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El retorno: Muchos inmigrantes están regresando voluntariamente a México con sus niños nacidos en Estados Unidos

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La chica agarró la tarjeta de despedida que su amiga Emily le entregó esa mañana.

-Aunque ahora estaremos a unas cuantas millas de distancia, siempre serás mi mejor amiga.

Luz Madrigal, de 6 años, se sentó en el asiento trasero del auto con su hermano menor, Alejandro, y enfilaron rumbo al sur hasta la frontera entre Estados Unidos y México y a una nueva casa a más de mil millas de distancia.

Frente a las escasas oportunidades laborales y un presidente que ha prometido hacer más difícil la vida de ellos, la madre y el padre de Luz, inmigrantes indocumentados en el país, decidieron regresar a México.

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Ellos se unieron a más de 100 personas que desde enero han regresado a voluntariamente a México con la ayuda de los consulados en Los Ángeles, Houston y Chicago.

Una hora después de entrar en el coche, Luz observó el paisaje urbano pasar por la ventana del coche bajo un cielo gris. Señaló los edificios a la distancia.

-¿Eso es Guatarajara? -preguntó.

Su madre no corrigió su pronunciación de Guadalajara.

-No -dijo ella-. “Todavía tenemos un largo camino por recorrer”.

Cinco meses antes, los padres de Luz entraron en el Consulado de México cerca del MacArthur Park para hacer que ella y su hermano de 3 años - que son estadounidenses – obtuvieran la doble ciudadanía. La victoria de Trump parecía un mal presagio. Ellos querían estar preparados para irse.

Miles de personas de todo el país también acudieron a los consulados latinoamericanos en busca de la doble ciudadanía para sus hijos nacidos en Estados Unidos.

“El aumento -el boom- comenzó inmediatamente después de la toma de posesión del presidente Trump”, dijo Carlos García de Alba, cónsul general de México en L.A. “Podemos suponer que hay fuertes razones para hacerlo. Una de ellas es sólo para estar preparados en caso de que cualquiera de los padres pudiera ser deportado. Es mejor regresar a México con niños siendo mexicanos”.

Al final, los padres de Luz y Alejandro, María Barrancas y Ricardo Madrigal, decidieron salir antes de llegar a ese punto.

“Están enviando un mensaje de que “no somos bienvenidos aquí, no los queremos aquí... vamos a encontrarlos”, dijo María. “No sabes si va a ser mañana, el próximo mes, el próximo año. No sabes cuándo van a venir a tocar a la puerta”.

A Luz le platicaron de un lugar idílico en Jalisco, en el que iban a vivir, un lugar donde hay vacas, cabras, ovejas y hermosas playas.

Conocería a tías, tíos y primos por primera vez y cabalgaría con los caballos de su abuelo.

Los niños aprenderían que México era un país inmenso, y que había lugares tranquilos, y había lugares atormentados por una terrible violencia derivada del tráfico de drogas.

Por esa razón es que María y Ricardo no regresaban a su estado natal de Sinaloa, el corazón del narcotráfico en México y tierra de Joaquín “El Chapo” Guzmán.

María y Ricardo se establecieron en la ciudad de Tlaquepaque en Jalisco. La hermana de Ricardo vive allí y les dijo que era seguro caminar por los alrededores, incluso por la noche, y que había escuelas privadas que ofrecen educación bilingüe.

“Me preocupo por ellos, por su educación más que nada”, dijo Ricardo. “Voy con el objetivo de que mi hija no pierda su idioma. La idea es que regresen”.

Ocho días antes de marcharse, en su apartamento de dos dormitorios en Gardena, Luz copió sus tablas de multiplicar en un cuaderno que usaría para hacer las tareas en México.

Pese a su corta edad, Luz ya está preocupada por su primer día de clases, por lo que tendrán que pagar a sus padres y lo que le espera a su familia en México.

Sentada entre las cajas que se encuentran en la sala, practicaba con un libro en español que su madre le leía cuando tenía un año de edad.

“Dónde está el osito Peluchín”, leyó Luz en voz alta, pronunciando con voz vacilante cada palabra que le parecía desconocida”.

“Lo llamo y lo llamo, pero no”, se calló, mirando hacia abajo la palabra “quiere”.

-Díganla -le dijo María-. Cuando tenía 3 años, Luz podía cambiar de inglés a español sin vacilar.

“¿Cómo se supone que se dice éso?” respondió en inglés, dejando el libro a un lado. Luz, que está en un nivel de lectura de segundo grado, terminó en un minuto.

Hay casi medio millón de niños que son ciudadanos estadounidenses matriculados en escuelas mexicanas, dijo el gobierno mexicano el año pasado. Los investigadores han encontrado a algunos estudiantes que luchan por integrarse porque no saben leer ni escribir en español.

México no ha tenido la larga historia de inmigración de Estados Unidos y por lo tanto no ha tenido que lidiar con el problema de cómo acomodar a los estudiantes que no hablan español en sus escuelas.

“No han pensado en crear clases de español como segunda lengua”, dijo Patricia Gándara, profesora de UCLA que dirige la Iniciativa de educación UC-México. “Sin programas que ayuden a integrar a estos niños en las escuelas y sin siquiera el reconocimiento por parte de muchos maestros de que estos niños tienen necesidades especiales, no es probable que les vaya a ir muy bien en el sistema escolar mexicano”, dijo Gándara. “Creemos que es una crisis real”.

