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Lo grave no es Donald Trump, sino que existan muchos que lo apoyen

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Más que la impostura perturbada en sí misma del magnate Donald Trump en las primarias republicanas sobre inmigración, preocupa que “un payaso” acaudalado, después de dos meses diciendo disparates, resulte ser el favorito en las encuestas según estudios como el publicado hace unos días por la cadena CNN. Para el candidato presidencial demócrata, Bernie Sanders, toda la campaña de Trump representa “una verdadera vergüenza” para Estados Unidos, no sólo su visión sobre el fenómeno migratorio.

Sanders tiene razón, la campaña de Trump ha sido calificada incluso como “una campaña de terror” basada en la egomanía y la “furia autoritaria” de su candidato. Lo grave y preocupante es que “muchedumbres alucinantes” le celebren, sin mayor análisis, arengas como “hacer grande a Estados Unidos nuevamente tomando medidas enérgicas contra las “malas personas”: ¿Contra las malas personas? ¿Quiénes son para Trump y para sus simpatizantes las malas personas? Me impactó ver en la internet la fotografía de una pareja estadounidense en un acto de proselitismo político a favor de Trump, sosteniendo una cartulina que decía en inglés: “Thank You, Lord Jesus for President Trump” (Gracias señor Jesús por el Presidente Trump)

Queda claro que para el señor Trump, el “In God We Trust” que proclaman los estadounidenses, ( En Dios confiamos), significa en realidad, “In Gold We Trust” ( En el oro confiamos) ¿Qué nos indica entonces que existan “devotos” estadounidenses que le den “gracias al señor Jesús” por un estrambótico narcisista, propietario de la “tan cristiana” organización del concurso de belleza Miss Universo, de “centros de apostolado inmobiliario” y de no sé cuántos sacramentales casinos” atribuyéndole a Dios que lo haya escogido como presidente ?

Recordemos que millones de estadounidenses amalgamados en un movimiento conocido como “la derecha cristiana” que en mucho se asemeja al fascismo tradicional que ya hemos conocido sobre la faz de la tierra, sueñan con el establecimiento de un estado teocrático basado en “La Ley de la Biblia”, expulsando a los que definen como sus enemigos. Se trata de un movimiento que aboga por la erradicación de los “unfit” , (no aptos) o desviados como los homosexuales , los inmigrantes, los musulmanes o aquellos llamados despectivamente “cristianos nominales” por no entender las sagradas escrituras como ellos las entienden.

Más lógico resulta que los integrantes de la “derecha cristiana” se pronuncien a favor de un aspirante a la presidencia como el senador republicano Ted Cruz, cuyo padre, Rafael Bienvenido Cruz , ha sido un “furioso predicador” de la derecha cristiana y director del ministerio Purifying Fire International. El propio senador Cruz hizo el anuncio de su candidatura el lunes 23 de marzo en la Universidad Liberty, en el estado de Virginia, institución privada de orientación religiosa, fundada por el tele-predicador evangelista Jerry Falwell, uno de los poderosos de la derecha cristiana y donde se presume que ahí se capacita a los auténticos “campeones de Cristo” y a los “líderes de los negocios de hoy en día”. Sin embargo y contra los pronósticos, resulta que el delirante Donald Trump, no sólo saltó a la cima de las preferencias en el flanco republicano, encabezando las encuestas nacionales en lugares como Iowa y New Hampshire, sino que, desde que anunció su campaña a finales de junio, se “acercó peligrosamente” a Hillary Clinton por primera vez en las encuestas, a pesar de haber demostrado en numerosas ocasiones que se trata de un hombre “cuya lengua está más conectada a sus vísceras que a su cerebro”.

