdos a los seres queridos.

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