Se calcula que hay 4,5 millones de niños nacidos en Estados Unidos menores de 18 años que viven con padres indocumentados, según un estudio del Pew Research Center de 2012.

Un análisis de USC encontró que alrededor del 13% de los niños en el condado de Los Ángeles eran ciudadanos estadounidenses con al menos un padre sin estatus legal. Un ciudadano americano con un padre que es mexicano puede convertirse en un ciudadano dual a través del registro de nacimiento.

En 2016, de enero a agosto, el Consulado de México en L.A. registró 991 nacimientos. Este año, en los mismos meses, se registraron más de 2.000. También se han registrado aumentos en los registros de nacimientos en los consulados de Honduras, Guatemala y El Salvador, que se atribuyen en parte a la nueva administración.

“Creo que en parte debido a la inseguridad que vino con el presidente Trump y los posibles cambios en la inmigración”, dijo Pablo Ordóñez, cónsul general de Honduras en Los Ángeles. “Creo que la gente se está preparando para cualquier eventualidad”.

Un sueño postergado

Los padres de Luz nunca consideraron partir hasta noviembre. Ese mes, pasaron semanas sin ingresos en los autos usados que habían estado comprando y revendiendo. Luego llegó la noticia de la victoria de Trump - y el mensaje que envió a los inmigrantes como ellos: No son bienvenidos. De pronto se sintieron amenazados. “Preferimos regresar voluntariamente que ser deportados”, dijo María.

A través de una oficina del Instituto Nacional de Inmigración de México en el consulado de Los Ángeles, 47 personas han recibido apoyo desde enero para su regreso a México, como parte de una estrategia conocida como “Somos Mexicanos”.

También les proporcionaron un contacto en México para ayudarles con oportunidades de trabajo e integrarse en la sociedad. Incluso antes de la nueva administración, los ciudadanos mexicanos habían empezado a salir de Estados Unidos, en gran parte por razones relacionadas con la reunificación familiar, según los hallazgos publicados en 2015 por el Centro de Investigación Pew, con sede en Washington.

Según los números del Censo de Estados Unidos y México, desde 2005 los mexicanos han comenzado a abandonar los Estados Unidos en mayor número que en cualquier otro momento de la historia.

La mayor proporción de los que regresan a México son los inmigrantes que habían estado en el país ilegalmente. El número de personas que abandonaron Estados Unidos comenzó a caer en 2010. Para 2014, menos ciudadanos mexicanos abandonaban Estados Unidos que una década antes, pero aún menos llegaban procedentes de México.

María y Ricardo sueñan con un día regresar legalmente. Después de hablar con un abogado, supieron que tendrían que esperar una década antes de poder intentarlo. “Tenemos el sueño, con la gracia de Dios, de poder regresar a nuestro hogar aquí en los Estados Unidos”, dijo María.

Luz se sentó en silencio en su cama, con la cara baja mientras esperaba a su mejor amiga Emily, que empezó la escuela en Gardena Elementary. Luz habría estado asistiendo a la misma escuela si se quedaba. “El primer día de clases, no voy a tener amigos”, dijo Luz. Este pensamiento la persigue constantemente.

Tal vez, se dice, sus compañeras en México quedarán impresionado con su colección de Barbies. Pero los temores seguían en aumento. Su hermana mayor le dijo que la familia tendría que pagar por los almuerzos en la escuela en México. ¿Cómo podrían sus padres costear eso?

-No llores -le consoló Ricardo-. “Es por eso que tienes a tu mamá y a papá”. Ricardo y María están pensando abrir un taller mecánico, usando las habilidades que Ricardo aprendió mientras trabajaba en los autos usados que vendía. Todavía no están seguros de cómo obtendrán ingresos y dependerán de sus ahorros. En cambio, están enfocados en los niños, alquilando una casa de tres habitaciones, de modo que cuando Luz llegue será “algo más hermoso que lo que teníamos aquí”, dijo su madre.

En el día de la mudanza, la familia empacó el papel del cuaderno donde más Luz había escrito su lista de deseos de cumpleaños: ir al parque acuático, un perrito y volver a Gardena.

Mientras Luz se ponía triste y con los ojos enrojecidos por elllanto, su padre le recordó los animales que le esperaban en México. Fue lo mejor que le pudo decir a una niña de 6 años. Ya conocía las palabras: vacas, chivos, borregos.

Ella colocó su rostro hacia el asiento de coche de Alejandro y se quedó dormida durante aproximadamente una hora, aun sosteniendo su tarjeta de despedida de Emily.

Se despertó cuando iban pasando por Costa Mesa. Su hermano menor ocasionalmente hablaba con las pocas palabras en español que conocía, la mayoría las había escuchado decir a sus padres. Luz se quedó callada, viendo pasar el último trozo de Estados Unidos por su ventana.

Las colinas marrones de camp Pendleton, Legoland. Había deseado ir a Legoland. Pasaron una señal: Mexico Only / No USA Return. -Por favor, prepárate para tu nueva vida -dijo María-. Señaló la enorme bandera mexicana que flotaba suavemente delante de ellos.

Luz salió del auto en Tijuana. Se aferró a las piernas de su padre. Las lágrimas mancharon su camiseta. “Quiero regresar”, dijo. “Quiero volver”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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