Para algunos, Trump está resultando ser un “espectáculo entretenido” en medio de predecibles y desgastados discursos que a pocos entusiasman. Algo así como “esos accidentes de auto en las carreteras que los mirones que pasan se comen con los ojos”, escribió John Feffer en Foreign Policy in Focus. Les gusta ver a una celebridad exótica, políticamente incorrecta, que sabe explotar la realidad estadística de que “son blancos los votantes que se auto identifican como republicanos en las primarias”, según el resultado de una encuesta publicada por The Wall Street Journal y NBC News en marzo de 2015. Así como el hecho de que el 74% de todos los estadounidenses de 18 años y mayores son blancos, lo que se traduce que de cara a la elección del 2016, el electorado de las primarias republicanas es dramáticamente menos diverso que el país en su conjunto. Según dicha publicación, el electorado de las primarias republicanas es hoy aún menos diverso de lo que era Estados Unidos en 1916, cuando el 91% de la población en edad de votar era blanca. Ese panorama demográfico es la “apuesta triunfadora” de Donald Trump, dice Feffer, usando justo la estrategia de enfadar y encolerizar a los inmigrantes latinos con sus fanfarronadas: “Crear indignación vende las entradas y la indignación que motivará la movilización del núcleo de simpatizantes de Trump en las primarias. Aunque esto no le funcionaría en las elecciones generales”.

Ted Cruz no “canta tan mal las rancheras” sobre ese mismo escenario calificando a los inmigrantes indocumentados como “un claro y presente peligro para la salud y la seguridad de todos los estadounidenses”.

¿Qué decir también sobre las declaraciones del gobernador de Wisconsin Scott Walker haciéndose eco de la aspiración de Trump de un muro en la frontera con México, proponiendo como prueba ejemplar de que la idea funciona, la edificación del muro que separa a Israel de los territorios palestinos?

La experiencia histórica revela cómo en tiempos de crisis y de grandes tensiones mundiales el extremismo político de cualquier color, con su demagogia, es capaz de arrastrar a muchedumbres hacia el apoyo ciego de realidades inimaginables.

Un análisis a fondo de las formas y de los contenidos del discurso político electoral en su conjunto rumbo al 20016 en Estados Unidos, arrojaría resultados verdaderamente escalofriantes. Entre los aspirantes a la presidencia de Estados Unidos, sin pensar en angelitos ni en políticos “químicamente puros” , escasean como agua en un desierto virtudes convencionales como la honradez, la veracidad y los escrúpulos, mientras abundan la hipocresía, la desfachatez y la venalidad.

La retórica proselitista que predomina en lo general entre los aspirantes a la Casa Blanca mediáticamente más visibles, ofrece una radiografía del país extremadamente preocupante. Con sus declaraciones estrambóticas los candidatos republicanos en particular parecen darle la razón al escritor Gore Vidal, considerado uno de los mejores escritores estadounidenses de la postguerra fallecido en agosto de 2012 a los 86 años en Los Ángeles : “El Partido Republicano no es un partido, es un estado de ánimo, como la Juventud Hitleriana, basada en el odio”.
En el caso concreto de Donald Trump, cuyos prejuicios y excentricidad hacen lucir mejor de lo que realmente son a los otros candidatos republicanos, lo verdaderamente grave no es el circo, la maroma y el teatro político que está ofreciendo, sino que su retórica de odio contra “las malas personas” tenga tan nutrida clientela.

Sigo creyendo que el narcisista Trump, y ojalá no me equivoque, no pasará de ser a fin de cuentas sólo un comparsa distractor subido a la pasarela electoral de Estados Unidos gracias a la celebridad que le proporciona su fortuna de unos nueve mil millones de dólares. Y que el estado corporativo que gobierna al país así lo tolera, enviando el mensaje de que en la democracia estadounidense hasta los payasos pueden aspirar a la presidencia.

Pero si estuviera equivocado y Trump llegara a ganar las primarias republicanas basado en su estrategia demográfica de abrumadora mayoría blanca, haciéndole creer que su éxito financiero personal puede “hacer grande a Estados Unidos nuevamente, tomando medidas enérgicas contra las malas personas”, entonces sí, empezaría a pensar que Estados Unidos requiere de atención psiquiátrica con urgencia.

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